sábado, 6 de septiembre de 2008
Tarkus: Birth of Peruvian Heavy Metal
Tarkus
Por: Carlos Torres Rotondo
Cierto candente sábado a fines de abril de 1971 estalló el Heavy Metal en el Perú. El estadio de Chiclayo estaba abarrotado con más de 2000 personas que esperaban escuchar un concierto de Telegraph Avenue, el grupo peruano que el año anterior había editado su primer vinilo, un éxito de ventas que superó cualquier record en el rock nacional hasta ese entonces. Al caer la noche, luego de que tocaran algunos grupos sin mayor brillo, el presentador anunció al público la llegada de la banda estelar. La entrada de los músicos desconcertó a los espectadores que habían comprado el disco y que frecuentaban sus conciertos en Lima. Álex Nathanson continuaba en la primera voz pero ya no tocaba el bajo como solía hacer en Telegraph. Incluso su atuendo era diferente: vestía un poncho rojo y su pelo largo estaba peinado con raya al medio como el resto de sus compañeros, hecho que no se veía ni siquiera en Lima, ya que todos los hippies nacionales se peinaban con raya al costado. Detalle freakie: Álex cantaba sosteniendo un lamparín de kerosene, cual personaje de las 1001 noches en versión chola. Y del resto de la banda ni hablar. El más fanático podía reconocer a Walo Carrillo, también de Telegraph, sentado tras la batería aporreando los tambores, pero ahí acababan los parecidos. Los otros músicos eran unos completos desconocidos incluso para el público más informado de la capital. Se trataba de los argentinos Guillermo Van Lacke en el bajo y de Darío Gianella en la guitarra. Cuando empezaron a tocar, Chiclayo dejó la tierra y viajó a Marte. La música era un hardrock pesado y oscuro -blues blanco distorsionado e hiperamplificado, en otras palabras- que por la expresividad del vocalista y lo poético de las letras eran casi operísticos. Aunque la banda era una mezcla de Black Sabbath con Led Zeppelin, su sonido prefiguraba el de la british new wave of heavy metal de los 80. Además, había bastante teatro: el público se quedaba con la boca abierta cuando Nathanson caminando como un jorobado y con su lamparín de kerosene en la mano entonaba con su falsete de hembrita ese cuento digno de Salgari llamado "El Pirata"; porque los temas eran propios y en castellano, y las letras tan metafóricas y alucinantes que muchos lamentaban no tener un ácido bajo la lengua en aquellos momentos. Y Darío Gianella, con apenas 17 años, se revolcaba en el piso antes que Angus Young de AC/DC pero sin uniforme; ese fanático de Jimmy Page no lo necesitaba. Con su look era suficiente. Obviamente no eran Telegraph Avenue, pero usurpaban su nombre. Eran, damas y caballeros, Tarkus, el primer grupo metal peruano, junto a los más profesionales pero menos oscuros Pax, la mítica banda liderada por Pico Ego Aguirre, que será objeto de otro episodio de este puzzle de la contracultura clásica en el Perú.
La historia de Tarkus y el por qué del debut con nombre ajeno y usurpado se remonta apenas a pocos meses atrás. En el verano de 1970 Telegraph Avenue vivía su mayor momento de esplendor. Su primer LP logró una difusión inusitada hasta ese entonces, comparable solamente a la que habían tenido los Shain's pocos años atrás. Tenían programados conciertos todas las semanas en el Galaxy –club ubicado en lo que luego sería la Farmacia Deza, en la calle Conquistadores- y Walo, que también cumplía las labores de manager, contestaba llamadas de todo el país. Pero, como dijo Héctor Lavoe –sabio sabroso-, en esa gran frase sobre la impermanencia budista: "todo tiene su final, nada dura para siempre". Chachi Luján había empezado a frecuentar el mítico barrio de Mariátegui, en Jesús María, colándose en el garage de la familia Torres para primero ver los ensayos de Doctor Wheat, y luego juntarse y acompañarlos con la guitarra. Eso no fue muy bien visto por sus compañeros de Telegraph Avenue. En aquellos años de primeros ideales adolescentes donde aún se creía el mundo iba a cambiar al instante, el músico, al igual que el futbolista, debía ser fiel a su banda como a su camiseta. Sin embargo, las nuevas ideas que trajo Chachi fueron bastante fructíferas, aunque generaron resentimiento entre sus compañeros. Doctor Wheat era más técnico que Telegraph, dado que su base rítmica estaba integrada por el Oso Torres -padre de este narrador- en el bajo eléctrico de seis cuerdas y por el Osito Barreda en la batería con doble bombo. La ilusión de Chachi por la técnica de sus nuevos compinches generó aún más recelos en la banda, hasta que un infausto accidente generó el cisma inevitable.
Acompañado por la cantante Melissa Griffith, Walo se dirigió en su Volkswagen al Bowling de Miraflores, donde unos patas conocidos como Los Franceses vendían tronchos armados a diez soles cada uno, como solía hacerse en la época, lo que demuestra que los hippies de los setenta no fumaban tanto como los actuales consumidores de marihuana, que la compran suelta y en paquetes de diversos tamaños. Mientras Melissa se iba al chino de Porta por tabaco, Walo bajó y buscó a alguno de Los franceses. Los encontró, pero un minuto después la policía los encontró a ellos negociando una colombiana con una mayor concentración de THC que la piurana común y silvestre.
Cuando Melissa regresó, vio a Walo y al francés entrando al patrullero empujados por un tombo con pinta de asado. Al instante, desesperada, llamó a su papá, un general del ejército que en ese entonces era ministro de Velasco. No lo pudo convencer de que la ayude: hijita, estoy harto de que pares con esos pelucones, que se arreglen solos, carajo. Inmediatamente después Melissa telefoneó a Chachi, porque Telegraph iba a tener ensayo esa misma tarde. Apenas Chachi llegó al ensayo, dijo que con Walo iba a suceder lo mismo que con Jerry Lam Cam, un antiguo músico de la banda –ex Belkings, además- que por las mismas canábicas razones había permanecido bajo la sombra durante varios meses, haciendo mucho daño al grupo en todas sus presentaciones pactadas. Si Walo estaba en cana era porque lo habían agarrado con las manos en la masa, por lo que entonces nada se podría hacer, lo único que quedaba era buscar a otro baterista. Con la desaprobación de Álex Nathanson, llamaron al Osito Barreda en ese mismo instante. El Osito aceptó, y con esa decisión no solo desarmó Doctor Wheat, sino contribuyó a la primera separación de Telegraph. Cosas de músicos sobre las que este narrador debería correr un tupido velo si fuera un tipo decente. El hecho es que a Walo no le sucedió lo que a Jerry Lam, ya que salió de la cárcel a los 4 días gracias a la vara del General Griffiths, que empezó a odiarlo a él y a todos los hippies más que nunca. Cuando Walo fue a ensayar con Telegraph, el resto de los músicos lo vieron como un fantasma. Bo Ichikawa apoyó a Chachi, encandilado por la técnica del Osito. El voto de Nathanson no fue suficiente y Walo Carrillo fue separado de la banda que él mismo había fundado.
