lunes, 27 de febrero de 2012

PAX




Por Wikipedia

PAX es una banda de Rock pesado y ácido formada en 1969 en Perú. Considerada una de las bandas pioneras del heavy metal en Latinoamérica y del Perú. Surgida hacia finales de la década de 1960 (hace 40 años), fue originalmente un proyecto del guitarrista de Los Shain's, Enrique ‘Pico’ Ego Aguirre. Hoy la banda está compuesta por: Jorge Mora (voz y bajo), Nicolas Mantani (Batería) y Enrique 'Pico' Ego Aguirre (guitarra).

Los setentas

Luego de haber sido guitarrista de la banda Los Shain's, ‘Pico’ Ego Aguirre decidió inclinarse hacia un sonido más fuerte. Así, cuando en 1969 Gerardo Manuel (voz) deja aquella banda, surgen “Los Nuevos Shain’s”, un proyecto liderado por ‘Pico’ y que presentaba un rock más duro. Luego de un tiempo, ‘Pico’ se aparta del grupo y, junto a Miguel Flores (batería), Mark Aguilar (bajo y piano), y Jaime Orué (voz), crean la primera versión de PAX, en la que el mismo Gerardo Manuel también colaboró en algún momento. En aquel entonces, todas las letras estaban compuestas en inglés, y el sonido de la banda tenía una clara influencia de bandas como Deep Purple, Led Zeppelin, Jimi Hendrix o Black Sabbath. "Firefly", de 1969, sería el primer éxito del grupo. El tema forma parte de un LP básico, que también incluye otro favorito de esos días: "Storyless Junkie. El fin de esta primera etapa del grupo estuvo lejos de estar relacionada con una iniciativa propia de la banda. Y es que la llegada del Gobierno Militar de Juan Velasco Alvarado (1968-1975), supuso –entre una serie de medidas– desterrar el rock y la música en inglés que se producía en el país por ser consideradas como ‘pro-imperialistas’ o ‘alienantes’. Por esta razón, la movida musical rockera peruana de aquellos años se vio afectada. Los conciertos se hicieron casi clandestinos y entre muchas de las bandas que cesaron su actividad, se encontraba PAX.

Los ochentas

PAX regresa en 1984. Aunque nunca se disolvió oficialmente, el grupo había suspendido presentaciones y producción. Así, la banda vuelve a escena con una nueva formación: a Enrique ‘Pico’ Ego Aguirre, se sumaban: Nicolás Mantani (batería), Tito Vinatea (voz), Juan Carlos Caipo (Teclados) y Junior Caipo (bajo). Al poco tiempo, Vinatea y Mark Caipo salen del grupo, entrando Jorge Mora en la voz y el bajo. Habían pasado 10 años desde que habían decidido alejarse de la escena y PAX volvía con un sonido más fuerte que nunca. Es con esta alineación que se lanzan en 1985 "Exterminio" y "Radar de amor", dos sencillos que tuvieron una muy buena acogida y pusieron al grupo en la tribuna de las radios locales y que contaron con sus respectivos videoclips. Aunque en esa época llegaron a grabar un disco, el infortunio alcanzó a PAX, al quebrar la disquera que habían elegido, perdiéndose el material acumulado para dicha producción. Hacia 1987, las presentaciones se fueron espaciando y el grupo se suspendió nuevamente.

El nuevo milenio

En febrero del 2008, la banda Deep Purple dio un concierto en Lima. PAX, que llevaban apenas cuatro meses de renovada actividad, fue la banda que abrió el evento y volvió con un escenario bien merecido. Al respecto, Gerardo Manuel, siendo ya un reconocido comentarista y periodista de rock, además de músico, comentó en su blog DISCO CLUB del diario El Comercio: “No digamos que PAX es telonero de Deep Purple, digamos que PAX va a tocar con Deep Purple”[3] PAX volvía, luego de más de dos décadas de hibernación. En esta alineación de PAX, a ‘Pico’ Ego Aguirre (guitarra), Jorge Mora (voz y bajo) y Nicolás Mantani (batería), se sumaba un nuevo y joven integrante: Leonardo Velasco (teclados). Además, el tecladista original de Los Shain's (Lynn Stricklin) los acompañaba como músico de apoyo. A pesar de los buenos resultados de aquella noche finalmente no se incluyó a Velasco dentro del grupo puesto que el sonido de PAX siempre fue el de un power trio.

Discografía

Disco de estudio:
PAX (LP, 1970)

Sencillos:
Radar Love / Dark rose (45 RPM, 1974/75) con Gerardo Manuel-Discos El Virrey
Exorcism / Mr. Skin (45 RPM, 1974/75) con Gerardo Manuel-Discos El Virrey
Exterminio / Radar de amor (45 RPM, 1985) Fonovideo

martes, 14 de febrero de 2012

Dario Gianella "Tranquila Reflexión"



Por Christian Van Lacke

Desde muy chico, la figura de Darío me resultaba cercana, conocida, inquietante. Recuerdo, y no una, sino decenas de veces, a mi viejo vociferando y tocando los compases de “Tiempo en el sol”, un hermoso tema acústico, que compuso Darío para “Tarkus”, grupo en el que compartieron durante los albores de los años 70´s.

Lo escuchaba y lo veía lentamente desprenderse de su cuerpo, casi flotando, y al toque alguna anécdota, me contaba de ese prodigio de la guitarra de 16 años, de lo adelantado que estaba a su tiempo, del magnetismo que tenía frente a los demás, de cuando lo convenció -sin permiso de sus padres- a partir rumbo a la ciudad del sol a cantarle a los dioses incas. Esto se dio de alguna manera con un par de músicos Peruanos que mi viejo había conocido en Lima apenas unos meses atrás, pues mi padre no era ningún tonto y estaba convencido de que se estaba llevando consigo un diamante en bruto, un genio y me consta que mi viejo en el arte de convencerte es un especialista.

Esta figura inquietante -casi paternal- me influyó a lo largo de mi vida y, hasta donde sé, a todo aquel que tuvo el privilegio de conocerlo. En Abril de 1972, Darío y mi viejo se embarcaron rumbo a Lima, llegaron diez días después, cansados, pero alucinados y llenos de historias de ruta. Su equipaje consistia en una valijita como de abuela con apenas algo de ropa, algunos discos de Black Sabbath y de Pappo`s Blues, una Les Paul Custom, sandalias de cuero y un poncho rojo de tela que le cubría a Darío por los hombros y el torso.

Desde ese instante, Darío se convirtió en Cometa, de esos que iluminan el cielo para siempre, pero que solo se dejan ver por escasos segundos. Armaron la banda “Tarkus” casi en el acto, junto con Walo y Alex, dos chicos peruanos con los que compartían ideologías, porros y demás efemérides, chicos que se dejaron llevar por el genio de este joven/viejo de apellido Gianella, oriundo del barrio de Palermo, localidad ubicada en el corazón de la capital porteña.

