domingo, 23 de agosto de 2009

SALIÓ "DEMOLER"

El rock nacional ya tiene su biblia
por Renzo Sánchez


¿Todo tiempo pasado fue mejor? quizás si analizamos el brillante origen del rock nacional, su evolución y el estancamiento creativo en el que se encuentra en los últimos años, podríamos decir que sí. No me cabe duda que el pasado del rock peruano es su mejor carta de presentación ante el mundo, que alguien me diga lo contrario.

En aquellos años, el Perú era otro, no había piratería, el gusto popular no estaba tan concentrado en los ritmos tropicales como ahora, el rock n roll se escuchaba y se practicaba en cada rincón del país, las matinales eran éxitos rotundos, la difusión y el marketing hacían funcionar a la perfección el mercado del disco, y sobre la creatividad.... ni hablar, el rock peruano estuvo siempre a la vanguardia marcando el paso en la región y su trascendencia solo era comparable con las cosas que se hacían en Estados Unidos, Europa o Brasil. Solo tomar conciencia del enorme impacto alrededor del planeta que producen en la actualidad las reediciones europeas, japonesas, estadounidenses y peruanas en formato CD o VINILO de aquellas viejas glorias que dieron inicio a la historia del rock nacional.

Desde la aparición de Los Millonarios del Jazz, Los Incas Modernos y Los Kreps, pasando por Los Saicos; hoy considerados precursores del punk, Los Texao de arequipa; primeros latinos en "chartear" en la revista Billboard, Los Belkings; primera banda de rock instrumental de Latinoamerica y única en el mundo que le pisaba los talones a The Shadows y The Ventures. Recapitulando la fabulosa sicodelia de Los Holys, el "ritmo enfermedad" de Los Yorks y el sensacional hit "Meshkalina" que llevó a Traffic Sound a realizar la primera gira internacional de una banda sudamericana, hasta la aparición de Tarkus; primera banda binacional de heavy metal latinoamericano, han pasado cinco décadas de rock n roll hecho en el Perú y la historia de sus inicios hace tiempo merecía ser reivindicada y escrita en un libro, hasta que al fin se prendió la luz.

La reciente aparición de "DEMOLER. Un Viaje Personal Por La Primera Escena Del Rock En El Perú 1957 - 1975" (Revuelta Editores, 2009) escrita por Carlos Torres Rotondo, resulta ser una de las sorpresas más gratas que se hayan publicado en los últimos años. Bien fundamentado, basado en entrevistas, archivos y recolección de datos proporcionados por los propios protagonistas de aquella época de fulgor, es sin duda un enorme aporte a la memoria colectiva nacional y uno de los principales referentes bibliográficos más importantes sobre la historia del rock bicolor que se conozca hasta la fecha.

Post tomado del blog: Por la ruta del beatnik

OTRA ENTREVISTA A ROTONDO

“Para mí el rock no solo es un ritmo o un género musical. Es también una actitud y una serie de valores”


Carlos Torres Rotondo, escritor
Por Gabriel Ruiz Ortega

Desde el anuncio de la publicación de Demoler. Un viaje personal por la primera escena del rock en el Perú 1957 – 1975 (Revuelta Editores, 2009), la expectativa ha ido creciendo, prueba de ello son las entrevistas concedidas antes de su salida al mercado. No es para menos, Demoler es una invitación a recorrer los años maravillosos de la primera escena del rock peruano; escrito con el pulso del novelista y el escrutinio del historiador, este libro está llamado a ser un referente ineludible. Su autor, Carlos Torres Rotondo (Lima, 1973), está considerado como uno de los mejores narradores peruanos de hoy.

- Tengo la impresión de que Demoler es un proyecto que venías gestando desde mucho antes de la escritura de tu novela Nuestros años salvajes.
- En realidad Demoler lo comencé a escribir desde el día de mi nacimiento. Mi padre era uno de los mejores bajistas de la primera escena del rock en el Perú –según los testimonios recogidos– pero yo no sabía nada de su historia. Sin embargo, fui fabulando secretamente qué había pasado, hasta que en 1999 un pata me pasó dos cassettes de 90 minutos cada uno. Aluciné, básicamente por el magnífico nivel musical de los rockeros nacionales de aquellos tiempos. Estuve investigando de 1999 a 2001, encerrándome en hemerotecas y entrevistando a músicos. Ese último año viajé a España, donde leí todo lo que pude sobre la revuelta juvenil de los sesenta, ayudé en la producción de reediciones de grupos como Los Holy’s o New Juggler Sound; pero sobre todo, por medio del correo electrónico, el chat y el teléfono, culminé las entrevistas que faltaban. El primer borrador lo escribí el 2003 y lo dejé descansar un año. De ahí he corregido hasta el 2008, cuando vine a Perú a publicar el libro. Quiero decir también que este libro lo he escrito sin financiamiento de nadie, sin editor ni equipo de investigación, en la miseria económica (ni siquiera la modestia) y en la absoluta soledad que padecen los inmigrantes. Sin embargo, la etapa en la que escribí Demoler fue una de las partes más intensas y felices de mi vida, fue un tiempo donde di y recibí mucho amor, y espero que eso se note en el texto. En realidad yo no escribí Demoler, más bien el libro me escribió a mí, me ayudó a construirme como ser humano.