Woody Allen dice que la vida no imita al arte, sino a la mala televisión, y en este caso es cierto. Solo a un pésimo guionista se le ocurriría una coincidencia tan inverosímil como ésta, pero el hecho es que se dio, y gracias a eso nació Tarkus. Meses atrás Walo se había empezado a escribir con Guillermo Van Lacke, un hippie argentino con ambiciones musicales y fanático de Spinetta que prometía ir a visitarlo tantas veces que Walo dejó de hacerle caso por florero, como en una exagerada versión del cuento de Pedro y el lobo. Luego de ser expulsado de la banda, Walo Carrillo regresó a su departamento en Pueblo Libre. Su padre le entregó una carta que acababa de llegar ese mismo día. Era de Van Lacke, y decía que estaba a punto de tomar el autobús Buenos Aires-Lima, y que lo acompañaba Darío Gianella, un chiquillo de 16 años a quien describía, con la típica capacidad para la hipérbole que poseen los argentinos, como un prodigio de la guitarra. Llegaron tres días después, llevando dos viejas maletas del tiempo de sus abuelos y una guitarra eléctrica. Vestían sandalias de cuero, jeans importados y polos psicodélicos pegados al cuerpo. Se peinaban con raya al medio y tenían chaquiras colgadas al cuello. Estos tipos realmente tienen imagen, pensó Walo.
Tuvo que hacer un acuerdo con su padre, un psiquiatra llamado Abel Carrillo que conocía el LSD 25 desde los tiempos fundacionales de Albert Hoffmann y que no le tenía miedo a la propaganda de Timothy Leary. Don Abel permitió la estancia de Van Lacke y Gianella en su departamento de Pueblo Libre. Es más, les consiguió una cama camarote. Walo empezó a dormir en el piso sobre un colchón. Con el paso del tiempo y con la amistad creciente decorarían el cuarto con cortinas árabes, colchones y velas de colores a la manera árabe. Cuando abrieron sus maletas, los argentinos sacaron los dos primeros discos de Black Sabbath y de Led Zeppelin. ¿Tenés tocadiscos? –le preguntaron a Walo, que se quedó alucinado al escuchar el material, convencido de que ésa era la música del futuro. La propuesta de formar una banda fue inmediata. Hicieron un primer jam session esa misma noche con guitarras acústicas y cajón. Tenían buena química. Al día siguiente los tres fueron a un estudio. Tarkus, la primera banda latinoamericana internacional de heavy metal, había nacido de la manera más espontánea posible.
Pese a la posterior adición de un vocalista, siempre manejaron la parte instrumental como un trío, a la manera de The Who, Cream, Cactus, Led Zeppelin o Black Sabbath. Desde el primer ensayo, Carrillo, Van Lacke y Gianella supieron que tenían química, esa extraña forma de telepatía que comparten los músicos inspirados. Gianella cantaba y, aunque no lo reconocía, no tenía muy buena voz. Las letras eran suyas, pero no se divertía cantando y tocando al mismo tiempo. Entonces Walo tuvo la idea de llamar a Álex Nathanson, el único de Telegraph Avenue que lo había apoyado. Nathanson aceptó al instante, provocando la separación de su banda. No sería un final definitivo: volverían a unirse tiempo después, en compañía de Germán Cabieses, poco después de separado Tarkus, un intermezzo lujoso. Álex Asumió un estilo vocal muy distinto al que había usado anteriormente. Adquirió un falsete muy parecido al de Robert Plant, pero aún más andrógino. El grupo estaba completo. El golpe de suerte definitivo se dio cuando el ingeniero Carlos Manuel Guerrero, el dueño de MAG se enteró de la separación de Telegraph. Llamó a Walo y éste le dijo que tenía un proyecto bastante avanzado con Álex y dos argentinos, y que no era algo puramente musical, sino que incluían una puesta en escena. El empresario se ilusionó con un grupo internacional, y le dijo a Walo que él era el que más le había hecho ganar plata gracias al primer disco de Telegraph y que los apoyaría en cualquier proyecto que hiciera. Le dio un lugar para ensayar y horas en el estudio, sin ni siquiera haber escuchado a la banda.
Durante dos meses vivieron la mágica y arriesgada rutina de la creación artística. Guillermo Van Lacke recién aprendía a tocar bajo, así que se levantaba de la cama camarote a las seis de la mañana e inmediatamente comenzaba con los ejercicios de digitación, memorizaba las canciones, les hacía arreglos, con las ganas superaba rápidamente sus limitaciones. A las 8 de la mañana Guillermo, Darío y Walo bajaban a tomar desayuno. Luego descendían al garage del edificio, montaban en el Volkswagen de Walo y se dirigían a la Avenida 2 de Mayo, donde MAG tenía su fábrica de discos y su estudio. Entraban por un corredor lleno de cajas y plásticos. Los obreros se los quedaban mirando y ellos no se detenían hasta llegar al depósito del fondo. Ahí enchufaban sus instrumentos y se ponían a componer y ensayar hasta las dos o tres de la tarde. Si tenían suerte, les cedían el estudio, y acompañados de Carlos Guerrero, de We All Together, en los controles de la cabina, grababan las canciones que habían ensayado en la mañana. Álex cantaba con un papel en la mano, leyendo las letras de las canciones -aún no se las había aprendido-, normalmente escritas por Darío, inspiradas en los descubrimientos de sus cada vez más frecuentes viajes en ácido.