Darío pasaba la mayor parte del tiempo, encerrado en la casa de Walo en el segundo piso de un departamento ubicado en la calle San José esquina con Sucre en Pueblo Libre. Aquí pasaban los días componiendo docenas de canciones y escribiendo sus letras en un pequeño cuaderno, algunas tipiadas gentilmente a máquina por Walo y otras que nunca se sabrá adonde fueron a parar, pocas veces salía a la calle, se le veía comprando el pan para el desayuno y otra vez al cuarto a seguir componiendo entre inciensos y cortinas de estilo árabe, como un impulso vital. Walo recuerda cual foto verlo a Darío a las siete de la mañana, en la fila de la panadería de la esquina con todas las amas de casa y las empleadas, con el perro de la casa y su “Eterna Sonrisa”. Al principio a las señoras les resultaba un poco raro el chico, lo miraban como si hubiese bajado de un Ovni, pero con el tiempo se volvieron en confidentes y lo adoraban.

Durante esos primeros meses “Tarkus” grabó lo que a la postre sería su primer y único álbum hasta la fecha, sin darse cuenta realmente del valor que tendría algunas décadas después para muchos jóvenes músicos y coleccionistas, hablando claro, en términos de rock Pesado. Con el tiempo la banda tomaría el valor de banda de culto, a pesar que en aquella época no se daban cuenta que estaban sentando ese precedente, pues el tiempo corría demasiado rápido por aquellos días. Además de los 8 temas -casi todos de autoría de Darío- los cuales quedaron registrados en vinilo, llegaron a grabar unos 4 o 5 temas más, que por razones que hoy se desconocen, se perdieron dentro de la fabrica MAG seguramente para siempre cuando cerraron sus puertas definitivamente.

En aquel entonces, a mediados de 1972, Darío conoció a un grupo de personas con aspecto angelical y confesos devotos de Jesucristo, conocidos posteriormente en todo el mundo como “Los Niños de Dios”.

Una mañana y a días de debutar oficialmente como banda, Walo, Alex y mi viejo estaban esperándolo con corresponsales de una prestigiosa revista limeña, les harían una nota para que hablaran del disco y del concierto debut programado en el cine “El Pacifico”, pero Dario no llegaba.. En eso toca la puerta y cruza sin mediar palabra alguna y con su “Eterna Sonrisa”, esta vez aún mas pronunciada. Comenzó a recoger lentamente sus cosas y entregándole la guitarra eléctrica a mi viejo sentencia:”Desde este momento, dejo de hacer música inspirada por las drogas y el sistema, solamente voy a ofrendar mi música al Señor”; un viento helado corrió en la sala del departamento de Sucre, trataron de convencerlo, pero fue imposible, la decisión ya estaba tomada y nunca más la cambiaria.

Desde ese momento, se convirtió en el compositor de “Los Niños de Dios” y rápidamente en un líder, adoptando el nombre de “Manases”, nombre concebido en un ritual de iniciación practicado por la congregación. Pasaron algunas semanas y aparece por Lima el padre de Darío -un Oficial de Marina de las Fuerzas Armadas Argentinas- contacta a mi viejo y éste le cuenta como encontrarlo, el padre trata de convencerlo para que regrese a Argentina lo antes posible pero fracasa en el intento. Días después llega con una ambulancia a la casa de los cofrades y se llevan a Darío rumbo a Buenos Aires, amarrado y con camisa de fuerza. Ya en Argentina, sus familiares lo internan en un neuro psiquiátrico y al salir Darío se contacta nuevamente con los Niños de Dios y estos le encomiendan que forme allá la congregación. Se dispone a hacer eso, con gran éxito, en poco tiempo Buenos Aires es uno de los puntos estratégicos más fuertes en el mundo para la congregación. Darío era un imán, de esas personas que no hablan mucho, pero cuando lo hacen todo el mundo calla y escucha,”Hablaba con poesía”, cuentan por ahí.

Pasados un par de años, Darío se entera que uno de sus camaradas de Tarkus se esta viendo con la congregación en Lima y preguntando por él, pero parece no estar del todo seguro de pertenecer ahí. Esto convence a Darío de que su misión estaba cumplida en Buenos Aires y viaja nuevamente a Perú para encontrarse con su amigo Alex. Nuevamente en Lima y con Alex entre sus hermanos graba un simple y luego un LP para la congregación, que se vende a miles en todo Latinoamérica, con mayoría de canciones suyas y algunas de Alex. Cuenta Alex, que en la casa donde vivían con la congregación, donde vivían en comunidad, habían días que subían a “La Azotea” de la casa y tocaban a escondidas temas de Tarkus y otros nuevos, en el mas absoluto secreto, quizá los últimos temas de rock que compuso o quizá no.

La congregación”Los Niños de Dios” fue perseguida por la justicia por razones que ahora no vienen al caso. Darío se marcha junto a su mujer a los Estados Unidos -precisamente a Seattle- nunca más se sabrá de él hasta hoy.
Más de 30 años después de esta historia, me vengo a vivir a Lima, otra vez la gente se me acerca para hablarme de ese mágico ser que cautivaba con su discurso y con su música, me pongo a investigar en la web en busca de algún indicio de su existencia, y nada. Un día me topo con un “Gianella” en una página que es cantante y descubro por una pequeña reseña que se trataba de su hijo, nos mandamos un par de correos y me cuenta que vive en Madrid, pero no con su padre. Trato de establecer un contacto, a través de él, pero en su ultimo mail me escribe:”Mi padre en este momento está más centrado en Dios que en cualquier otra cosa”. Nunca más nos volvimos a comunicar, le mande algunas fotos, prensas y hasta un par de cartas, quizá de ese modo el loco se animaría a responder, pero lo cierto es que no hubo caso.

Después de seis meses de residencia en Lima, casualmente en Pueblo Libre, casualmente en la casa de Walo Carrillo, llama Alex Nathanson, su antiguo amigo y cómplice de Darío, anunciando que se viene al Perú. Y si rearmamos Tarkus? nos preguntamos con Walo. Así fue que se coincidió con una segunda reedición del CD, hicimos un recital colmado de gente -de jóvenes y no tanto- gente que vino de muy lejos para verlos y que se preguntaban casi como un loop, ¿Qué fue de la vida de Darío Gianella?, ¿En donde está?, ¿Cuándo lo traen? El concierto fue impresionante y muy emotivo en todo el sentido de la palabra.

Debo confesar, que cuando empecé con la tarea de sacar los temas -los arreglos y los solos- y aunque venia escuchando la música de Tarkus desde mi más tierna edad, las canciones no dejaron de sorprenderme ni por un segundo, una tras otra, cada vez más y más. Era como ponerme en la piel de este ser luminoso de a ratos, al menos eso sentía por aquel entonces. Alex me mostró algunos de los temas que quedaron fuera del Long Play, así como los temas que ensayaba a dúo con Darío en “La Azotea” de la congregación y así me fui fundiendo entre riffs hipnóticos, con las letras delirantes de ese genio de Darío, de Manases, del Cosmonauta o como quieran llamarlo.



Darío Gianella (izquierda, poncho rojo) y Guillermo Van Lacke rumbo al Perú, donde formarían el grupo Tarkus, junto con Walo Carrillo y Alex Nathanson.

Publicado el 2/2/2008 en "El Blog Suicidado"

Tarkus - Tarkus



Por Fer (del sitio El Portal del Metal)

El que les traigo hoy es el primer disco que se puede considerar ‘rock pesado’ o Heavy Metal en español del que tengo conocimiento, y bien puede ser el primer disco de Heavy en español, así como se lo considera al primer disco de los Sabbath el primer disco de Heavy Metal creado.