- “El oso” Torres, tu padre, era considerado por los músicos de la época como el mejor bajista.
- Eso me dijeron todos los músicos de los sesenta, no sé si por patería, aunque no lo creo; al mencionar mi filiación todos sus colegas me mostraron un cariño y un respeto impresionantes; y eso se debe sólo a mi viejo, no a mí. En todo caso yo lo he visto tocar distintos estilos (de jazz a krautrock) y es impresionante. Durante años yo creía que no había grabado nada, pero si juntamos todas las grabaciones que hizo con Gerardo, el 45 del Ayllu y varias caleturas más, existirían varias muestras de su talento en la época. Más avanzada su vida hizo lo que muchos músicos de su generación: abandonó el rock por el latin jazz. El problema es que el grupo principal de mi viejo, Dr. Wheat, no grabó, y eso se ha perdido para siempre. Dr. Wheat es una leyenda: sigo encontrándome con viejos rockeros que recuerdan los dedos gordos de mi padre, como un boxeador, pasando de traste en traste por su bajo. Y esos mismos rockeros siempre recuerdan a mi abuelo y la ayuda que le dio al rock nacional, ya que cedió el garaje de la casa y permitió que lo insonorizaran con tecnopor (ahí además los músicos guardaban sus caleturas). Dr. Wheat fue ante todo un grupo vocal; estaban Pacho Mejía, el Mono Chaparro… unos vozarrones; quien sabe, si hubieran grabado habrían sido considerados los Byrds peruanos.

- Los Mad´s tampoco grabaron.
- Hay grupos que grabaron poco, a veces con escaso material propio y sólo un 45; están los que jamás grabaron porque les llegaba al pincho pacharaquearse, como es caso de Los Mads; están los discos bacanes malogrados por la falta de profesionalismo de la casa discográfica; y por último están los grandes grupos que no grabaron nada, como fue el caso de DR. Wheat, Kabul, Catarsis y un largo etcétera. Felizmente nos quedan los discos realmente existentes y la excursión psíquica para alucinar esa movida.

- En Youtube hay cosas de Los Mad´s. Fácil debe ser el mejor grupo en la historia del rock peruano. Hasta llegaron a talonear a los Rolling Stones.
- El caso de Los Mad’s es paradigmático de nuestra escena: de casualidad Mick Jagger y Keith Richards los vieron tocar en el Galaxy. Les dieron todo: departamento en Londres, estudio de grabación (Stargroves, nada menos), les permitieron telonear a bandazas como Taste o Derek & The Dominoes y los invitaron a Wight. Y Wight no fue cualquier cosa. Hubo 600 000 personas y musicalmente fue, según lo que he escuchado, el mejor festival de la época. Pero Los Mad’s perdieron la oportunidad; cuento en el libro el porqué de este suceso; ahora sólo nos queda escucharlos en las canciones que han colgado en YouTube y que al menos demuestran que realmente eran uno de los mejores grupos de rock de la región. A mí lo que me jode es que se perdió el mejor escaparate posible para un grupo de la primera escena del rock en el Perú; que Los Mad´s no tocaran en Wight fue una tragedia mayor que la cancelación del concierto de Santana.

- Es muy difícil asimilar que de la noche a la mañana se haya quebrado el rock peruano, calificado como el mejor de Latinoamérica.
- La contracultura de los sesenta y setenta se agotó en 1973 a nivel global, no sólo en el Perú. ¿Qué sucede por ese entonces?: crisis del petróleo, Watergate, golpe de Pinochet para implantar Chile como laboratorio privilegiado por los economistas de la escuela de Chicago. Se distribuyeron ácidos pateados a niveles industriales: basta ver el concierto de Altamont. ¿Quiénes estaban detrás repartiéndolos? ¿Por qué se sembró de heroína los guetos contraculturales? Además, desde la segunda mitad de los setenta, Latinoamérica se convirtió en un desierto gobernado por gorilas entrenados en la tristemente célebre Escuela de Las Américas. Véase el caso de Perú, Chile, Uruguay, Argentina, por poner los ejemplos más conocidos. El poder, la sombra económica que gobierna desde detrás de la política, exterminó, anuló, aburguesó, quemó y mató a una generación hermosa que de todas maneras hubiera hecho un mundo mejor. El caso de la muerte del rock peruano es sólo un pequeño punto en un movimiento geopolítico global frente al cual no tengo calificativos.

- ¿Cuánta responsabilidad tuvieron los protagonistas en esta súbita desaparición?
- Muchos vieron la música como un hobbie y al acabar la universidad se pusieron a trabajar. Otros decidieron seguir en la música, emigraron y trabajaron de mercenarios en hoteles o grabando música pacharaca e hiperproducida; otros se fueron al latin jazz; algunos quemaron por las drogas. Pero lo determinante fue no conocer el do it yourself (el “hazlo tú mismo” del que hablaba el punk); el comportarse, a veces, como ídolos o rock stars, con un ego que los hacía leer la realidad de manera distorsionada, también ocasionó la ruptura de varios colectivos musicales. No quiero señalar culpables -en este caso no soy ni tombo ni juez; sólo un humilde detective privado trabajando ad honorem-, pero la verdad es que la generación no estaba preparada para la respuesta del sistema, que fue brutal. A mi padre, por ejemplo, le quitaron lo que más amaba: su música y la posibilidad de expresarla frente a alguien que lo comprendiera. ¿Qué haces frente a eso?