Algunas tardes no tenían tanta suerte. El encargado del estudio: disculpen, hoy tienen hora Los Morochucos. O: mala suerte, muchachos, está grabando Oscar Avilés. Entonces se separaban y cada uno se iba por su lado a la deriva, en largos paseos por una ciudad que cambiaba cada vez más rápido. Walo y Van Lacke empezaron a parar juntos, salían en parejas con sus respectivas enamoradas. Nathanson se iba por su lado con la collera del barrio de Mariátegui, legendaria collera de patas en la que por su natural espíritu y espontaneidad sobresalían locos egregios como el Oso Torres, Coco "Diablo" Besciani, el esquinero Valladares, los hermanos Allison -introductores del boogaloo en Lima y tremendos malogrados-, la mancha del Alamo y otros profesionales del ritmo. Darío era muy callado y normalmente se encerraba en el cuarto, ponía sus discos, fumaba marihuana, o a veces tomaba ácidos y no salía hasta la noche, ya con algunas nuevas letras para canciones. Fue él quien le puso el nombre al grupo, sin ninguna inspiración en el disco homónimo de Emerson, Lake and Palmer. Tarkus es un espíritu que se encuentra en lo más profundo de nuestra alma y que nos protege cuando nos hallamos perdidos en algún viaje. Pese al encierro de Darío, la relación entre los cuatro iba cada vez mejor, hasta que se presentó la oportunidad de debutar.
La comisión de la promoción 71 del colegio Roosevelt organizó una fiesta en el colegio para recaudar fondos. Ignorando la pelea de los Telegraph, llamaron al mánager, es decir a Carrillo, para que tocaran. Sin titubear, éste dijo que ahí estarían. Llevó a Tarkus sin decir nada, y frente a un público compuesto en un 80% por gringos, los dejaron con la boca abierta. ¡En el Perú un grupo a lo Black Sabbath que toca temas propios y en castellano!
Entonces llegó el concierto en Chiclayo, y luego fueron a Trujillo, donde se presentaron nuevamente bajo nombre falso, y también dejaron huella. Tuvieron que regresar al instante al estudio. Acabaron de grabar los 8 temas que conforman su primer LP y empezaron de frente con más canciones, que podrían haber constituido un segundo disco, pero que o se perdieron o permanecen en poder de Carlos Guerrero junior, el ingeniero de sonido.
La grabación del disco se realizó entre el 3 de abril y el 16 de mayo de 1971. Los músicos tuvieron total libertad. Tanto así que el dueño de MAG solo escuchó el disco cuando ya se estaban prensando las primeras copias. Ocurrió una tarde, mientras Tarkus se encontraba en el estudio grabando las sesiones para el segundo álbum. A la mitad de una canción sintieron cierto desorden en la cabina de sonido. Dejaron de tocar y fueron a ver qué pasaba. Escucharon la voz estruendosa del ingeniero Carlos Manuel Guerrero: qué mierda es esta bulla. El director de MAG tenía el rostro completamente rojo, presa de un colerón apocalíptico. Y cuando entró Walo llegaron los insultos: oye tú, Carrillo, esto no suena como Telegraph Avenue, esto no lo va a escuchar ni san puta. Yo no invierto por ustedes si hacen este tipo de música.
Sin embargo, estaban atados por un contrato, por lo que el disco pudo salir a la venta, con una carátula completamente negra -como el Back in Black, de AC/DC o el disco homónimo de Metallica-, aunque sin ningún tipo de publicidad, difusión y en un número muy reducido de copias. Era demasiado, demasiado pronto y estaban en el lugar equivocado. Los muchachos no se desanimaron. Podían hacer circular su disco de manera independiente, todo dependía de los conciertos. El boca a boca ya había creado cierta expectación en la movida rockera limeña, aunque casi nadie los había escuchado. El debut oficial estuvo por eso organizado al milímetro. Sería en el cine El Pacífico, donde no se habían organizado muchas matinales, y que era la sala más importante de la época. La ciudad fue cubierta con afiches donde aparecía un hipopótamo de piedra aplastando los edificios de Lima, anunciando la presentación de Tarkus, la banda con el sonido más fuerte del rock nacional.
El grupo ensayaba todas las mañanas. En las tardes, cada uno se iba por su lado. Así, un día, mientras Walo atravesaba la Vía Expresa en su Volkswagen, se encontró bajo un puente con un hippie americano que tiraba dedo. Lo recogió y se pusieron a conversar mientras ponía un cartucho en el equipo de su auto. El desconocido respiraba paz por todos los poros de su cuerpo. Lo invitó a un departamento de San Isidro, donde estaba hospedado con sus amigos. Todos eran norteamericanos, tenían el refrigerador lleno de vegetales y el espíritu lleno de paz, al menos eso le pareció a Walo. Eran miembros de la famosa secta conocida como los Hijos de Dios. Al día siguiente se los presentó a los demás miembros de Tarkus. Darío empezó a frecuentarlos y continuó con su natural timidez frente a los demás músicos de la banda.
Tres días antes de la primera presentación oficial del grupo en el cine el Pacífico, el grupo tuvo su ensayo general. Antes de que comenzaran a tocar, Darío les dijo que tenía algo muy serio que decirles. Había encontrado a Jesucristo y debía retirarse de la banda y de ese estilo de vida. Se quitaba con los Hijos de Dios a Estados Unidos. No tocaría en el debut porque iba contra sus creencias. Ya no creía en esa música inspirada por la droga, no podía ir contra sus principios. La noticia les cayó a todos como un balde de agua fría, pero Darío permaneció inflexible. Y para colmo, Álex también se vio influido por esa onda espiritual. No había nada qué hacer. Estaban en un callejón sin salida… No lo sé, esto le va a llegar al pincho a todos los metaleros, pero toda esta historia me hace confirmar la intuición del gran Lester Bangs: Black Sabbath es el gran grupo católico de la historia del rock… No sé qué pensar, el maniqueísmo tendrá algo que ver…
Es un lugar común decir que el Perú es el país del casi, el campeón mundial del fútbol sin arco. En los casos de Tarkus, del frustrado concierto de los Mad`s en el festival de la isla de Wight, y en general, de toda la historia de la escena del rock peruano de los 60 y 70, eso se cumple a cabalidad. Una de las peores cosas que le puede suceder a una persona es dejar de existir y continuar viviendo, y eso le pasó a los rockeros de esa época, que brillaron unos años y luego pasaron al más absoluto olvido.