Pero además de ello, que no es moco de pavo, es también el registro de la existencia de un joven talento como pocos, llamado Darío Gianella.

Tarkus, que toma su nombre del disco de los brillantes Emerson, Lake & Palmer, se formó en Perú en 1971. Alex Nathanson y Walo Carillo, ambos peruanos, dejan Telegraph Avenue y se juntan con dos argentinos, el bajista Guillermo Van Lacke, a quien ya conocían y quien regresa a la Argentina para buscar al guitarrista de 16 años Darío Gianella, con la idea de formar una nueva banda, y el timing fue excelente. El guitarrista acepta sin dudar un segundo la propuesta y parte a recorrer varios países para llegar a tierras incaicas, sin permiso de sus padres. Este joven se haría cargo de la compleja tarea de la composición, en estos sonidos a los que querían llegar, la mezcla de Sabbath con Zeppelin y el rock argentino del momento que traía de por si un ramalazo a Deep Purple.

El núcleo de la música se compuso en esos 10 días de viaje de regreso a Perú, llevando consigo los discos de Sabbath y Pappo’s Blues, la guitarra y una pequeña maleta. Es que cuando los buenos músicos tienen esa inspiración divina, una guitarra en un largo viaje en tren es todo lo que necesitan para componer. Al llegar a destino, las canciones estaban casi listas.

En 1972 (de milagro) lanzan su único disco sentando dos precedentes: el del primer disco considerado Heavy en español y el del diseño de la tapa de disco completamente negro, siendo el único detalle de otro color el logo en blanco. Esto en 1972 era un detalle muy Heavy, maléfico, en una época donde los colores vivos del progresivo psicodélico eran la norma, salvo por unos locos inadaptados de Birmingham, que un año y algo antes habían creado todo un género nuevo. Como todo episodio de la historia hay que verlo y considerarlo de acuerdo al momento de creación. Por ello, los logros de Tarkus, así como los de los primeros Sabbath son sucesos incontestables, de un valor inmenso. Pero así como a los Sabbath siempre se les reconocerá su aporte, este disco de Tarkus pocas veces es mencionado al referirse a los inicios del Heavy en español.

En ese entonces en Perú había una dictadura militar y los que llevaban el look rockero eran perseguidos, otro punto para destacar de la valentía que tuvieron.

El resultado de esta combinación de esfuerzos es un excelente disco, mezclando a los Sabbath y Led Zeppelin de 1970-1972 y una inconfundible cuota de rock argentino de bandas como Almendra y Vox Dei. Grabado entre ácidos y marihuana (lo que se refleja claramente en las letras) no resalta sólo por la cuestión de ser un precursor, sino que tiene composiciones y detalles brillantes con un guitarrista fresco e inspiradísimo, de gran técnica y digitación apta solamente para los grandes músicos, y eso que tenía 16 años.

Este muchacho es sin dudas el punto más alto del disco y el que le da esa “macabra personalidad” al disco y a la banda. Un joven que tenía un futuro impresionante que con su corta edad se puso al hombro la composición y las letras (salvo en “Cambiemos Ya”) e impresionaba con sus riffs, punteos y sentimiento. Una calidad reservada para los pródigos. Por lástima nunca podremos saber a lo que hubiera llegado este diamante en bruto, con un talento nato al que ayudaba con dedicación e incansables horas de práctica, despertándose a las 6 de la mañana todos los días para practicar escalas y digitaciones. Ese carácter compulsivo se reflejaba en el escenario, dado que no paraba de moverse un segundo y seguía tocando aún cuando el show había terminado y los amplificadores ya estaban apagados.

El disco, más cercano al trabajo primogénito de los Sabbath que a su Paranoid, con riffs y solos brutalmente distorsionados, heavys hasta la médula, un cantante de inconfundible pasado melódico, pero que ajustó sus tonos y modulaciones por sugerencia de Guillermo, que de alguna manera previo que el estilo operístico, teatralmente exagerado era lo necesario para la banda, especialmente para las presentaciones en vivo, que eran magistrales dado que esa representación del cantante, generaba un impacto instantáneo en quien lo presenciara.

De todas formas Alex Nathanson le imprimió su personalidad, creando así a una criatura mezcla de ficción y realidad, como tantos otros harían después, y cantando en falsete de hirientes agudos. Junto a las porciones de gritos y delirios resulta en un voceras muy interesante aunque por momentos puede sonar algo forzado, producto inherente de esa teatralidad, siendo que no tuvieron el tiempo necesario para pulirlo al extremo, ya que grabaron lo más rápido posible. Cuando el resto de la banda aporta sus voces queda realmente guapo y resulta perfecto.



Así es que tenemos canciones como El pirata que directamente nos recibe con un cachetazo de guante de acero, un riffeo inconcebiblemente oscurantista para su momento, (casi como el de Hole in the Sky pero al doble de velocidad, y 3 años antes) siendo esto toda una declaración de cojones, el empezar así el redondo. Uno de sus himnos más recordados, con un guitarreo que se sale por todos lados, una buena labor en voces que sobre el final de este tema resbala lentamente hacia la locura y unos solos y punteos que simplemente maravillan por lo adelantado que ese adolescente estaba.

También las hay más melódicas o con un Blues-Rock bellísimo pero oscuro. Teniendo en cuenta el pasado y formación que estos Tarkus traían consigo, esos estilos debían estar representados a la fuerza, sin mencionar que lo hacían de manera espléndida. Martha ya esta (nunca nos enteraríamos quien era Martha) y Tranquila reflexión tienen mucho de ello, especialmente el segundo, donde claro que los riffeos pesados y demenciales están presentes, pero el núcleo del track pasa por el lado del Jazz-Blues donde la versatilidad, calidad, virtuosismo y sentimiento de Gianella se palpa en cada nota, así como en las extensas porciones instrumentales donde le saca viruta a la guitarra.

Cambiemos ya, con letra de Alex, y algunos de los riffeos más destacados del trabajo, pero con un ramalazo lisérgico impreso principalmente por el mismo, es otro de los destacados. A los (02:41) directamente se disfrazan de Black Sabbath y descienden a las oscuridades más profundas de la incoherencia cerrando el tema de manera magnífica.

Tempestad, transita en un punto medio difícil de calificar, e imposible de ignorar. Pasando de una melodía saltarina a ritmos lentos e hipnóticos, impecables e inquietantes, obteniendo aún hoy, casi 40 años después, ese efecto sobrecogedor, de ambiente denso y no del todo comprensible con una gran labor en guitarra como en todo el trabajo. Los arreglos clásicos se hacen sentir, es que Darío tenia respeto y admiración por ellos.

Tema para Lilus empieza con un riffeo increíblemente subversivo, alarmante y sombrío, que se devela como una danza macabra que si hoy día nos hace pegarnos a la silla y escuchar con atención, en 1972 debería provocar mojadura de pantalones. Nuevamente Gianella hace una labor para sacarse el sombrero. Lilus era un gato de la calle, visto mientras estaba en viaje de ácido.

Río Tonto sería una de las más representativas del todo, de todas sus influencias y personalidades. Comenzando de manera funeraria, pero desenvolviéndose con soltura, gracia y psicodelia, sin soltar nunca esa aura tétrica que incluso en los momentos más “felices” interrumpe con su lobreguez encarnada en unas líneas de guitarra que intimidan con su porte y precisión.