- En aquella escena se vivía una suerte de conexión musical, como si Lima fuera un punto de “encuentro”. Pienso en Tarkus, el primer grupo de Heavy Metal en castellano, cuyo fundador fue un guitarrista argentino.
- Para mí la música no es una carrera de caballos. Las escenas rockeras de los sesenta-setenta que más me gustan de América Latina son: Brasil, Uruguay, Chile, Venezuela y, obviamente, Perú. En ese sentido no soy nacionalista y menos aún chauvinista. Sobre el caso de Tarkus, el líder era Darío Gianella (argentino) y hacían hard rock en castellano en 1972. Solo que se olvida que en los 70 Pax hacía hard rock en inglés. Hay que decir que en la época se hablaba de “música pesada”. La etiqueta Heavy Metal alude más bien a este tipo de rock pero ya en los ochenta. En todo caso, podríamos decir que Tarkus fue “proto heavy metal”, si prefieres. Tarkus es un caso rarísimo: power trio con cuatro personas, dos argentinos y dos peruanos, haciendo rock pesado con temas propios y letras psicodélicas en castellano. Es una combinación recontra extraña y original. Y su historia, con esa secta como Los Niños de Dios y todos esos viajes, tanto internos como externos. Me lo pudo haber contado Philip K. Dick, pero en realidad lo hizo Christian Van Lacke, el hijo del bajista original de Tarkus; es bien loco, porque ambos somos hijos de los sesenta y de alguna manera estamos jugando de nuevo, a nuestra manera, un rollo que fue originalmente de nuestros viejos.

- Como tal, Demoler es un libro extraño. Considero que los recursos multidisciplinarios de los que haces uso, lo vuelven más “plástico”, ya que también puede leerse como novela, crónica, ensayo.
- Hay dos aspectos: el metodológico y el género en el que el libro podría clasificarse. Comienzo con el primero. Yo he estudiado literatura, soy licenciado en Comunicaciones y he llevado cursos de postgrado en España como vano intento de tener una base filosófica directamente destinada al estudio de la cultura y las mentalidades que la sustentan. Necesitaba ese saber para poder escribir este libro. Sin embargo, el 90% de mi cultura es autodidacta: yo me eduqué en la biblioteca de mi abuelo, el psiquiatra Humberto Rotondo, que estaba interesado en temas tan diversos como psicología, literatura, antropología, historia, artes plásticas y muchos más. A la hora de hacer Demoler tuve primero que hacer entrevistas (complicadísimas, llenas de detalles, como las del Nuevo Periodismo), análisis cualitativos, comprender la historia de la música; y luego sacar las implicancias del caso, basándome principalmente en las ciencias sociales y humanidades.

- Sobre el género…
- Parto de dos premisas y llego a una conclusión. En primer lugar, creo que una de las tantas deudas que existen a nivel latinoamericano es la historia del espectáculo y las mentalidades y valores que lo sustentan. En segundo lugar, Gilles Deleuze dice que los mecanismos de normalización del poder tienden a trazar líneas verticales y horizontales, es decir, a encajonar; abstraer significa también separar y en cierta forma, mutilar. Mi interés por eso está dado en las excepciones y en las discontinuidades; mediante grietas, ventanas hacia el otro lado, puede observarse lo que normalmente las instituciones del poder nos impiden conocer. Pasemos al tema del género. Yo soy un narrador, no un poeta ni un teórico. Lo mío es contar historias, es lo que más me divierte. Sin embargo, no solo me interesan las ficciones clásicas de la literatura universal, sino la historia, el periodismo, el cine y la narrativa gráfica. Además, soy fan de géneros como el policial, el horror y la ciencia ficción; por no hablar de los relatos de aventuras y viajes, tanto internos como externos. Todo eso está presente en mi mente cuando construyo una historia. Espero que se note. Creo, ahora que le tengo cierta distancia, que Demoler es un texto de fusiones, un libro mestizo. Tiene un 90% de narrativa y un 10% de ensayo. Todos los hechos contados han sido confirmados con la mayor cantidad posible de fuentes. Y sin embargo, este libro contiene un cierto grado de ficción: cuanto lo que me cuentan y que confirmo en mis habituales labores de investigador privado. Por un instante olvidemos que este libro ha sido escrito por un peruano radicado en España que se ha dedicado a reconstruir una serie de sucesos que acaecieron antes de su nacimiento. El género al que pertenece Demoler está claramente enraizado en una tradición anglosajona que se remonta, hasta donde recuerdo, a la biografía del doctor Johnson que escribió James Boswell en 1791. A Sangre Fría, Miedo y asco en Las Vegas, Por favor mátame, El corto verano de la anarquía, Conversaciones con Bakunin y un largo etcétera poseen bastante relación con el rollo que me planteé para escribir el libro; nuevamente, espero que eso se note.

- ¿Crees que el rock peruano pudo ser mejor se mantenía en el imaginario lo hecho por esta gente? Tengamos en cuenta que la escena actual atraviesa un muy buen momento, al punto que Los Protones, por ejemplo, son tributarios de Los Belking´s.
- Prefiero no responder preguntas al estilo “qué hubiera pasado si…” Pero hay algo que sí me parece claro, y es que la influencia de la primera escena del rock en el Perú es algo que se ha dado recién ahora, en parte debido a la exhumación de material sesentero y setentero. Hay grupos brillantes: Los Protones, Don Juan Matus, El Cuy, Tlon, La Ira de Dios, Chamanes y un largo etcétera. Son una escena pequeña y todo el mundo se conoce, solo que también los conoce gente seleccionada alrededor del mundo. Además están surgiendo fusiones interesantes: Los Chapillacs, o los inclasificables Shaolines del Amor. El problema es lo escaso del público nacional (La Ira la rompe en Alemania y Matus en Grecia; pero aquí nadie los manya), pero el nivel musical que tuvo el rock hecho en el Perú en los sesenta ha regresado y ese momento es ahora. Tenemos un underground de lujo, falta una infraestructura y una cultura de conciertos mayor, pero creo que se ha avanzado bastante a nivel profesional. El sonido de los conciertos en los ochenta era malísimo, por ponerte un caso.