Obviamente, el día de su ensayo general Tarkus se separó. Nunca llegaron a debutar oficialmente. El primer LP fue un fracaso comercial. En realidad, comercialmente jamás existió. Y ese disco es quizás uno de los más valiosos objetos que quedaron de aquel tiempo en los 60 y 70 cuando la música incendió los barrios de Jesús María, Lince, Pueblo Libre y Magdalena y luego desapareció sin dejar memoria: ¡Black Sabbath, Spinetta, accidente, Darío cantando en el último surco de la obra, una aventura original del rock en el Perú, Pueblo Libre!... Eso es el único disco de Tarkus, esa obra que, como enseña esta historia, apenas representa un intermezzo entre los dos LPs de Telegraph Avenue.
Tarkus fue olvidado durante largos años. En 1983 se inició un nuevo ciclo en el rock peruano. Los chiquillos metaleros que empezaban a tocar y a escuchar bandas como los seminales Óxido creían ser los primeros. Pero hubo alguna gente que investigó. Una mañana de 1990, Walo recibió en su casa a unos metaleros que vestían con parches de Tarkus. Eran los Kranium, y venían a hacerle una entrevista y a declararle su admiración. Pocos años después se enteró de que Incarock había reeditado en Estados Unidos el disco del grupo. En Internet la banda era considerada de culto. En el 2002 Walo Carrillo – sin ninguna relación familiar con el ingenioso escritor de sex & gore a quien dedico esta narración, que por verdadera quizás no sea verosímil- me recibió en su casa y me contó esta historia real, que he intentando escribir centrándome únicamente en los hechos confirmados por otras fuentes. Fuentes a las que conocía de cerca. Y durante años no me había dado cuenta de su importancia.
Sin saberlo, años atrás, me había encontrado con Álex Nathanson. Cuando salí de la casa de Walo, después de que me contara su historia, pude atar cabos. Mi padre era el bajista de Doctor Wheat y su amistad con Álex permanecía incólume. Durante el tiempo en que lo frecuenté ignoraba que era uno de los fundadores del metal nacional.
Un verano que pasamos en Ancón, mi padre me propuso hacer un proyecto musical donde yo escribiría las letras. Al final hice solamente una, llamada "Primavera Negra", como claro e ingenuo homenaje y plagio creativo al espíritu del libro de Henry Miller. Mi padre llamó a Álex como vocalista y guitarrista. Ensayamos una sola vez en el auto de mi viejo, Álex con guitarra eléctrica y un mini amplificador. El bajo no estaba conectado. Poco después, Nathanson viajó a San Francisco a trabajar en algo ajeno a la música y no lo volví a ver nunca más, pese a que tengo su teléfono y a que volví a conversar con Germán Cabieses y Walo Carrillo desde España en vistas a una posible reedición de Telegraph Avenue en Europa. Aunque no la comparto y me parece súper quemada, respeto la espiritualidad que toda una tribu setentera asumió luego del incendio general, por eso me siento contento por Álex Nathanson luego de la conversación iluminadora que sostuve con Walo. Yo sólo creía que su única producción musical era un cassette con cánticos evangelistas que descubrí en casa de mi padre, en cuya carátula aparecía resplandeciente en compañía de su familia, sonriendo a la cámara con inocencia, como si el espíritu llamado Tarkus, a su manera, los hubiera ayudado en su largo viaje.
(Este artículo apareció en el blog "Zona de noticias")
El Polen: Krautrock telúrico
Por: Carlos Torres Rotondo
Comencé a reconstruir este puzzle sobre la contracultura clásica en el Perú cierto nublado lunes del otoño de 2001 cuando el Mix –mi dealer- me trajo, junto al habitual paco de moño rojo, un cassette recopilatorio con bandas rockeras peruanas de los 60 y 70. Quedé tan alucinado que inmediatamente quise contar la historia y, como casi no existe bibliografía, empecé a coleccionar material sonoro, a buscar en hemerotecas las páginas amarillentas de espectáculos de los periódicos antiguos, a frecuentar los ensayos y los jam sessions de gente de la época, a escarbar los recuerdos de mi padre –uno de los ignorados héroes de esta historia, considerado por muchos como el mejor bajista de la escena- y sobretodo a conversar con los músicos, a sacarles información con cucharita, a interrogarlos como si fuera un detective privado trabajando en un caso donde todos eran culpables e inocentes en la misma medida. En un principio me acompañó en mis visitas el poeta José Carlos Yrigoyen, que luego desertó de la investigación para dedicarse en exclusiva a sus fecundos proyectos literarios y amorosos, que quizás sean lo mismo. Un año después vine a vivir a España y conocí a Paul Hurtado de Mendoza, productor responsable de todas las reediciones de bandas rockeras peruanas de los 60 y 70 en la península. Nuestras largas conversaciones me enseñaron a escuchar música y nuestras labores en arqueología discográfica disiparon gran parte de mis dudas e hicieron surgir nuevas preguntas. Cuando las papas quemaron en Madrid, debido a sucesos que nada tienen que ver con esta historia, acepté la invitación de mi amigo el periodista Ricardo Iván Paredes y me fui vivir una temporada en su piso de Barcelona. Ricardo Iván había sido en los 80 baterista del grupo Sociedad de Mierda, que tuvo un efímero hit subterráneo con la canción "Púdrete Pituco". Además había sido encargado de prensa de El Polen y me dio el teléfono de Juan Luis Pereyra, líder, arreglista, compositor y primera guitarra de la banda. Cierta noche de lluvia en Catalunya lo llamé por teléfono con la idea de concertar una entrevista. Nuestra primera conversación duró más de tres horas. Juan Luis se sometió gentilmente a mi interrogatorio y con la mejor de las químicas me contó este relato verdadero repleto de drogas enteogénicas, comunas hippies, cárceles mentales y materiales, leyendas urbanas aclaradas, espiritualidad, la mejor música de fusión y viajes por el mundo que resumen gran parte de los alcances culturales a los que llegó su generación.