El cierre es Tiempo en el sol de cierta poesía detrás de su simpleza. Compases de una belleza notable y sutil a la vez que dejan ver un poquito de esa faceta intimista de Gianella así como su voz, dado que es el único en el que canta, y lo hace muy bien, con soltura y despreocupación.

Todo terminaría también en ese 1972, cuando los denominados “Niños de Dios”, secta religiosa de USA, convencen a Gianella a que se les una. Como Van Lacke menciona en entrevistas: “Darío vino esa noche y me dijo ‘te dejo la guitarra, no toco más’, y ahí se acabó Tarkus”. Intentarían conseguir un reemplazo, pero el genial guitarrista sería imposible de sustituir y de convencer. El sueño había terminado.

Llegamos así al cierre de un trabajo brillante y tenebroso a la vez, realizado por cuatro grandes músicos, de una visión a futuro increíble y que significo el primer paso del Heavy Metal cantado y compuesto para el español, rodeado de muchas historias y cuya existencia es un documento invaluable que hoy día es codiciado por coleccionistas, y para mí un registro de la existencia de un joven guitarrista, compositor y letrista, que por cuestiones de la vida solo nos develó una pequeña porción de su inmenso talento, el cual será imposible de medir con justeza

Sello: MAG

Publicado el 20/6/2010 en El Portal del Metal

lunes, 13 de febrero de 2012

Tarkus (Biografía)




Por MySpace de Tarkus

Tarkus nace a raiz de la separicion de la banda Telegraph Avenue que estaba integrada por los peruanos Alex Nathanson en guitarra y voz y Walo Carillo en batería,ambos una de las bandas más exitosas de la escena con su álbum homónimo de 1971. Ese mismo año estos miembros se unen temporalmente al bajista argentino Guillermo Van Lacke , con la intención de explorar terrenos que iban desde el rock duró hasta el progresivo incipiente. Finalmente se incorpora el guitarrista argentino Dario Gianella, quien junto a Van Lacke serían los compositores dando forma definitiva a la agrupación. Led Zeppelín y Black Sabbath es la influencia más notable. Rock duro de guitarras distorsionadas con abundancia de riffs y solos además de una voz propia del rock metálico a veces exageradamente impostada, son los elementos preponderantes del álbum, cantado en castellano. solo en algunos breves pasajes recurren a una mayor elaboración, instrumentaciones acústicas o a la fusión jazzera. Tarkus fue el grupo de rock en el Perú que fue el primero en interpretar temas completamente en castellano para este tipo de genero (Heavy). Las magníficas voces y los excelentes solos de guitarra, fue la característica de los temas interpretados por TARKUS. Lo cual motivo a que sean reconocidos como el grupo más heavy (rock peasado) del rock en español. La banda solo edita un LP,Tarkus, con una tirada muy reducida y hace algunas presentaciones antes de separarse, con el retorno de Nathanson y Carillo a Telegraph Avenue para registrar un nuevo álbum. Su principal tema fue "El pirata" primer tema del lado A en el vinilo, además de "Martha ya está", "Tema para Lilus", "Tranquila tempestad". 34 años despues, el sello discográfico peruano Repsychled Records, tiene el placer de editar este album en formato CD por primera vez. Con un diseño que replica a escala el álbum original. El CD incluye un libro con fotos de los músicos, del disco y notas de prensa sobre la banda, así como fotos de los manuscritos originales que incluían las letras de las canciones. Adicionalmente incluye dos insertos, uno con la historia de la banda y otro con un cancionero. Esta re-edición fue hecha utilizando la cinta original y mejorandola cuidadosamente a traves de un sistema de remasterización a tubos. Ahora en el 2009 la banda a decidido cambiar de nombre a TLON y tomar el semblante de Tarkus. Bajo este nuevo nombre se decide sacar un disco que sera editado por el sello peruano Repsycheld, la cual saldra a mediados de Enero y la presentación oficial de la banda y del disco este 5 de febrero del 2009.

Publicado en el MySpace de Tarkus

Tarkus



Por Carlos Torres Rotondo

Cierto candente sábado a fines de abril de 1972 estalló el Rock Pesado en el Perú. El estadio de Chiclayo estaba abarrotado con más de dos mil personas que esperaban escuchar un concierto de Telegraph Avenue, el grupo peruano que el año anterior había editado su primer vinilo, un éxito de ventas que superó cualquier récord en el rock nacional hasta ese entonces. Al caer la noche, luego de que tocaran algunos artistas sin mayor brillo, el presentador anunció al público la llegada de la banda estelar. La entrada de los músicos desconcertó a los espectadores que los conocían de anteriores recitales. Álex Nathanson continuaba en la primera voz pero ya no se encargaba del bajo como solía hacer en Telegraph. Incluso su atuendo era diferente: vestía un poncho rojo y su pelo largo estaba peinado con raya al medio como el resto de sus compañeros, hecho que no se veía ni siquiera en Lima, ya que todos los hippies nacionales llevaban raya al costado. Y del resto de la banda ni hablar. El más fanático podía reconocer a Walo Carrillo, también de Telegraph, sentado tras la batería aporreando los tambores, pero ahí acababan los parecidos. Los otros músicos eran unos completos desconocidos. Se trataba de los argentinos Guillermo Van Lacke en el bajo y Darío Gianella en la guitarra. Cuando empezaron a tocar, Chiclayo dejó la tierra y viajó a Marte. La música era un hardrock oscuro y raro; la expresividad del vocalista y lo poético de las letras eran casi operísticos. Aunque su propuesta era una mezcla de Black Sabbath con Led Zeppelin y toques de Almendra, su sonido incluso prefiguraba el de la British new wave of heavy metal de fines de los setenta. Además, había bastante teatro: el público se quedaba con la boca abierta cuando Nathanson caminando como un jorobado y con un lamparín de kerosene en la mano entonaba con su falsete de hembrita ese cuento digno de Salgari llamado El Pirata; porque los temas eran propios y en castellano, y las letras tan metafóricas y alucinantes que muchos lamentaban no tener un ácido bajo la lengua en aquellos momentos. Y Darío Gianella, con apenas diecisiete años recién cumplidos, se revolcaba en el piso como Angus Young de AC/DC pero sin uniforme; ese fanático de Jimmy Page no lo necesitaba porque ya vivía en su propia alucinada y ésta era visible para el que escuchaba su música venida de otra dimensión. Obviamente no eran Telegraph Avenue, pero usurpaban su nombre.