- ¿La escena rockera peruana, como tema, seguirá presente en tus futuros libros?
Voy a escribir una nouvelle de ficción inspirada en la historia de mi padre en Dr. Wheat. El rock está ahí como telón de fondo; lo que quiero hacer en ese libro es básicamente preguntarme por las relaciones humanas. Por cierto, no pienso hacer una segunda parte de Demoler, esa decisión ya ha sido tomada. Además, tengo bastantes proyectos en el congelador: hay una novela sobre la inmigración en España, una novela sobre mi familia paterna; ambos borradores debo reescribirlos… Tengo también una nouvelle de horror sobre la destrucción de idolatrías como mito fundacional peruano. Es una especie de Witchfinder General, la película de Michael Reeves, de 1968, donde entro de lleno en el horror como forma de entender el contrato social nacional… Pero lo más probable es que primero publique Parásitos. Es un ajuste de cuentas con los noventa, muy en la nota Russ Meyer, escrita en colaboración con José Carlos Irigoyen, mi socio en muchas de estas empresas literarias.

- Aunque parezca redundante, la pregunta es inevitable: ¿qué es el rock para ti?
- Para mí el rock no solo es un ritmo o un género musical. Es también una actitud y una serie de valores; lo que los griegos llamaban una paideia, es decir, una educación moral. Demoler lo escribí como un acto de amor, por eso tuve la paciencia de aguantar toda esta intensidad durante más de una década y no sacármela de encima antes sin haber confrontado datos. Este libro es por eso la respuesta a lo que la música me ha dado.

Entrevista publicada en Proyecto Patrimonio - 2009

ROCK Y POESÍA PERUANA

Rock y poesía peruana: Una historia secreta
Por Carlos Torres Rotondo

Aunque escriba y, sobre todo, lea, lo que más me gusta es escuchar canciones de rock, repetirlas una y otra vez, memorizarlas y reflejarme en ellas ... Como a tantas personas en el mundo de hoy, lo poético llega a mi espíritu sobre todo a través de las canciones ... Este es un breve vuelo sobre la poesía peruana con actitud rockera ... La poesía que rockea no es -no debería ser- un tema original, dado que música y lírica comenzaron juntas en todas las civilizaciones y, en el mejor de los casos, han constituido un elemento desestabilizador para las sensibilidades, recordemos sino las opiniones de Platón sobre música y poesía en su libro La República ... Y es que los patrones rítmicos son el secreto lazo de unión entre dos disciplinas que expresan lo poético desde diversos soportes, formatos y códigos.

Esta cartografía principia en Lima alrededor de 1957. Solistas y orquestas de música tropical e internacional que tocan en hoteles, clubes y fiestas de Lima incorporan por primera vez el rock en su repertorio. Las orquestas de Carlos Pickling, Freddy Roland, Lucho Macedo, Ñiko Estrada, Lorenzo D´ Acosta y Richard "Turco" Baris graban rock & roll ese mismo año. Mike Oliver es el primer solista y edita varios 45s junto a Eulogio Molina y sus Rockanrollers, aquel glorioso 1957, cuando a Lima llega la rebelión cultural que ese mismo año comienza a eclipsarse en Estados Unidos con la posterior muerte de Richie Valens, Big Bopper y Buddy Holly en un accidente, con escándalos para Jerry Lee Lewis, cárcel para Chuck Berry, religión para Little Richard y servicio militar para Elvis; en fin, las técnicas usuales de control utilizadas por el poder.

Poco a poco en Lima van creándose las primeras redes: surgen bandas y pandillas de rocanroleros en los principales barrios limeños. En 1963, Los Incas Modernos, del Callao, graban el primer LP del rock peruano, incluyendo también el primer tema de fusión. Paralelamente, se crea el primer ombligo del rock nacional, conformado por diversos barrios de los distritos de Lince, Jesús María, Pueblo Libre y Magdalena. Lince fue el distrito más prolífico de todos, un Liverpool cholo: de sus esquinas, unidades escolares y quintas surgieron Los Saicos, los Steivos, Los Zany´s, Los Yorks, Los Belkings y muchas otras bandas. Los Saicos marcan el fin de la prehistoria, ya que en realidad son la primera banda de rock peruano: fueron los primeros en tener actitud, en crear una escena, en tener un repertorio constituido exclusivamente por temas propios y en castellano, y en crear una ruptura con las orquestas. Son la primera muestra de una generación que empieza a desarrollar su propio discurso. Incluso tenían una canción terriblemente poética: Camisa de fuerza, que Tristan Tzara y los dadaístas hubieran aplaudido con fervor. En 1965 todos se sentaban a almorzar con la familia, encendían la televisión y bandas como Los Saicos tocaban en vivo ... Y luego vinieron Los Shains y Los Yorks ... Y sus canciones empezaron a formar parte del inconsciente colectivo ... El rock flotaba en el ambiente y afectó incluso la psicología de quienes no lo escuchaban ... Se creó una escena que aún hoy se encuentra sumergida, una generación se enchufó a la música y las cosas no volvieron a ser igual ... Muchos estudios y ficciones, muchas leyendas pueden escribirse sobre aquellos tiempos vírgenes para esas redes de sensibilidades que son las escenas contraculturales, el underground, el pop o como quieran llamarlo, saben a lo que me refiero ...