Los hermanos Raúl y Juan Luis Pereyra fueron miembros fundadores de Los Shain's apenas llegaron a la pubertad. Existen fotos en las que aparecen, hechos todavía unos bebes, tocando guitarras eléctricas más grandes que ellos en el programa "Lo mejor de la semana", del antiguo y desaparecido canal 9. Antes de grabar el primer LP los hermanos Pereyra salieron de la banda y fundaron Los Drag's, junto a Julio Chávez Cabello, Jean Pierre Magnet y otros músicos. En ese entonces hacían un rock garagero sin pizca de fusión, exceptuando un tema que cierta vez tocaron en vivo y jamás grabaron. El grupo se separó a fines de 1966. Durante los tres años siguientes los hermanos terminaron el colegio. Raúl ingresó a la universidad y formó el grupo Los Sunset's, en el que también colaboró Jean Pierre Magnet. Juan Luis postuló sin éxito a la carrera de arquitectura en la universidad Ricardo Palma y estuvo alejado de la música hasta 1969. Regresaría convertido en uno de los músicos más finos y creativos de su generación.
En el verano de 1969 Juan Luis empezó a frecuentar un pequeño parque de tres metros cuadrados en la bajada Balta, frente al club de tenis "Las Terrazas", a pocos metros del Océano Pacífico. Iba a fumar tronchos y a tocar la guitarra, en busca de paz. Privadamente, bautizó al parque con el nombre de El Polen. En aquel entonces escuchaba grupos de rock caletas –para los melómanos de la época- como The Incredible String Band, It´s a Beautiful Day y T-Rex, pero también música criolla y son cubano. Una mañana soleada salió de su casa rumbo a su refugio. Esta vez no sólo cargaba su guitarra y los tronchos. En su bolsa incaica también llevaba un ácido lisérgico de la mejor calidad.
Al llegar a la bajada Balta compró donde el chino una botella de jugo de naranja donde disolvió el ácido. Llegó a su parque y arrullado por el oleaje del mar y su guitarra –que parecía tocar sola- comenzó su primera revelación. Se dio cuenta de que todos los sonidos fluían y eran uno. Sus tres años de silencio musical iban desapareciendo. El entorno se fundió con él y lo inundó con una extraña lucidez caleidoscópica… Luego de algunas horas de viaje inició el regreso y se encerró en su casa para componer. No saldría hasta algunas semanas más tarde. Como un torrente, la música había regresado.
El sonido que surgió era muy distinto al rock que practicaba años antes con Los Shain's y con Los Drag's. Tenía mucha más influencia hippie y bebía de ritmos autóctonos, creando uno de los más serios proyectos de fusión en el continente; casi podríamos estar hablando del principio del rock latino que por diversas vías estalló comercialmente en los 90. Sin embargo, Los temas no tenían estructura de canción, como sucede con el Krautrock alemán –que no sé si Juan Luis ha escuchado-. Bandas germanas de Krautrock como Faust, Ash Ra Tempel, Neu o Amon Düül II eran a la vez folk, psicodelia, free rock, y tenían influencias de compositores de vanguardia como Schonberg, Xenakis, Varese, Cage y, sobre todo, Karlheinz Stockhausen. Juan Luis escuchaba los violines como guitarras con fuzztone. Y logró plasmar ese sonido soñado. Por ese entonces, en búsqueda de la autenticidad y de sus raíces (una de las grandes obsesiones de su generación) empezó a escuchar folklore andino. Al poco tiempo su hermano Raúl y otros amigos se unieron a los ensayos en su casa de Miraflores. Recordando el parque donde tuvo su primera revelación musical, Juan Luis bautizó el grupo con el nombre "El Polen". Inicialmente, además de los hermanos Pereyra en las guitarras y voces principales, la banda estuvo conformada por Fernando Silva y Ernesto Pinto. Luego se incorporó Beto Martínez y algo después Alex Abad (ex New Juggler Sound y Laghonia) en el bajo y la mandolina. Durante algún tiempo éste último fue reemplazado por Carlos "El Oso" Torres, es decir, mi viejo.
Debutaron a principios de 1970 en el Pub Zanzíbar –quizás el primero de su estilo en Lima-, situado entre las calles Colón y 28 de julio, en el distrito de Miraflores. El público habitual eran básicamente hippies, intelectuales, artistas y extranjeros de paso por Lima. Pronto, El Polen se convirtió en la banda de la casa. Empezaron entonces a conocer a gente enrollada, comprometiéndose aún más en una opción de vida romántica, personal y fuera del sistema. En otras palabras, eran hippies de verdad, la primera tribu urbana nacida de la tradición contracultural que realmente llevó a varios individuos a romper con el sistema. Eran un fenómeno sociológico con un sustrato cultural fuertísimo, no sólo grupos de intelectuales díscolos como los románticos ingleses, los dadaístas, o los beatniks, o bandas de adolescentes descarriados sin un discurso mayor –lo suyo eran las actitudes- como los mods o los rockers.
En julio de 1970 no sólo Juan Luis Pereyra, sino la banda entera, con muy poco dinero en los bolsillos, hizo su primer viaje a Cuzco, a tiempo para llegar a las celebraciones del Inti Raymy. Meses atrás Dennis Hopper y su equipo de cineastas gringos habían depredado la comunidad de Chinchero. Se recuerda particularmente una borrachera nocturna del director en la que destruyó un ídolo tradicional. Los músicos de El Polen alquilaron habitaciones y se pusieron a vivir en comunidad. Viajaron por zonas milenarias con ruinas incas fundidas en el paisaje como Machu Picchu, el Urubamba, Písac, y el Valle Sagrado. La ciudad de Cuzco tenía un buen ambiente, centro magnético que atraía hippies y viajeros de todo el mundo, era verdaderamente una zona alternativa para tanta gente que viajó por el mundo en aquella época, buscando la revelación, vagabundos del drama sumergidos en el camino. Compraron quenas e instrumentos tradicionales andinos y se presentaron en bares y auditorios. En total estuvieron tres meses y maduraron su repertorio.
De regreso a Lima alquilaron una casa en las afueras de la ciudad y se fueron a vivir en comunidad, lo que en realidad simplemente quiere decir vivir en piso compartido con buena onda y rodeado de gente que participa en un proyecto creativo común. Al poco tiempo, la banda se mudó a una casa bajo el Puente de Los Suspiros, en Barranco, que se convirtió en un centro de reunión de gente interesada en la música. La comunidad fue un laboratorio de experimentación sonora. Una de las personas que paraba por ahí era la cantante Susana Baca, que ya en los años 90 se convirtió en la cantante peruana más conocida internacionalmente, gracias al espaldarazo que le dio el ex Talking Head David Byrne al incluirla en su compilatorio The Soul of Black Peru, para su casa discográfica Luaka Bop.