La verdadera historia de Tarkus tiene su origen en sucesos acaecidos pocos meses atrás. En el verano de 1972 Telegraph Avenue vivía su mayor momento de esplendor. Su primer LP había logrado una difusión inusitada hasta ese entonces. Tenían programados conciertos todas las semanas en el Galaxy y Walo, cumpliendo su función de manager, contestaba llamadas de todo el país. Pero como dice la canción: todo tiene su final, nada dura para siempre. Cierta mañana estival Walo se dirigió en su Volkswagen al bowling de Miraflores, donde unos patas apodados Los Franceses vendían tronchos armados a diez soles cada uno. Los encontró, pero un minuto después la policía los ampayó a todos negociando una colombiana con una mayor concentración de THC que la piurana común y silvestre. Los transeúntes lo vieron junto a los pushers mientras la tombería los empujaba violentamente al patrullero. Apenas pudo, Walo llamó por teléfono a Chachi Luján: Telegraph iba a tener ensayo esa misma tarde y los muchachos tenían que buscar la manera de sacarlo del calabozo. Apenas Chachi llegó al cuartel general de la banda —ubicado en jirón Paruro—, en lugar de abogar por su amigo, declaró que con Walo iba a suceder lo mismo que con Jerry Lam Cam —su antiguo bajista—, quien se había ausentado repentinamente causando mucho daño al grupo, que debió cancelar todas sus presentaciones pactadas. Si Walo estaba en cana era porque lo habían agarrado con las manos en la masa, por lo que entonces nada se podría hacer para ayudarlo, lo único que quedaba era buscar a otro baterista. Con la desaprobación de Álex Nathanson, llamaron al Osito Barreda. Sin embargo a Walo no le sucedió lo que a Jerry Lam, ya que salió de la cárcel a los cuatro días gracias a una vara que se consiguió oportunamente. Cuando Walo llegó a la sala de ensayos lo vieron como un fantasma. Su situación en la banda había quedado en un estado completamente incierto. No sé si llegaron a realizar algún concierto de despedida en esta primera etapa. Ya estaban heridos de muerte y el desbande de Telegraph Avenue fue instantáneo. Woody Allen dice que la vida no imita al arte, sino a la mala televisión, y en este caso es cierto. Solo a un pésimo guionista se le ocurriría un lío tan inverosímil como éste, pero el hecho es que en la realidad se dio, y gracias a una sucesión de felices coincidencias nació Tarkus y pudo plasmarse un instante de toda esta locura. Meses atrás Walo había visto en la Plaza San Martín a un desubicado hippie que parecía extranjero. Se le acercó y descubrió que era argentino, que se llamaba Guillermo Van Lacke, y que en su país había tocado en un grupo de rock llamado La banda del Oeste. Van Lacke lo acompañó a los conciertos de Telegraph e incluso entró con ellos a los estudios de MAG. Al conocer desde dentro la movida peruana, Guillermo se entusiasmó y propuso hacer juntos un proyecto. Como tenía que regresar en pocos días a su patria, prometió buscar un guitarrista y regresar inmediatamente. En Buenos Aires Van Lacke frecuentaba un sótano ubicado en la avenida Hipólito Yrigoyen. Era un recinto insonorizado que los músicos utilizaban como sala de ensayo, bulín y nave para viajes al espacio interior. Había conocido ahí a un chiquillo llamado Darío Gianella. Darío era hijo de un alto mando de la Marina de Guerra argentina, pero su personalidad era la de un místico que expresaba sus iluminaciones por medio de la guitarra. Poco antes se había separado de Final, su grupo de quinceañero, y estaba buscando un nuevo colectivo de músicos con el que plasmar sus ideas. Con su labia arrolladora Van Lacke convenció al joven prodigio para escaparse de casa e ir a Perú, tierra que describió como de groupies bellas y de oportunidades en la aventura rocanrolera. Empacaron algunas mudas de ropa, un poncho rojo que luego le prestarían a Alex Nathanson para los conciertos y varios discos de Black Sabbath, Deep Purple, Led Zeppelin, Pappo’s Blues y Almendra. Justo antes de salir le enviaron una carta a Walo diciéndole que arribarían pronto al Perú. Se demoraron diez días —haciendo un viaje en tren y luego tirando dedo durante distintos tramos— hasta llegar a Lima. En ese lapso compusieron la mayoría de canciones del disco y escribieron abundantes poesías surrealistas.

Luego de ser expulsado de Telegraph Avenue Walo regresó a casa. Su madre le entregó una carta que acababa de llegar ese mismo día. Era de Guillermo Van Lacke, quien le avisaba que estaba a punto de partir a Lima y que lo acompañaba Darío Gianella, un chiquillo de dieciséis años a quien describía, con esa innata capacidad para la hipérbole que poseen los argentinos, como un genio de la guitarra. Llegaron tres días después. Vestían sandalias de cuero, jeans importados y polos psicodélicos pegados al cuerpo. Se peinaban con raya al medio y llevaban chaquiras colgadas al cuello. Estos tipos realmente tienen imagen, pensó Walo. Tuvo que hacer un acuerdo con su padre. Gracias a la apertura mental que le daba su vocación de psiquiatra, don Abel Carrillo permitió la estancia de Van Lacke y Gianella en su departamento ubicado en la avenida Sucre 1125, en el distrito de Pueblo Libre. Es más, les consiguió una cama camarote y una litera. Con el paso del tiempo y con la amistad creciente decorarían el cuarto con cortinas árabes, colchones y velas de colores.

Cuando abrieron sus vetustas maletas, los argentinos sacaron los dos primeros discos de Black Sabbath y de Led Zeppelin. ¿Tenés tocadiscos? –le preguntaron a Walo, que se quedó alucinado al escuchar el material, convencido de que ésa era la música del futuro. Hicieron un primer jam session esa misma noche con guitarras acústicas y un cajón. Tarkus había nacido de la manera más espontánea posible. Pese a la posterior
adición de un vocalista, siempre manejaron la parte instrumental como un trío, a la manera de The Who, Cream, Cactus, Led Zeppelin o Black Sabbath. Desde aquel primer ensayo, Carrillo, Van Lacke y Gianella supieron que tenían química. Las letras eran de Gianella, pero éste no se divertía cantando y tocando al mismo tiempo. Poco a poco comenzaron a colarse en sus ensayos antiguos músicos de Telegraph Avenue como Álex Nathanson y Chachi Luján. Darío Gianella llamó a Alex Nathanson y le pidió que cantara operísticamente, algo que Álex no había hecho nunca, pero funcionó. Su incorporación fue inmediata. Siguiendo las recomendaciones de Gianella, Álex asumió un estilo vocal más exagerado y teatral que el que había usado anteriormente. El grupo estaba completo. El golpe de suerte definitivo se dio cuando el ingeniero Carlos Manuel Guerrero se enteró de la separación de Telegraph y llamó por teléfono a Walo. El baterista le anunció que tenía un proyecto bastante avanzado con Álex y dos argentinos, y que no era algo puramente musical, sino que incluían una puesta en escena. El empresario se ilusionó con un grupo sudamericano internacional y le dijo a Walo que él era el que más le había hecho ganar plata gracias al primer disco de Telegraph y que los apoyaría en cualquier proyecto que hiciera. Le dio un contrato de palabra, un lugar para ensayar y horas en el estudio sin jamás haber escuchado a la banda. Poco después Guerrero viajó a Estados Unidos. Regresaría sólo un par de meses después, cuando la suerte ya estaba echada.