El primer lazo directo entre Los Saicos y la escena poética peruana fue Juan Gonzalo Rose. Se conocieron una noche de bohemia en el Negro-Negro ... Y aunque el rock no está presente explícitamente en la poesía de Juan Gonzalo, la música recorre completamente sus textos ... Quizá por eso fue el único poeta de la época en tener contactos con la primera escena del rock en el Perú ... Pero es que en realidad los referentes no importan tanto como la actitud... Martín Adán ya rockeaba a fines de los años 20 con los Poemas Underwood ... ¿O es que hay algo más rockero que esa "prosa dura y magnífica de la ciudad sin inquietudes estéticas", donde "la polis griega era un lupanar al que había que ir con revolver" ... O el gran hit: "no quiero ser feliz con permiso de la policía" ... En Perú la poesía moderna rockea incluso con su fundador: el anarquista Manuel González Prada, un pitupunk que en Baladas peruanas asume un tono narrativo y descriptivo, como será gran parte de la poesía peruana con actitud rockera, así no hable directamente de rock.

Y esto no tiene nada que ver con lo que hacían los gringos: Ginsberg y Burroughs ya habían viajado al Perú buscando fusión con la naturaleza. Fracasaron, más allá de las anécdotas de Ginsberg con Martín Adán, simple cónclave de sabios ... Ginsberg se llevó un barril de agua sucia en vez del Ayahuasca prometido por los shamanes de la selva ... Por su parte, Burroughs se limitó a alquilar efebos por el módico precio de un sanguchón de pollo mientras caminaba por el centro gris y contaminado de la urbe monstruo, Lima ...

Y aunque la escena literaria oficial se escandalizó por detalles tan banales como la marihuana de Ginsberg en un recital, a principios de los 60 se inició realmente la fiesta en esa cueva de freakies que es la poesía peruana ... Al contrario de lo que buscaban los gringos, la obra fundacional de Luís Hernández no está relacionada tanto con la búsqueda de un saber natural y original. Sus poemas son más bien un viaje a Lima, al fin de la noche, son un regreso a la cueva ... Luisito Hernández, poeta de Jesús María, el Robert Johnson de la escena poética peruana. ¿Recuerdan a Robert Johnson, aquel blusero que en la década de los 30 inventó el rock de treinta años después vendiéndole el alma al diablo, componiendo las que quizás son las mejores letras del género, prefigurando la invasión británica? Me refiero a eso: a escribir iniciáticos poemas con plumones de colores en cuadernos no para publicarlos sino para regalarlos a los amigos, jugar fútbol en los terrales del barrio con uniforme blanco de médico, conspirar para liberar Lima echando ácido en La Atarjea ... La conciencia, la demencia ... Están todos los elementos que hacen a Luisito hermano espiritual de gente como Andrés Caicedo, Ian Curtis, Peter Laughner ... Vox Horrísona, ese libro que jamás será editado definitivamente podría ser visto como una caja de CDs con tomas alternativas, covers, y versiones imposibles de catalogar ... Vox Horrísona es una línea de fuga más allá de todo intento de catálogo y control ... Luisito es el padre, el caso psiquiátrico, el raro -como todos los demás bardos eléctricos de esta historia secreta- cuya obra está más profundamente enraizada con la música y no solo con el rock ... Y poco después se publicaron libros de poetas de una tradición más clásica como Santa Rosita y el Péndulo proliferante, de Lauer, o Contranatura, de Hinostroza, con imágenes que respiran el ambiente beat de la época ... Había comenzado el baile ...

Fines de los 60 y comienzos de los 70 son el momento álgido en la última revolución cultural en Occidente, revolución en la que el rock tomó un papel esencial: los Rolling Stones propiciaron cambios más profundos en la sociedad que los que propició el Che: hay una diferencia esencial entre los que vivieron la adolescencia a partir de los 50 y los que no la vivieron nunca ... Fue revolución cultural que acabó con siglos de patriarcado, estrechez de mente, y, ante todo, poca diversión ... El cliente pudo empezar a elegir: adolescencia que dure 3 o 50 años ...

El disparo de salida en la escena poética peruana lo da Poemas de entrecasa, de Manuel Morales, editado en 1969. Libro de lenguaje callejero, desafiante, y en ocasiones, sabio, está constituido en su mayoría por poemas cortos y perfectos como una canción pop de menos de dos minutos. Constituye un primer antecedente de la estructura textual que luego adoptará en los 90 otro gran compositor de canciones disfrazadas de poemas: Bruno Mendizábal. En cuanto a Manuel Morales, no volvió a publicar libro y solo se le conocen otros dos poemas. Lo último que se sabe de él es que desapareció en el Brasil ...

Digo que Morales dio el pistoletazo de salida, porque luego empezarían a publicarse en revistas y antologías poemas de gente como Oscar Málaga, por ejemplo. Málaga canta en sus brillantes primeros poemas, desesperadamente ginsberianos, por otra parte, un blues electrificado contra la ciudad, construyendo una Lima donde aún la revolución es posible, se escucha a Los Saicos, se fuma moño rojo y la actitud es la mejor defensa. Este universo desaparece en su primer libro Arquitectura para un puente, hecho que me hizo pensar que Málaga había quemado y se había convertido en el Syd Barrett o en el Roky Erickson de la poesía peruana ... Como siempre, me equivoqué: Málaga se había refugiado en China y regresó más de 25 años después al Perú para presentar una novela que tiene el epígrafe del mejor de sus poemas.

Lo cierto es que Málaga no es Syd Barrett. El Syd Barrett, o mejor aún, el Lovecraft de la poesía peruana es el gran Guillermo Chirinos Cúneo. Era un atormentado y sensible esquizofrénico que vivió hasta el final en la casa de su madre en El Callao. En el psicodélico 1967 publicó su opus única, la plaqueta, o mejor aún, el EP de 8 canciones Idiota del Apocalipsis, que si bien se editó en Lima, fue escrito en Marte. Tanto así que el single de libro, el Satisfaction, es Cenicienta, un poema sobre la violación a una empleada doméstica: "Derrumbada caíste, Cenicienta, derrumbada" ... El lenguaje de Chirinos Cúneo es de un lirismo a veces exasperante y podría ser comparable al de Eielson en un mal viaje de ácido: "Frente a la ciudad, frente al mundo, la madre bella ha parido un payaso azul pero irrisorio: maldito coito amarillo" ... La edición de su obra completa es la gran tarea pendiente que todavía tenemos sus fans.

