miércoles, 8 de septiembre de 2010

Los Destellos, 40 años después



Por Francisco Melgar Wong

La invención de un género.- Imagina una banda de hipnóticos ritmos tropicales, de intensos compases basados en la cumbia colombiana y el guanguancó, un verdadero ensamble de timbales, bongós y congas decidido a conjurar el espíritu de los bailes del caribe. Imagina también que sobre esta ardiente urdimbre rítmica se levanta una enorme ola eléctrica de guitarras y teclados del surf californiano y el rock garajero; con wah-wahs, fuzztones, moogs, farfisas disparando sus modernas y lisérgicas municiones hacia todas partes. Ahora bien, imagina que las misteriosas melodías generadas por esta agrupación se alimentan nada menos que de las voces tradicionales de la costa y sierra peruanas.

Aunque para algunos sea difícil de creer, esta banda no solo existió, sino que, hacia finales de los 60s y comienzos de los 70s, editó un puñado de discos cuya influencia sigue remeciendo las salas de baile del Perú, Ecuador, Colombia, Bolivia, Argentina y, recientemente, Estados Unidos. Por supuesto, en los años ochenta el estilo recibiría una mayor influencia andina, cambiaría de nombre, echaría raíces sobre los arenales de la panamericana norte y se convertiría en el género musical peruano más popular de nuestro tiempo. Pero, como todos bien saben, esa ya es otra historia.

Volvamos entonces a 1968. El telón se levanta en el Rímac, donde Enrique Delgado, un joven de pudorosa raya al costado y enormes gafas a lo Roy Orbison, decide replantear la dirección musical de su grupo, los Destellos, dejando atrás el sonido 'nuevaolero' de su primer 45 rpm. para editar un nuevo sencillo bajo el nombre de "El avispón". El riff de guitarra inicial, cuatro acordes espaciados por el vibrante silencio de un amplificador a tubos, podría haber salido de cualquier disco de 13th Floor Elevators, The Remains o Count Five, pero pocos segundos después los timbales, el guiro, la tumba y los bongos, nos hablan de un escenario al sur de los Estados Unidos, y, finalmente, la melancólica melodía de la guitarra eléctrica nos lleva aún más cerca, al pie de la cordillera de los Andes, pero de una forma en que nadie lo había hecho antes, con una electricidad y un colorido inusitados en la música tradicional.

Un corte transversal a la historia del Perú: ¿recuerdan los sicodélicos afiches de la reforma agraria hechos por Jesús Ruiz Durand ese mismo año? Bueno, quizás uno de ellos no habría sido una mala portada para este disco.

La creación de un nuevo género musical es una tarea casi imposible para la mayoría de músicos, pero al revisar la infancia y adolescencia de Enrique Delgado uno puede llegar a creer que este joven del Rímac estaba predestinado a inventar la cumbia peruana y, por si esto fuera poco, a señalar el camino que más adelante nos llevaría hacia la música chicha. Fundido en negro. Enrique Delgado, a los cinco años, trata de sacarle sonidos a una mandolina. Corte. Enrique Delgado, a los seis años, en la sala de su casa, concentrado en las cuerdas de su guitarra acústica. Fundido en negro. Enrique Delgado, a los once años, aceptado por el conservatorio de música. Corte. Enrique Delgado, a los trece años, convertido en la primera guitarra de Luis Abanto Morales y la Pastorita Huaracina, de gira por todo el Perú. Fundido en negro. Enrique Delgado a los quince años, expulsado de la casa paterna por decidir dedicarse a la música a tiempo completo. Corte. Enrique Delgado, dividiendo su tiempo entre distintas bandas: una de música mexicana, una de música criolla y otra de música infantil. Fundido en negro. Enrique Delgado dirige la Orquesta Fantasía, especializada en temas de la Sonora Matancera. Corte. Enrique Delgado, a los veinticinco años, tocando guitarra en una banda de nueva ola y rock llamada Los Destellos. Fundido en negro. 1968, se edita "El avispón". La historia de la música acaba de dar otro vuelco imperceptible.

Ahora, lo que le importa a la gente: ¿dónde podemos encontrar esta canción? Por suerte, en casi todas las discotiendas de la ciudad. El disco en cuestión se llama "Los Destellos-Enrique Delgado" e incluye clásicos instrumentales de la cumbia como "Caminito Serrano",
"Chachita", la cósmica y alucinada "Guiajira sicodélica", una versión del "Carnaval de Arequipa" y otra de "Für Elise", cuyo crédito reza: Ludwig Van Beethoven/Enrique Delgado.

Para aquellos que se queden pegados y pidiendo más Destellos es recomendable "Para todo el mundo - Vol. II", entre cuyos temas sobresalen "La muerte del preso que se fugó por ir a bailar", "El eléctrico", "Huascarán", "La ardillita" (Lado B de "El avispón") y "Apolo 11", canción donde el guitarrista imita el despegue de un cohete golpeando su amplificador.

Aunque Enrique Delgado falleció hace varios años, Los Destellos se siguen presentando, dirigidos por su hermana, Edith Delgado. Los integrantes han cambiado pero el espíritu de Enrique persiste a través de sus composiciones, aunque recientemente las canciones instrumentales le han cedido demasiado espacio a los temas con voz. En todos caso, vale la pena escucharlos. Es probable que estén tocando más cerca de lo que imaginas. Solo hay que salir a buscarlos. Allí están.

Publicado el 20/2/2008 en el blog Disconformes.

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