Durante ese breve periodo los Tarkus vivieron la mágica y arriesgada rutina de la creación artística. Como tenían que componer y grabar casi al mismo tiempo se compraron un inmenso paco de marihuana para tener inspiración de reserva. Guillermo Van Lacke se levantaba de la cama camarote a las seis de la mañana e inmediatamente comenzaba con los ejercicios de digitación, memorizaba las canciones, les hacía arreglos, con las ganas superaba rápidamente sus limitaciones. A las ocho de la mañana Guillermo, Darío y Walo bajaban a tomar desayuno. Luego descendían al garaje del edificio, montaban en el Volkswagen y se dirigían a la Avenida 2 de Mayo, donde MAG tenía su fábrica de discos y su estudio. Entraban por un corredor lleno de cajas y plásticos. Los obreros se los quedaban mirando y ellos no se detenían hasta llegar
al depósito del fondo. Ahí enchufaban sus instrumentos y se ponían a componer y ensayar hasta las dos o tres de la tarde. Si tenían suerte, les cedían el estudio, y acompañados por Carlos Guerrero Bueno —de We All Together— en los controles de la cabina, grababan las canciones que habían ensayado en la mañana. Algunas tardes no tenían tanta suerte. El encargado les decía: disculpen, hoy tienen hora Los Morochucos. O: mala suerte, muchachos, le toca a Lucho Macedo. Entonces se separaban y cada uno se iba por su lado a la deriva, en largos paseos por una ciudad que cambiaba cada vez más rápido. Walo y Van Lacke empezaron a parar juntos, salían en parejas con sus respectivas enamoradas. Nathanson se iba por su lado con la collera del barrio de Mariátegui, legendario grupo de patas en el que por su natural espíritu y espontaneidad sobresalían locos egregios como el Oso Torres, el esquinero Valladares, los hermanos Allison, la mancha de El Álamo, Pacho Mejía (poco antes de salir de Black Sugar) y otros profesionales del ritmo. Darío era muy callado y
normalmente se encerraba en la habitación comunal, ponía sus discos, fumaba marihuana, o a veces tomaba ácidos y escribía algunas nuevas letras para canciones.

Fue Walo quien le puso el nombre al grupo. Tarkus es un espíritu que se encuentra en lo más profundo de nuestra alma y que nos protege cuando nos hallamos perdidos en algún viaje. Pese al encierro de Darío, que prácticamente solo salía a comprar pan,
la relación entre los cuatro iba cada vez mejor. Casi inmediatamente se presentó la oportunidad de debutar. La comisión de la promoción 1972 del colegio Roosevelt organizó una fiesta en el colegio para recaudar fondos. Ignorando la pelea de los Telegraph, llamaron al mánager, es decir a Carrillo, para pactar una presentación.
Sin titubear, éste dijo que ahí estarían. Llevó a Tarkus sin decir nada, y frente a un público compuesto en un 80% por gringos, los dejaron con la boca abierta. ¡En el Perú un grupo a lo Black Sabbath que toca temas propios y en castellano! Entonces llegó el concierto en Chiclayo, y luego fueron a Chimbote y a Trujillo, donde se presentaron nuevamente bajo nombre falso, y también dejaron huella. Tuvieron que regresar al instante al estudio. Acabaron los ocho temas que conforman su primer
LP y empezaron de frente con más canciones, de las cuales grabaron dos; tenían ensayadas unas cuantas más, pero ese par de registros se perdió para siempre cuando en la disquera optaron por grabar encima de esas cintas.

Las sesiones se realizaron entre el 3 de abril y el 16 de mayo de 1972. Los músicos tuvieron total libertad. Tanto así que el dueño de MAG solo escuchó su trabajo cuando regresó de viaje y ya se estaban prensando las primeras copias. Ocurrió una tarde, mientras Tarkus se encontraba en el estudio grabando las sesiones para el segundo álbum. A la mitad de una canción sintieron cierto desorden en la cabina de sonido. Dejaron de tocar y subieron a ver qué pasaba. Escucharon la voz estruendosa del ingeniero Carlos Manuel Guerrero: ¡qué mierda es esta bulla! El director de MAG tenía el rostro completamente rojo, presa de un colerón apocalíptico. Y cuando entró Walo llegaron los insultos: Oye tú, Carrillo, esto no suena como Telegraph Avenue, ¿no iban a ser un grupo latino?, esto no lo va a escuchar ni san puta. Yo no invierto en ustedes si hacen este tipo de música. Sin embargo, estaban atados por un contrato, por lo que el disco pudo salir a la venta. La portada era completamente negra, como años después lo fueron el Back in Black de AC/DC o el disco homónimo de Metallica. Pese a las contrariedades con el ingeniero Guerrero, los muchachos siguieron en la brega. Podían hacer circular su disco de manera independiente, todo dependía de los conciertos. El boca a boca ya había creado cierta expectativa en la movida rockera limeña, aunque casi nadie los había escuchado. El debut oficial estuvo por eso organizado al milímetro. Sería en el cine El Pacífico, que era la sala más importante de la época.

Un día Walo recogió en la Vía Expresa a un hippie que tiraba dedo. Se
pusieron a conversar mientras ponía un cartucho en el equipo de su auto. El desconocido respiraba paz por todos los poros de su cuerpo. Lo invitó a un departamento de San Isidro, donde estaba hospedado con sus amigos. Todos eran norteamericanos y tenían el refrigerador lleno de provisiones. Eran acólitos de la secta conocida como los Niños de Dios, que años después se haría célebre en las paginas policiales por acusaciones de presunta pedofilia. Al día siguiente el baterista les presentó a los demás miembros de Tarkus. Darío empezó a frecuentarlos pero persistió con su natural timidez frente a los demás músicos de la banda. En setiembre, poco antes de la primera presentación oficial del grupo en el cine El Pacífico, los Tarkus fueron invitados al famoso festival rockero que se celebró en la Plaza de Acho. Antes de que los grupos comenzaran a tocar, Darío se acercó y anunció a los tres músicos que tenía algo muy serio que decirles. Había encontrado a Jesucristo y debía retirarse de la banda y de ese estilo de vida. Se iba con los Niños de Dios. No tocaría en el debut porque iba contra el camino que había elegido en la vida, que era el camino de Nuestro Señor. Ya no creía en esa música inspirada por la droga y no podía ir contra sus principios. La noticia les cayó a todos como un balde de agua fría, pero Darío permaneció inflexible. No había nada qué hacer. Estaban en un callejón sin salida.

Tarkus nunca debutó oficialmente. El LP fue un fracaso de ventas; en realidad comercialmente jamás existió. Y ese disco es quizás uno de los más valiosos testimonios que quedaron de aquel tiempo en los sesenta y setenta cuando la música incendió los barrios de Jesús María, Lince, Pueblo Libre y Magdalena y luego desapareció sin dejar memoria, como sucedió con el único disco de Tarkus, esa anómala opus magna que, como ha mostrado esta historia, es mucho más que un brillante intermedio entre los dos LPs de Telegraph Avenue. Tarkus dejó de existir pero la vida continuó su curso. Bastante asustado por la desaparición de Darío, su padre viajó a Perú a buscarlo. Se encontró con Guillermo Van Lacke, que lo guió hasta el departamento de San Isidro donde vivía el guitarrista en la comunidad de Los Niños de Dios. Como buen milico, lo sacó violentamente, argumentó ante las autoridades de migraciones que su hijo aún era menor de edad (acababa de cumplir diecisiete años), le puso una camisa de fuerza y lo embarcó en un avión de las fuerzas armadas. Al llegar a Buenos Aires el psiquiatra diagnosticó su caso como un delirio místico. Cuando cumplió dieciocho y pudo salir de la clínica, Darío regresó con los Niños de Dios. Se convirtió en uno de sus principales activistas y durante un ritual de la secta fue rebautizado con el nombre de Manases. Se volvió a encontrar con Álex Nathanson en 1975. Juntos realizaron algunas grabaciones con los Niños de Dios, entre ellas un LP. Se sabe que vivió durante años en Seattle y que actualmente se encuentra dedicado a la vida espiritual en Madrid. Su historia lleva inmediatamente a conjurar el espíritu de Syd Barrett o Roky Erickson.