Sin embargo, los 70 serán recordados como la que sacó a la luz a la primera gran escena hardcore de la poesía peruana: el grupo Hora Zero, los Detectives Salvajes del Perú. Los frontman eran Enrique Verástegui, Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel. Hablaré de cada cantante en orden, y digo cantante porque, al igual que los beats, Hora Zero le dio una importancia trascendental a los recitales, hasta convertirlos de alguna manera, en una experiencia. Verástegui era Jimi Hendrix, obviamente ... Con un primer libro tan rockero e influyente como Extramuros del Mundo, de 1971, que seguramente Ginsberg y Dylan hubieran aprobado. En varios momentos, los poemas de Extramuros me recuerdan la esencia del verso libre de "Poemas Underwood", de Martín Adán, poemas para quedarse sin aliento y con las venas hinchadas. ... Y pensar que ese mismo año, mientras los Stones editaban el Sticky Fingers, Juan Ramírez Ruiz publicaba Un par de vueltas por la realidad, libro de un adolescente que ama en Lima, ciudad que odia ... Y por esa época era cancelado el concierto de Santana, se habían prohibido las matinales, las bandas de rock ya no salían en televisión, grupos inmensos como Traffic Sound, El Polen, Pax, Kabul, Black Sugar o El Humo estaban a punto de ser olvidados, la cumbia reemplazaba al rock como música adolescente urbana ... Y los últimos rockeros se encerraban, se drogaban, soñaban escuchando sus discos en privado ... Y todos estábamos molestos y repletos de pasión ... Sentí esa cólera vivificante la primera vez que escuche leer, recitar, cantar a Jorge Pimentel, el poeta con mayor cantidad de libros buenos de Hora Zero. Cómo hace falta una revisión crítica desde el rock para que poder valorar Kenacort y Valium 10, Ave Soul, Palomino -ese Tonights the night, de Neil Young, por lo oscuro, por lo desgarrado-, Tromba de agosto - su disco No wave-, y primera muchacha, ese gran flujo, esa eyaculación inmensa digna de la voz un Marvin Gaye.

Eso fue Hora Zero ... Esos fueron los 70 ... De las redes de cambio mental que desarrolló lo que Timothy Leary llamó contracultura clásica, quizás la que mayores cambios sociales provocó fue la revolución sexual, con su crítica al patriarcado, búsqueda de una auténtica identidad femenina, y reivindicación de las sexualidades diferentes a las aceptadas por la mentalidad impuesta por lo supuestamente normal y por la ignorancia ... En ese sentido, la obra de Maria Emilia Cornejo es esencial y transgresora en una sociedad tan hipócrita y destructiva como la limeña ... Maria Emilia quizás fue la primera poeta peruana que realmente escribió como hembra - ¡esos fluidos que nadie antes mencionó! - y creó una receta ... Sus canciones, escritas para ser dichas directamente al oído del receptor me recuerdan mucho el intimismo y la delicadeza de un Nick Drake. A partir de Maria Emilia varias poetas tocaron piezas similares. Fue un movimiento generacional, cuya importancia todavía debe sopesarse. Los nombres de Carmen Ollé -también de Hora Zero- y Patricia Alba me parecen, desde esta perspectiva, pertinentes para iniciar una discusión sobre la posterior explosión de poesía femenina en los 80.

Porque en los 70 se estaban cocinando los 80. Y los 70 fueron una generación poética con verdaderas joyas rockeras. Debo mencionar entre otros a Enrique Sánchez Hernani y su testimonio barrial Heavy Rock, José Rosas Ribeyro, José Cerna, Luis Alberto Castillo y ese injustamente olvidado Melibea, César Valcárcel, Raúl Mendizábal y su extraordinario Prima Julianne, y Róger Santiváñez, que, aparte de una importante y temprana obra poética enraizada en el rock, estableció, luego de las visitas de los Saicos a la oficina de Juan Gonzalo Rose, el primer lazo importante de la escena poética y la escena rockera peruana. Y es que es cierto, hasta los años 80 no hubo conexión directa entre ambas escenas.

Eran ante todo compañeros de cantina aquel 1984 ... El finado Killowatt organizó un mítico concierto-recital donde todos se tiraron los trastos a la cabeza ... Óscar Malca, entre otros escritores, tras la edición de Ómnibus, editaban el fanzine Macho Cabrío ... El arequipeño Oswaldo Chanove ya había escrito sobre los Texao ... Pero también fue el tiempo de los grupos fundacionales del rock subterráneo: Leucemia y Narcosis ... Roger y su Datsun fueron el vaso comunicante entre el recién formado grupo Kloaka y la emergente movida subte. Había publicado poemas tremendamente rockeros desde 1974 en revistas. Sin embargo es su segundo libro, Homenaje para iniciados, de 1984 y, sobre todo, el Chico que se declaraba con la mirada, ese libro - filme tremendamente arrecho y con magnífico soundtrack, editado en 1988, con su mirada abismal hacia la juventud que se definió como sujeto en los 60s, los que lo convierten en uno de los ejes más importantes de esta historia secreta. Fueron tiempos de caos, y no podría decirse que había un movimiento colectivo poético rockero. Pero quedan huellas para reconstruir la historia: el grupo Benito Lacosta musicalizaba poemas de Eielson, Y poco más ... En todo caso hay que destacar que la movida subte cumplió la gran misión de reconstruir las redes del underground destruidas una década antes, y hacerlo desde un nuevo paradigma: el hazlo tú mismo.