A fines de 1970 la banda tuvo su primera actuación importante en la Universidad de Lima –apenas fundada poco tiempo atrás-, con un cartel que reunió a lo más graneado de la escena peruana. El Polen fue la sensación. Nadie había llevado antes tan lejos el concepto de rock y fusión andina. Uno de los espectadores se convirtió en un fanático suyo. Peter Koechlin no era sólo un oyente más, era un empresario que estaba a punto de traer a Santana al Perú. Ese mismo día les pidió que actuaran como teloneros en el concierto que la banda de San Francisco iba a dar en el estadio de la universidad de San Marcos. Inmediatamente aceptaron, pero la siguiente semana los esperaba un serio inconveniente.
La versión de Juan Luis es que una amiga colombiana les había enviado por correo como regalo un libro que camuflaba un alijo de marihuana. Alguien en la comunidad de Barranco aceptó el obsequio e inmediatamente les cayó encima la policía. En realidad, yo imagino, en la Lima provinciana y bajo una dictadura de 1970, a la tombería yendo a registrar una casa en Barranco donde vivía un grupo de melenudos y barbones jesucristos que se vestían como sucios incas en blue jean en vez del habitual terno o simple pantalón de tela y camisa o guayabera –es decir, la vestimenta de la gente normal aquellos días-, dadas las continuas quejas de los vecinos debido a la música a alto volumen y a las fiestas de amanecida que perturbaban la tranquilidad del barrio. Y veo a la policía encontrándolos a todos con los ojos rojos y un comportamiento errático aunque conciliador y pacifista. Al fin y al cabo, eran la única comunidad hippie de Lima, o los únicos que decían a voz en cuello que lo eran y que hicieron algo, lo cual es más que suficiente. Poco antes del concierto de Santana el grupo entero estaba en la cárcel. Ante su insistencia y preocupación de quemados, los tombos les prometieron que saldrían a tiempo para tocar, es decir to play, jugar. Peter Koechlin los fue a visitar a su celda y les preguntó si necesitaban que Carlos Santana les trajera algo para el concierto. Pidieron dos guitarras eléctricas.
Salieron de la cárcel dos semanas antes del recital e inmediatamente se encerraron entre cuatro paredes en su casa comunitaria de Barranco para ensayar desde que se levantaban hasta que se dormían. No vieron a Santana y su banda cuando llegaron al Perú y la noticia de su expulsión les llegó cuando ya estaba consumada. Peter Koechlin, deprimido, les dijo que se quedaran con las guitarras Martin y Gibson que Carlos Santana les había traído como regalo. Los hermanos Pereyra todavía las conservan.
Sin embargo, al poco tiempo surgió una oportunidad que no desperdiciaron. Nilo, el hermano mayor de Juan Luis y Raúl, trabajaba habitualmente en rodajes de cine. El director argentino Bernardo Batievski estaba filmando la película "El Cholo", inspirada en la vida del futbolista Hugo Sotil y protagonizada por él mismo.
De los deportistas que han nacido en el Perú, quizás Hugo Sotil haya sido uno de los más geniales, hedonistas, generosos y autodestructivos. Para la final de la Copa América contra Colombia Sotil apareció gordo, luego de algunos años deslumbrando en el Barça y emborrachándose en España. Antes del entrenamiento regaló relojes de oro a todos los jugadores. Y en el partido marcó el único gol contra el rival. Su juego intuitivo podría ser contrastado con el racionalismo de otro crack de la época: "El Nene" Teófilo Cubillas.
En el filme del 72 Sotil actúa –pésimamente, por cierto, como el resto de la película, con la obvia excepción de la música- haciendo el papel de él mismo. Supuestamente es un cholo sensible y empeñoso, pintor y futbolista. Los cuadros que aparecen en la película, sin embargo, son obra de Mílner Cajahuaringa. Hugo Sotil aparece jugando en el Municipal, viajando a Europa (pretexto para insertar algunas imágenes turísticas) y teniendo un romance en el viejo continente. Bernardo Batievski, el director de la película, le dijo a Nilo Pereyra que no tenía banda sonora para el filme, y le pidió que le recomendara algún grupo. Obviamente, Nilo le mencionó a El Polen. La banda entera hizo una audición frente a Bernardo Batievski, que inmediatamente les hizo un contrato. No les pidió ningún tema nuevo, sólo una versión del tema tradicional "Cholito pantalón blanco". El resto de la banda sonora de la película está constituido por el repertorio habitual del grupo hasta ese momento.
Durante una semana la banda se encerró en los estudios de la casa discográfica El Virrey, ubicada en Paseo de la República, bajo las órdenes del ingeniero Gerd Nickau, que con ese mismo material ganó un premio en Alemania a la mejor grabación en cuatro canales.
El Polen no dio ninguna actuación especial promocionando la película, pero posó para una sesión fotográfica junto al Cholo Sotil. Las fotos fueron publicadas en los periódicos. Todos aparecen frente a la casa comunitaria bajo el Puente de los Suspiros. El disco fue un éxito, y la canción Valicha se convirtió en número uno en las radios. En el caso particular de Radio Miraflores, por ejemplo, llegó a superar una canción de The Doobie Brothers en el hit de la semana.
Se produjo entonces un cambio importante en la banda. Entró Freddy "Puro" Fuentes a la batería. Exceptuando el primer LP, donde Alex Abad y otros músicos hicieron arreglos maravillosos con la percusión, el Polen solía usar en algunas de sus presentaciones a percusionistas amateurs, normalmente lanzados de la comuna que se mandaban a tocar en vivo, y que como eran muchos, disimulaban su madera de principiantes haciendo bastante ruido. Mi viejo me contó que cuando hizo unos reemplazos en la banda, se quejó ante Juan Luis porque los 10 congueros (por decir un número) tocaban en tiempos distintos, confundiéndolo, y él debía seguirlos a ellos y no a la guitarra, dado que el bajo es parte de la base rítmica. Quitándose el pelo de la cara, y mirándolo fijamente con sus pupilas dilatas, el chato Juan Luis le dijo, Oso, lo siento, pero son miembros de la comunidad, no los puedo chotear. Por aquellos días la comunidad entera se mudó a una casona en la calle San Martín, en Barranco.