En el 2007 Tarkus se volvió a reunir. Ante la desaparición de Darío Gianella, el puesto de guitarrista fue ocupado por Christian Van Lacke, hijo de Guillermo y guardián del espíritu original de la banda. Aparte de cantar, Alex Nathanson ocupó esta vez el puesto de bajista. En los ensayos para el regreso de Tarkus y con la exhumación de los baúles de los recuerdos salieron a la luz los temas que iban a ser parte del segundo disco, aquel que nunca se terminó por el colerón del ingeniero Guerrero. No tenían las grabaciones de la época, pero sí las canciones, y se pusieron a ensayar. Era una empresa extraña, comparable en el mundo del rock al proceso que sacó a la luz álbumes como A Saucerful of Secrets —donde Pink Floyd continuó sin Syd Barrett pero prolongando su sonido— o el Smile —trabajo con el que décadas después Brian Wilson terminó el LP perdido de los Beach Boys—. Álex retornó a California para
seguir haciendo música, pero Walo y Christian decidieron seguir con la empresa hasta hacerla tangible y sonora. Todo este material ha sido incluido en el disco debut de Tlön, grupo que continúa la línea de Tarkus y que actualmente está conformado por Walo Carrillo, Christian Van Lacke y Marcos Coifman.


(Tomado del libro "Demoler" de Carlos Torres Rotondo. Este texto es una actualización de su artículo anterior sobre Tarkus)

viernes, 10 de febrero de 2012

Los York's y la enfermedad



Por Antonio Ruiz

Un grupo de niños con diferentes rasgos, un conjunto de rostros alegres, provenientes de diversas culturas; como una foto sacada de un especial de National Geographic. Los Huamán, Siu, Martinich, Charún, Sakimi, Quispe, Loo, Micheline, Reyes, Arakaki, Tupac, Chong, Polack, Uribe, Tanaka… todos juntos estudiamos, jugamos, despertamos y aprendimos a dar los primeros pasos en la vida, como era usual por entonces, en la escuela primaria…

La beatlemanía provocó la formación de muchos conjuntos en todas las ciudades del mundo y en Lima, después de las experiencias de los primeros grupos que se inclinaron más a la nueva ola, los conjuntos vocales, la música surf e instrumental; empezaron a formarse los primeros conjuntos de rock propiamente dicho, aunque todavía se aceptaba el término pop: la influencia de Bob Dylan “empujó al pop hacia su segunda fase y le cerró el paso al rock and roll” (1). Con los Beatles en el tope, todavía siguió predominando en el público limeño el gusto por la balada y artistas como Leonardo Favio y Roberto Carlos.

Es a partir de la “primera invasión inglesa”, que permitió conocer una variedad infinita de estilos y sonidos, cuando se acrecienta el interés por formar bandas. Es así que empiezan aparecer en todos los distritos limeños, conjuntos que ya mostraban su preferencia por un determinado estilo. Uno de esos grupos fueron Los York’s. Ese interés, estuvo marcado por ciertos factores: mientras que en los barrios pudientes gustaban de la música surf y tuvieron a la mano la información al día y los recursos técnicos; en los barrios populares preferían el rock duro, el sentir interpretativo y se tuvo que recurrir a la creatividad para suplir la falta de información y los escasos recursos técnicos: pronto en Jr. Paruro, los artistas del ‘pichicateo’(2), empezarían a construir las primeras grandes cajas acústicas que se usaron en las matinales, también guitarras eléctricas y amplificadores, luego vendrían los efectos artesanales o de la reconocida tecnología TIIP (técnica informal del ingenio peruano).

Además de ser capaces de montar un espectáculo de rock atractivo, potente y provocativo, Los York’s fueron el grupo que supo acertar con los ingredientes musicales, que el público joven de entonces (1966) deseaba ver reunidos en un acto, porque los miembros del grupo, tenían los gustos de un fan común y corriente. Después de “Ruber Soul” y “Revolver” de los Beatles, el fan informado sabía (siempre encuentra la forma de estarlo) que existían grupos como Blues Magoos, Troggs, Pretty Things, The Seeds, The Zombies, Count Five, Electric Prunes, Them…(3) además, de los conocidos Kinks, Who, Animals, Yardbirds y Dave Clark Five, pero el disfrute de esos sonidos y estilos era frustrado por la no publicación y difusión de ese material en nuestro medio.

Es decir, Los York’s ante las expectativas de los fans que casi siempre difieren de los mandatos de las disqueras y la radio surgieron en el momento preciso como un paliativo, para esa carencia, pero con efectos que nadie pudo predecir. Pero existe otro factor, quizá el más importante. Hablando de ingredientes y reuniones, además de representar sobre el escenario el frenetismo, la rebeldía y el descaro de aquellos jóvenes, Los York’s reflejaron tal vez —a diferencia de similares intentos— la imagen, cada vez más dibujada, de nuestra ahora tan mentada multiculturalidad y allí, residió quizá, el verdadero motivo de su amplia llegada a sectores populares de todo el país, más que en el número de patadas y roturas en cada concierto.



Tuve la oportunidad de ver a los York’s en sus inicios (‘67) cuando por la radio se anunció la inauguración del club “La Caverna” en el sótano del edificio de la esquina de Carabaya y Puno en el centro de Lima. A la entrada en la vitrina del local (antes había sido un night-club) se destacaba al lado de una foto de Los York’s, su 45 rpm “Vete al infierno” que ya sonaba en la radio (4); y en el interior, las paredes y el techo habían sido convenientemente decorados con textura rocosa y estalactitas incluidas. El grupo lo conformaban Román Palacios en la primera guitarra, Walter Paz en la segunda guitarra, Pepe Olivera en el bajo, Pablo Luna, vocalista y Pacho Aguilar en los tambores. La mancha habitual en los eventos rock concurrió en pleno y pudo disfrutar de un grupo simple, rudo, pero franco y que ya mostraba rasgos de su desfachatez. Todas las veces que pude concurrir, los asistentes rebasaron la capacidad del club y muchos quedaron afuera. Más adelante, ya con Jesús Vílchez en el bajo se fueron convirtiendo en infaltables en cada matinal.