Entonces llegan los 90 ... Esta parte de mi relato es obligatoriamente un testimonio de parte ... Si bien me es difícil tomar una distancia racional con canciones que me han hecho ver el mundo de determinada manera, mucho más difícil me es separarme de acontecimientos en los que participé directamente ... Para muchos de los que entramos a la adolescencia a fines de los 80 la militancia en las escenas rockeras reemplazó la militancia política ... La música fue nuestra escuela moral, la escuchábamos todos los días construyéndonos como sujetos ... Y a veces autodestruyéndonos como tales ... Quisiera que el a veces no tan bel morir de Josemari Recalde, Miguel Kudaka, Adriana Dávila, Carlos Oliva y otros amigos poetas, no simbolizaran tantos las intenciones poéticas de mi generación, que fueron de por sí muy variadas, como la incandescencia y la frustración que nos poseyó ... Ya saben, es mejor arder que desvanecerse, como dijo Neil Young, cosa que podría decirse sobre tantos poetas de primer libro único de esta historia ... Pero no todo fue tan trágico ... Hubo momentos anecdóticos, claro: el grupo Vanaguardia, las borracheras, las fervientes lecturas de poemas en la cafetería de Letras de La Católica, el premio Javier Heraud a Raúl Burneo y su posterior coronación con pasto, siendo paseado por el tontódromo como un rey momo por todos los poetas celosos de su triunfo ... Algunos poetas como Montserrat Álvarez en Zona Dark, Lorenzo Helguero en Boletos y Martín Rodríguez Gaona en Pista de baile, recogieron en sus libros una sensibilidad cercana a la música ... De tanta anécdota y valiososo casos individuales surgieron dos poetas que creo que merecen estar muy bien situados en este canon personal poético rockero, dado que la música y los universos pop son la columna vertebral de su obra: Bruno Mendizábal y José Carlos Yrigoyen.

Aunque por edad Bruno Mendizábal pertenece a una promoción anterior, fue un colega cercano a los que empezamos a fundirnos conscientemente con la poesía a partir de los 90. Su primer libro, San Felipe Blues, muestra de manera contundente, en este extraño diálogo entre música y palabra que estoy desarrollando, que una canción pop de menos de dos minutos puede llegar a captar lo más profundo del alma humana. Poemas cortos con títulos en inglés, poemas enemigos de la retórica donde un solitario de San Felipe fija sus iluminaciones, sus vértigos y su visión de la ciudad. Con claras influencias de Kavafis, Pessoa, Pavese y Ginsberg, la obra poética de Mendizábal, cuya calidad se vio confirmada por "otras Canciones" -¡Qué título para explícito!- es quizás la obra de esta historia secreta que más radicalmente incorpora formas y contenidos propios del universo del pop sin sacrificar absolutamente nada la profundidad y la sabiduría que revela la poesía puramente textual. Esto no es nada casual: mientras el rock flotaba en el ambiente y nos formaba he visto a Bruno trabajar durante meses textos de menos de 10 versos y darle la cadencia de una gran canción pop ...

La obra de Bruno Mendizábal influye directamente en lo que estaba empezando a hacer gente como Francisco Melgar (cuyo Lima 11 comparte escenarios comunes con la obra de Mendizábal) o José Carlos Yrigoyen, que tiene al menos un libro escrito deliberadamente con los recursos literarios tan bien trabajados por Bruno. Me refiero a La Balada del Anormal, escrito en el año 2001 con el polisémico título original de Chicos, que tuve el honor de ayudar a corregir. Poemas cortísimos, urgentes y atormentados donde se relata la culpa y la pasión de un diferente, constituyen pequeñas joyas que reivindican el margen y la recuperación del cuerpo, atacando el status quo mental, fin de toda expresión contracultural ... Yrigoyen continuó su búsqueda por universos pop con su siguiente libro: Lesley Gore en el Infierno. El título hace alusión a una cantante que a principios de los 60 tuvo algunos éxitos y años después salió a escena a reivindicar su lesbianismo ... Las imágenes que desarrolla Yrigoyen en este libro nos aproximan a un infierno que episódicamente hemos vivido muchos de los que poblamos nuestro espíritu con el mundo del rock y el universo cultural que se encuentra alrededor: las películas de serie B, las esperanzas de una revolución moral donde ser diferente sea normal, donde no exista lo normal y en todo caso, la vida sea divertida, profundamente divertida e intensa como una buena canción de Los Beatles o de Los Rolling Stones.

Llego al final de mi relato. He intentado trazar una cartografía, no tanto de la poesía peruana que tiene referentes rockeros, sino de la poesía peruana que rockea. ¿Y qué es rockear? Rockear es ante todo estar poseído por un ritmo, es decir es por algo intrínsecamente poético ... Pero rockear es también una actitud frente al mundo tal cual es, buscando otra forma de vivir, de vivir real e intensamente ... El poder se aproxima a sus objetos de estudio trazando líneas verticales y horizontales, encajonando, clasificando ... He querido más bien trazar diagonales entre dos disciplinas artísticas que en algún momento dado estaban confundidas en una sola ...

