Por Raúl Mendoza
Fue el primer gran ‘performer’ del rock’n roll peruano. Mientras
interpretaba sus temas, saltaba, se tiraba al piso, rompía micrófonos y
fluorescentes, daba gritos. Alguna vez incluso destruyó la escenografía de un
programa de TV al que lo habían invitado. Se llamaba Enrique Roberto Tellería
Dávila, pero su nombre de famoso era Jean Paul “El Troglodita”. Fue una
estrella en los años 60, vendió muchos discos y, aunque hizo música que a
cualquier artista le hubiera valido el recuerdo imperecedero, la historia no lo
ha reconocido como
se merecía.
“Por su vasta producción de rock’n roll, nueva ola,
adaptaciones y un disco tan contundente como Vudú, Enrique Roberto Tellería
Dávila debería haber sido aclamado por el público del rock [...] en lugar de
haber acabado en algún rincón olvidado de la nueva ola, como invitado de
relleno en talk shows, en alguna nota en la prensa lumpen o en esos
espectáculos monses en los que tenía que mendigar un poco de atención. Él, que
fue un monstruo de los sesenta, un auténtico salvaje del rock’n roll”. Así lo perfila y define un
artículo del
libro Días Felices.
“El Troglo” –como
lo llamaban los amigos y fans– empezó a cantar en 1961. Era uno de los tantos
jóvenes que aparecieron bajo el influjo del
rock’n roll llegado al Perú apenas un lustro antes con “Al compás del reloj” de Bill
Halley y sus Cometas. Aunque participó en varios concursos de canto nuevaolero,
lo suyo era el rock’n roll. Su oportunidad llegó cuando en una competencia el
grupo Los Delfines del Callao se quedó sin vocalista. Era el momento que
esperaba.
“Me dijeron que su cantante era el único que sabía cantar
‘What I Say’. Yo les dije: ¿La de Ray Charles? ‘Yo también la sé cantar, pero a
mí lo que me gusta cantar es rock’n roll, yo soy rockero’. [...] El grupo era
Los Delfines del Callao, por la noche canté con ellos ‘What I Say’ y gané. Le
gané a Los Silverton’s, a Los Cricket’s. Ganamos un contrato para cantar en
Show de Shows, lunes, miércoles y viernes, con 700 soles por programa”, le dijo
en una entrevista a Diego García, editor del fanzine Sótano Beat, que el libro
ha recogido.
Troglodita soy
Su nombre artístico nació cuando un buen día vio la película Europa de noche y ahí salía un tipo bajito con un mazo, cantando rock’n roll con un grupo de pelucones y destruía todo el escenario, se tiraba al suelo, les mordía las piernas a las mujeres. Ese pata lo dejó alucinado y de ahí copió su estilo transgresor y salvaje. Sus actuaciones se volvieron alocadas, desatadas, malditas. El periodista Guido Monteverde lo bautizó entonces
Eran las épocas de las “matinales” en los cines, de
cantantes de nueva ola como Gustavo “Hit” Moreno o Pepe Miranda; y de grupos de jóvenes que hacían
rock de garaje como
Los Saicos, Los Shains, Los Silverton’s o Los Yorks. Él fue contemporáneo de
ellos, pero además fue precursor de “la enfermedad”: así se llamaba a la
histeria colectiva que desataban cantantes como él con sus performances sobre el
escenario. Algo que después Los Yorks, “Los padres de la enfermedad”, con su
vocalista Pablo Luna, convertirían en su sello.
El primer disco de “El Troglodita” se llamó Tengo un Mustang
e incluía temas propios y adaptaciones de grupos norteamericanos. Grabó con el
sello Disperú y, según contó, entre los años 65 y 67 ganó discos de oro,
micrófonos de oro y otros premios por cantidad de discos vendidos. Cantaba
junto a Los Saicos o los Golden Boys en la Gruta Azurra , entre La Colmena y Tacna, y también
en cines del centro de Lima como el Tauro o el Tacna.
Vudú, el legado
Era el fin de los años sesenta, una época de rock, amor libre y drogas. Él no fue ajeno a su tiempo. Una nota periodística de 1968 da cuenta de una intervención policial en una discoteca en Miraflores y la describe
Con este disco obtuvo muy buenos comentarios de la prensa especializada, aunque, según sus propias palabras, las ventas no fueron las esperadas. Eso ya no importa, con ese LP demostró su valía
“Era un gran músico, pero fue quedando de lado. Incluso en
los 80 intentó reaparecer. Cuando se abrió la discoteca No Helden ahí estaba
él. Hasta grabó un disco con temas españoles, tratando de mantenerse vigente”,
cuenta Hugo Lévano, otro de los editores de Sótano Beat. Pero eran otros
tiempos y Jean Paul “El Troglodita” fue cayendo en el olvido. Lo que le quedó
fue participar de las remembranzas de la nueva ola, compartiendo cartel con
antiguas figuras del género como Pepe Miranda, César Altamirano y otros
que tenían un perfil más de baladistas. Así, como nuevaolero, lo recuerda mucha gente
hasta ahora.
Diego García, editor de Sótano Beat, que lo entrevistó en el
2002, refiere que esa vez hablaron como
tres horas y al final “El Troglodita” no quería dejarlo ir. “Se ofreció a
llevarme a mi casa en un auto deportivo que tenía. Nos sentamos atrás y el iba
adelante con su pareja. De pronto comenzó a acelerar como loco mientras tomaba licor de una
botella. Era un sábado por la mañana y yo le decía ‘para, baja un poco la
velocidad’, pero él seguía”, cuenta Diego. Así eran los acelerados días de “El
Troglodita” cuando ya estaba en el crepúsculo de su vida.
Otra anécdota que Diego recuerda del artista es que, en algún momento de sus
últimos años, él mismo vendía un calendario con su foto en donde salía desnudo.
“Era un locazo El Troglodita”, cuenta. Eran años en que el artista llamaba a
los empresarios de espectáculos para que lo dejaran participar en alguna
presentación o le hicieran algún contrato. Muchos dudaban porque el hombre,
víctima de sus adicciones, podía desaparecer de improviso y no cumplir con la
presentación. O quizá dudaban de que siguiera siendo el cantante espectacular
que había sido.
La muerte lo alcanzó un 29 de julio de 2004, después de
Fiestas Patrias. Vivía solo, alejado de su familia. El rescate de su aporte a
la escena musical peruana, incluido en Días Felices, le hace justicia y tiene
palabras de despedida para su espíritu inquieto. “Vivió siempre con un pie en
el acelerador, con pasión y riesgo [...] Su corazón no pudo soportar el beat
acelerado al que lo sometió”. Más allá del recuerdo difuso que muchos tienen de
él, habría que decir que fue un gran cantante, y un loco al que la música hacía
entrar en combustión.
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