“…En muchos casos, las chicas asistían a las matinales en compañía de un familiar —el cine era el lugar ideal para una cita con el enamorado no consentido—. La visión de la película transcurrió con normalidad hasta casi la mitad de la misma, cuando empezaron a silbar y golpear con los pies en mezanine para que corten la película y empiece el show, lo que finalmente ocurrió. El ambiente se notaba algo caldeado y empezaron, con visible prisa, a desfilar uno a uno los conjuntos hasta que les llegó el turno a Los York’s. Ya por la segunda canción, el cine estaba convertido en un loquerío. El público se había volcado al pie del escenario para bailar. A mi izquierda dos chicos con pinta de debutantes se habían puesto de pie sin atinar siquiera a menearse y miraban boquiabiertos el violento accionar del grupo con un Pablo Luna que señalando un sector de la platea gritaba:
—¡Mira tu! Provocando que las adolescentes ubicadas en ese punto lanzaran ensordecedores chillidos.
—¡Siéntate! Le dice a su hija, la señora de la fila de adelante tapándole la boca a la vez que la jala hacia la butaca; voltea y toma de la cintura a la amiga de su hija que mueve con violencia la cabeza revoloteando sus cabellos —¡Sien-ta-te!—, repite.
—¡Mira tu!

Arriba, recorriendo el escenario, el vocalista sigue hurgando al público con un dedo acusador, amenazándolo, retándolo; mientras el quinteto en pleno, retroalimentado por el ardor de la audiencia acelera la acción como deseando precipitar el clímax. A mi derecha, dos chicas entre asustadas y molestas encaran a sus enamorados que abstraídos por la música se contornean obscenamente:
—¡Ustedes no nos dijeron que era así!
En la fila de adelante la señora resignada ante el fracaso en sus intentos por calmar a las niñas, decide sentarse y cruzada de brazos se limita a ver horrorizada —negándose a creerlo— cómo en los pasillos, chicos y chicas, van cayendo presas de la ‘enfermedad’ y… ante los graves problemas de visibilidad tengo que ingeniármela para llegar adelante y no perderme lo mejor… el final…” (5).

En las calles de Lima, en la comunicación entre los jóvenes, especialmente de los barrios llamados populosos y en un territorio amplio que comprendía a las unidades vecinales y barrios obreros de toda la capital, los jóvenes fueron creando una jerga que se fue difundiendo a través de los colegios, matinales, fiestas y clanes pero fundamentalmente, en la esquina del barrio. En un principio Los York’s y los Shain’s fueron los representantes de la “enfermedad” y el “ritmazo” respectivamente; términos creados por los fans para definir el estilo de estos grupos en los que encontraban cierta afinidad con el sonido de los grupos ingleses y del garage norteamericano, antes mencionados, que tanto les gustaban (6) y, para diferenciarlo de la otra música, la ‘fresa’ que les gustaba a los ‘farucos’ (monses, quedados). Otro término muy popular, entre muchos, que es importante mencionar es “neto(a)” que significaba buenazo, bacán, paja; sincero, auténtico. Quizá el cambio de personal, así como de horizontes musicales en Los Shain’s, ayudaría a dejar el camino libre a Los York’s, llevando al público a erigir la música del grupo como la “onda neta”.

Ya entre 1968-69, tuve la oportunidad de seguir sus actuaciones en las temporadas que organizaron ellos mismos en “El Arca de Noé” de Breña y en el “28 de Julio 2001” de La Victoria, cuando en Lima sólo se hablaba de psicodelia. Los dos Lp grabados, un mejor equipo y una técnica más acabada, había dotado al grupo de una soltura que se hacía notoria en el desarrollo de su show. Pasaban por un gran momento, habían encontrado su mejor sonido y todo era sólo felicidad. Los York’s fueron un conjunto sui generis, su público: fiel, fanático, y entre ellos, hubo una relación especial y poderosa. Los fans no sólo asistían a escuchar la música o a disfrutar del espectáculo, la mayoría de ellos iba porque en los miembros del grupo reconocían rostros familiares, como los de la gente de su barrio, y hasta es muy posible, como los de aquellos alegres compañeros de su lejana y querida escuelita fiscal (7).

Antonio Ruiz

(1) Cohn, Nik (1973) Awopbopaloobop Alopbamboom, Nostromo, Madrid, España.
(2) En jerga criolla: pichicata = opio, droga, que se vendía en la calle Capón y alrededores; pichicatear = alterar, modificar, acondicionar, adaptar.
(3) No publicados en Perú, con excepción de The Seeds, The Animals, The Dave Clark Five y, que se recuerde, algún 45 rpm de Yardbirds, otro de Zombies y pocos más.
(4) Guillermo Llerena Godoy administraba aquel local y escribió la letra de “Vete al Infierno”.
(5) Ruiz F., E. Antonio (1982) Las Matinales de los 60s, manuscrito no publicado, Miraflores, Lima.
(6) La “enfermedad” no fue un nuevo ritmo. Como un fácil recurso comercial, las disqueras lo incluyeron en la etiqueta de los discos en la ubicación usual del ritmo de la canción: tango, valse, fox trot; o Go-Gó, que tampoco, éste último, existió como nuevo ritmo.
(7) Las Escuelas Fiscales, las Escuelas de 2° Grado y las Grandes Unidades Escolares eran verdaderos centros de encuentro multicultural.


Publicado el 25/5/2010 en el blog Trovadour

lunes, 6 de febrero de 2012

Los Espías

Foto tomada del Facebook de Virgilio Carozzi Ferreyros


La historia de Los Espías, contada por su fundador Federico Fajardo (Fico) en el blog "Baúl de los recuerdos".

"En 1962 nació el dúo Jai Alai conformado por Fico Fajardo y Ramón Zúñiga, posteriormente se unieron Arturo Salazar en el bajo y Ricardo Sangio en la batería, actuamos en todos los programas juveniles de la TV. Una amiga del grupo que trabajaba en una aerolínea trajo como novedad un LP de un conjunto que estaba sonando mucho en Inglaterra: Los Beatles. En 1964, formé un nuevo grupo llamado Los Mustangs, para interpretar canciones de este conjunto inglés, llegando a actuar en TV y en las famosas matinales. Durante esta etapa no llegamos a grabar discos. En 1968 conformé un nuevo grupo llamado Los Espías, para grabar temas propios en español. Por ese entonces se crea un nuevo sello llamado Talía, sello creado para que graben Los Espías y otros grupos con proyección. Originalmente el grupo estuvo integrado por Fico Fajardo 2da. Guitarra primera voz , Vitucho 1ra. Guitarra, Miguel Chino Figueroa en el teclado alternando con Eduardo Mejía Sasin (Lalo) y en la batería se turnaron Gilo Carozzi Ferreyros y Ricardo Sangio. Sus integrantes eran de Pueblo Libre, San Miguel, San Isidro y Jesús María. Actuamos en programas juveniles de TV, El Clan del Twist del canal 2, Ritmo en el 4, y en un programa musical que dirigía Guido Monteverde además de las matinales de los domingos. Desde un inicio el grupo contó con equipos propios y nos movilizábamos en mi carro y en el de Gilo Carozzi. Los Espías lograron grabar 36 canciones para el sello Talía, y se editó un 45 como promoción con el tema La Chica del Vestido verde, alcanzando el primer lugar durante varias semanas en los programas juveniles de radio 1160 y radio Miraflores. Por desacuerdos con el sello Talía la sociedad se disolvió y no se llegaron a editar mas temas de Los Espías. Por motivos de estudios universitarios y trabajo, algunos de los integrantes no pudieron continuar, y fueron reemplazados con otros buenos integrantes como Javier Romero en el Bajo, Ricardo Zucarini en la 1ra. Guitarra y ocasionalmente Julio Urrutia como 1ra. voz. Tuvimos vigencia hasta aproximadamente el año 1973".

Fico Fajardo