Lo único que falta por hacer es un top ten. Cada quien puede hacer el suyo, y los invito a hacerlo, pero el mío personal, sin orden de preferencia estaría constituido por la siguiente lista de poemas o libros de poemas, si se da el caso de una unidad irrompible en el conjunto de textos: Vox Horrísona (libro entero, todas las ediciones), de Luis Hernández, Poemas Underwood, de Martín Adán, Idiota del Apocalipsis, de Guillermo Chirinos Cúneo, Poema para Jack Kerouac, de Óscar Málaga, En los extramuros del mundo (libro entero), de Enrique Verástegui, La muchacha mala de la historia, de María Emilia Cornejo, Prima Julianne, de Raúl Mendizábal, El Chico que se declaraba con la mirada (libro entero), de Roger Santiváñez, Caro Zegarrín, de Bruno Mendizábal, y Lesley Gore y la psicodelia, de José Carlos Yrigoyen.

Seguro que en esta cartografía personal se echarán de menos algunos nombres: estas omisiones se deben a la ignorancia o a que simplemente no pasaron la prueba de mi lectura, que siempre reconoceré como subjetiva. Las argollas, el malditismo, los versos olvidables, los amiguismos, lo que celebran los gacetilleros no son algo que me importe ... Porque, como he estado repitiendo a lo largo de esta ponencia, lo que importan son las canciones que nos gustan, las canciones que podamos recordar ... Porque como dice Greil Marcus, en un libro cuyo título he plagiado para esta ponencia: "La música busca cambiar la vida, pero la vida sigue y la música queda atrás; eso es lo que queda para que podamos hablar de ello".

Artículo tomado de este sitio

ENTREVISTA A CARLOS TORRES ROTONDO


Magia en la periferia
Por: Diego Otero

Justo antes de partir a España, asfixiado por la grisura limeña, el escritor Carlos Torres Rotondo (Lima, 1973) recibió un par de caset de noventa minutos en los que se desplegaba el sonido de algunas de las bandas más importantes de la primera escena rockera limeña: Los Saicos, claro, pero también Los Shain’s, Los Belking’s, Laghonia, Telegraph Avenue, etcétera. El efecto fue letal e inmediato: nunca más pudo sacarse de la cabeza ese puñado de canciones; esos sonidos que desde entonces no dudó en calificar de brillantes.

Pocos años después, afincado ya en Madrid, Torres Rotondo volvía a esos caset como quien vuelve a los orígenes de su historia: a su genealogía. Su genealogía como limeño y como obstinado oyente de rock, pero también de un modo más concreto, como hijo de Carlos “Oso” Torres Requena, uno de los bajistas más importantes de dicha escena. ¿Pero, por qué recién a los veintitantos, lejos del país, escuchaba la fuerza de esos grupos?, ¿cómo era posible que nadie en Lima le hubiera contado qué pasó con estos precursores? Escribir el libro, entonces, se convirtió en una urgencia personal.

Hoy día, con el libro finalmente publicado, una cosa es clara para Torres Rotondo: relatar la historia de la primera escena del rock peruano es intentar conocer una zona valiosa y singular de nuestro pasado más reciente; una zona que diversos factores han sumergido en la sombra. En “El corto verano de la anarquía”, el poeta y novelista alemán Hans Magnus Enzensberger dice que la historia es siempre una ficción colectiva, y por eso Torres Rotondo ha construido un relato que tiene el ímpetu de una novela, pero que responde al estricto testimonio de los propios músicos.

En “Demoler” combinas técnicas narrativas, de periodismo, de historiografía y de ciencias sociales, casi a la manera de un documentalista
Siempre supe que tenía que relatarse en forma de libro. Es muy difícil que alguien pueda hacer un trabajo audiovisual con este material porque cuando entra Velasco al gobierno, Telecentro, la entidad encargada de la televisión, reutiliza las cintas que contenían performances de todos estos grupos de rock.

¿Bajo qué criterios decides centrar el espectro del relato en los años 57-75?
Al comienzo quería hacer un libro sobre el rock peruano que echara una mirada totalizadora, pero luego me di cuenta de que entre los años 75 y 83 se produce un hiato que lleva a nuestro rock a las catacumbas, y que para relatar eso habría tenido que recurrir a metodologías más complejas o trabajosas. Además, claro, la diferencia en términos cualitativos es abismal. El nivel de la primera escena es mucho más alto.

¿Tan notoria es esa diferencia? ¿Te parece verdad ese mito que dice que la escena peruana de los sesenta es la mejor de Latinoamérica?
No, me parece un comentario más bien chauvinista. Hay bandas interesantes en varios países de América Latina, pero como conjunto sí fue una de las más fuertes. Brasil y Uruguay también lo fueron, desde luego. Pero para poder hablar de estas cosas necesitamos que la historia exista. Toda sociedad necesita una historia del espectáculo y de la ideología que lo sustenta. En ese sentido “Demoler” es parte de una arqueología del saber, para usar la expresión de Foucault.
Cada uno de los capítulos de “Demoler” cuenta la historia de una banda, desde su formación hasta su eclipse. Y como disolver un proyecto para luego reaparecer en otro ha sido práctica habitual entre los músicos de rock, algunos personajes de este relato se entrecruzan y generan una trama narrativa sugerente, que siempre parece espontánea.

¿Qué llevó a una escena tan diversa y vigorosa a la extinción y al olvido?
Hubo varios factores, pero el principal quizá fue esa especie de agotamiento generacional en un nivel global. En ese sentido yo creo que hubo un combate desde el poder, desde arriba, en todo el mundo. Ya por el 73, con la crisis del petróleo, toda la movida hippie, todo lo que Timothy Leary llama la contracultura clásica, entra en decadencia, hasta que empieza un nuevo ciclo, con una nueva posta generacional, en 1975. La historia del rock es una historia de hiatos, de picos y decadencias.

El Comercio 23/8/2009

Nuestros años salvajes (fragmento) - Carlos Torres Rotondo