"Una perla, mejor aún, un diamante en bruto, es esta banda sonora
compuesta por el músico peruano Jaime Delgado Aparicio. Resulta harto
complicado, además de inútil, clasificar ésta música. Es jazz y funk y
bossa nova y pop y música para ascensores y surf music. En realidad es todo eso
y unas cuantas cosas más. El pianista y orquestador consigue que,
cómodamente instalados en nuestro sillón favorito, viajemos por un montón de
lugares, comunes y exóticos. La variedad de estilos es tremenda y la facilidad
para pasar de uno a otro, verdaderamente pasmosa. Tan pronto nos parece estar
escuchando a la orquesta del más elegante Ellington como a Stan Getz, a
John Barry como a Jobim, a Jimmy Smith como a Woody Herman, a Alex North como a
Elmer Bernstein. Acompañado por unos músicos sensacionales, el limeño (a quién
uno se imagina como el sujeto perfecto de los delicados versos de Chabuca
Granda) transita sin solución de continuidad por cuantos géneros le viene en
gana, con un talento realmente desbordante.
La génesis y vicisitudes de ésta extraña película - alentada e impulsada por el inolvidable e inefable Kiko Ledgard - se relatan por Rafael Hurtado de Mendoza con detalle en la contraportada del álbum, lo que hace innecesario cualquier añadido. Aquí lo que me interesa es resaltar la excepcional calidad de una música que contiene varios mundos en un microsurco.
La cara A, consiste en una minisinfonia de nueve temas, donde encontramos auténticas maravillas como "El embajador y yo", "Llegando a la capital", "Todo el mundo me persigue", "Isometria", "Surf del embajador" o esa "
Pero no acaba aquí el placer de su escucha. Porque en la cara B, además de finalizar la obra con los temas "
Y esto merece un punto y aparte. Formado por Delgado Aparicio con el argentino Juan Ángel Russo al contrabajo y el sueco Kalle Englund a la batería, recuerda en su formidable interacción y simbiosis al mítico de Bill Evans con Scott Lafaro y Paul Motian, la piedra angular de todos los tríos del jazz moderno. Reconozco mi sorpresa por el espléndido sonido, digno de Rudy Van Gelder, y me descubro ante el desconocido ingeniero. Y bueno, que decir, que las notas del piano vuelan, libres y al mismo tiempo estrictas, en esa línea evansiana, de la que soy absoluto devoto, y que el cuero y los platillos de Enlund, suenan como si lo tuvieras a tu lado, y que las cuerdas de Russo, son devotas de Chambers y de la férrea lógica mingusiana. Y que los temas son deliciosos de principio a fin. Ahí van el "Sayonara Blues" de Horace Silver, un soberbio "Blue Daniel" de Frank Rosolino", el clásico " Walkin', "The Climate", y dejo para el final una de las versiones más transparentes y exactas que conozco de la inmortal "Les Feilleus Mortes" de Joseph Kosma.
Apenas cuarenta años vivió este sensacional músico. A la vista del resultado, único que conozco, lamentablemente (no cuento algunas grabaciones que circulan en Youtube, por su deficiente sonido), una verdadera tragedia. Me conjuro a intentar conseguir por tierra, mar y aire, todo lo que pueda de semejante talento. Y de momento y créanme, que es mucho, no dejen pasar la oportunidad de hacerse con una copia, o alguna más - es un excelente regalo -, preferentemente en vinilo de esta joya editada ¡cómo no! por el benemérito y modélico sello Vampisoul".
Texto tomado de aquí
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