Con esta formación fueron invitados al Festival de la Canción de Agua Dulce, organizado por el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. Participaban además Alfredo Zitarroza, Los Compadres, Raúl Vázquez y otros músicos internacionales consagrados. El Polen concursaba en la categoría de canción y eran los favoritos. Sin embargo, días antes les habían advertido que cambiarán la letra de su tema en competencia, porque era muy crítico al gobierno. No lo hicieron. Fueron ovacionados pero perdieron. Al día siguiente el diario Expreso los declaró vencedores morales.
Miguel Lorente, un hippie chileno que vivía en la comunidad era amigo del grupo Los Jaivas (antes llamados High Bass, debido a la diversa estatura de sus miembros). Los contactó y les llevó a los músicos chilenos el disco "El Cholo". En América Latina sólo tres bandas: los argentinos Arco Iris, -con Gustavo Santaolalla, el más importante productor de rock latino en los años 90-, Los Jaivas y El Polen hacían una fusión tan avanzada. Es más, podría decirse que "El Volantín" de los Jaivas y "El Cholo" son los primeros discos de acid folk de América Latina. Eran bandas hermanas y al ver Los Jaivas que El Polen tenía su mismo concepto, los invitaron a tocar a su país.
Chile vivía entonces una explosión contracultural. El gobierno de Salvador Allende había esperanzado a varios sectores sociales y la vida en comunidad –los más precarios vivían en campamentos- era algo muy difundido a lo largo del país. En verano de 1972 todos los músicos de El Polen tomaron un autobús hasta Tacna, pasaron la frontera (un kilómetro de desierto llamado "La línea de la concordia") y en Arica tomaron un avión hasta Santiago de Chile, pagado por Los Jaivas, que vivían en la capital haciendo vida en comunidad. Sus colegas músicos los hospedaron en sus casas. Los de El Polen conocieron también a miembros del grupo Los Blops, banda chilena que merecería una novela entera debido no sólo a su música sino a su estilo de vida, muy similar a la que en estos momentos narro, callando varios aspectos que posteriormente contaré en otros proyectos literarios.
El Polen tocó en la universidad Católica de Chile, en el coliseo Caupolicán, en el teatro Providencia y en la peña de la familia Parra. Su concierto más grande fue en la Quinta Vergara en Viña del Mar, junto a Los Jaivas. Se movilizaron para el concierto hippies de todos lados de Chile y el auditorio se llenó del denso humo de la marihuana, buenas vibraciones y el mejor sonido de fusión, al contrario que en lamentables épocas posteriores, llenas de música seudo latina y seudo todo producida en México por Televisa o por los Estefan en Miami. Existe un video del festival.
Al finalizar el verano –Juan Luis siempre me situaba cronológicamente a partir de la estación estival-, El Polen regresó al Perú. Observando el desierto de Atacama desde la ventanilla del autobús recordaban los meses pasados en olor a multitudes y se preparaban para grabar un nuevo repertorio. La cabeza del chato Juan Luis Pereyra hervía con alucinantes ideas musicales mientras contemplaba la infinitud de las arenas y el litoral desértico interrumpido por valles una y otra vez…
Tenían contrato con la casa discográfica El Virrey y se encerraron durante una semana en sus estudios, situados en el Paseo de la República, la primera autopista que comunicaba la gran jungla de asfalto en la que se estaba convirtiendo Lima. El resultado fue su segundo LP, llamado "Fuera de la ciudad", que salió a la venta tiempo después y contiene sus éxitos "Hijos del sol" y "La cueva". Para mí, es su obra maestra, los más delicados arreglos hacen que los temas se vuelvan esa otra cosa en la que uno se transfigura cuando está en el otro lado. Los Jaivas hacían canciones, El Polen hacía sonido.
A mediados de 1973 Susana Baca fue invitada al festival de Berlín, y les pasó la voz para que la acompañaran. Junto a la cantante y al grupo de teatro La Tarumba se embarcaron, cruzaron el Canal de Panamá y llegaron hasta Cuba, donde tomaron un avión hacia Berlín.
En la capital alemana dieron un par de conciertos pequeños. Para permanecer en Europa necesitaban la invitación de algún amigo. Le pidieron al húngaro-peruano Peter Kun que les hiciera la carta. Gracias a él, cuando Susana Baca y La Tarumba iban a tomar el avión de regreso, pudieron quedarse, aunque inmediatamente debieron viajar a Hungría. Ahí dieron varios conciertos, incluido uno en un barco para turistas en pleno río Danubio. Luego de su breve estancia húngara viajaron a Austria, donde asistieron a un concierto de los Rolling Stones, durante la gira del Goats Head Soup, el 1 o el 23 de septiembre de 1973, si consultamos el libro Rolling with the Stones, de Bill Wyman, bajista de la banda y documento con la memorabilia más completa y detallada del grupo.
En París fueron alojados por el pintor Pablo Quintanilla, que les hizo un sitio en su taller. Dieron recitales en municipalidades y en diversos locales. Conocieron poco a la bohemia peruano-parisina de la época –Alfredo Bryce Echenique, los hermanos Rosas, Julio Ramón Ribeyro, Manuel Gutiérrez-Sousa, Armando Rojas, Elqui Burgos, Manuel Scorza y otros que entraron y salieron a lo largo de los años- porque, como suele suceder con la peruchada, no había una red común donde todos se cayeran bien. Obviamente, ellos estaban de lado del cholo Quintanilla en las pequeñas rencillas. Sin embargo, cenaron una vez con Georgette, la viuda del poeta César Vallejo. También tuvieron una presentación en Dinamarca durante la inauguración de una muestra individual de Pablo Quintanilla.
Luego de pasar cuatro meses viviendo en París, regresaron a Perú en el verano de 1974. Siguieron tocando durante una temporada, pero el ambiente había cambiado mucho. La mayoría de los músicos de su generación habían quemado, viajado, cambiado de estilo o se estaban dedicando a otros trabajos. El Polen era prácticamente uno de los pocos sobrevivientes y sus integrantes sufrieron una mezcla de desidia y vanidad, como sucedió en general con los músicos de rock aquel año, cuando la contracultura clásica dio su último suspiro y expiró definitivamente. A mediados de 1975 Juan Luis Pereyra decidió abandonar la banda, que se separó casi inmediatamente. Juan Luis se fue a hacer vida comunitaria a Santa Eulalia. Años después regresó a Europa a recorrer el viejo continente en una casa rodante junto a su familia. Por su parte, Beto viajó a Chile y a Brasil, y Raúl Pereyra se atrincheró en el grupo Sudamérica.
Pero, como siempre, no todo había terminado. En 1996 el grupo se reunió y al poco tiempo grabó un tercer disco, muy bueno por cierto, pero con un sonido distinto al de sus dos primeros LPs. Aunque la banda no se ha separado oficialmente en el momento de escribir estas líneas se encuentra invernando. Como todos los grupos de esta historia escondida, El Polen tuvo mala suerte. Sin embargo, lograron grabar, con lo que su magia puede volver a estar presente para los melómanos actuales. En cuanto al chato Juan Luis Pereyra, sé que esta noche traza el mapa definitivo de las estrellas desde cualquier lugar del universo, empezando por Miraflores, pasando por Santa Eulalia y avistando tierra en cualquier lugar de la galaxia, siempre haciendo buena música. Un abrazo fraterno y entrañable, con mucho afecto, maestro.
(Este artículo apareció en el blog "Zona de noticias")
Origen de la única saga del rock latinoamericano
New Juggler Sound
Por: Carlos Torres Rotondo
1. NEW JUGGLER SOUND
A principios de los años 60 la Lima actual surgía desde las arenas como una criatura inmensa. Las nuevas urbanizaciones -construidas desde la dictadura de Odría- se convertían en barrios, en geografías urbanas autosuficientes donde crecían y se desarrollaban las familias y las primeras relaciones sociales. La ciudad mutaba en el apogeo de una gran explosión demográfica. Los nuevos colonos eran familias de clase media con cierta estabilidad laboral. Lima empezaba a expandirse hasta el puerto del Callao y Maranga fue la primera urbanización de su tipo en una época en la que la periferia era un escenario de asépticas viviendas cercadas por unos acantilados que por su aridez y desolación fueron bautizados espontáneamente como "El paraíso de los suicidas". Sin embargo, había vida de barrio, chicas guapas y los jóvenes escuchaban rock and roll. Y si continuamos volando bajo el banco de neblina que cubre La Ciudad de los Reyes tomaremos la avenida La Marina, nos desviaremos hacia el fundo Pando y llegaremos a la Ciudad Universitaria de San Marcos. Justo al costado se encuentra la Unidad Vecinal número 3, un lugar tan aparte que por momentos parece una burbuja, un pueblo enclavado en la urbe. Sus edificios simétricos, sus escaleras y sus recovecos, sus espacios cerrados, sus patios y sus jardines, sus tiendas y sus habitaciones solitarias fueron el escenario en el que los hijos adolescentes de los vecinos conocieron la música e hicieron movidas a lo largo del tiempo. Muchas bandas han salido de la Unidad y seguirán haciéndolo durante bastante tiempo más, pero los juglares fueron los primeros: los hermanos Saúl y Manuel Cornejo.
Nacieron a caballo entre los 40 y los 50, cuando ya se había afirmado por completo el nuevo orden político consecuencia del reparto del botín de áreas de influencia que fue la II Guerra Mundial. Desde pequeños se criaron escuchando música clásica en la radiola de sus padres. A los 7 años Saúl comenzó a tomar unas aburridas –aunque luego se revelaron muy fructíferas- clases de piano en el conservatorio. Luego se pasó al violín. La guitarra la aprendió por intuición, observando cómo tocaban los amigos en las escaleras. Que Manuel -su hermano menor- también hiciera música de manera espontánea determinó que ambos tuvieran el privilegio de un aprendizaje común. Cuando era niño Manuel tocaba las cajas y alucinaba con Elvis, Little Richard y The Everly Brothers. Y luego los hermanos empezaron a escuchar más conscientemente a los negros: James Brown, Sam Cooke, Four Tops, el sonido Motown y Wilson Pickett, a quien alguna vez pillaron en la tele. Pero la invasión inglesa fue un corte absoluto con lo anteriormente aprendido. Y Saúl y Manuel, como muchos músicos en el planeta durante aquellos momentos, empezaron a sumarlo todo.
Un mediodía a principios de los 60 los hermanos Cornejo se sentaron a almorzar en el comedor de su apartamento y encendieron el televisor. Estaban tocando los Krep's, un grupo melódico integrado por tres galanes: Lalo Bisbal, Tito Morales y Alejandro Palma, que años después se casaron, cada uno de ellos, con diversas reinas de belleza. Intuitivamente compararon a la seminal banda peruana con lo que estaban comenzando a emitir los programas musicales enlatados como Shindig y Hullaballoo. Al mismo tiempo que tantas personas en el mundo inconformes con la vida real, los hermanos decidieron entonces formar una banda y crear su propio mundo.
En 1964 Saúl tenía 16 años y Manuel 14 pero ya no pensaban en tocar individualmente para unos pocos amigos. Ahora el proyecto era formar una banda, como hacían los ingleses. Tenían un amigo de la infancia llamado Eduardo Zarauz y le dijeron que aprendiera a tocar el bajo, ya que Saúl estaba totalmente abocado a la guitarra y Manuel a la batería. Comenzaron los ensayos conjuntos e hicieron lo que todo el mundo cuando recién aprende: practicar haciendo versiones de otros grupos. Fue un salto cualitativo que dieran rienda suelta a los sonidos que iban surgiendo, experimentando tímidamente con algunas composiciones propias. Un amigo común llamado Alberto Miller se integró pronto en la guitarra y en la voz. Era más alto que los demás y tenía más presencia escénica. Pronto, escuchando a The Byrds y a The Beatles, la banda comenzó a tocar con guitarras de 12 cuerdas y a crear arreglos especiales para los juegos de voces.
Manuel todavía era chibolo y cursaba sus últimos años de secundaria en el San Antonio de Bellavista, un colegio de curas donde la enseñanza del inglés era muy importante. Un compañero de su clase se llamaba Alex Abad y también era aficionado a la música clásica y a The Beatles. Cierta vez intercambiaron algunos comentarios sobre los Dave Clark Five, a quienes Alex sólo conocía de oídas. Un día Manuel llevó al salón el 45 de Love Me Do en la edición original inglesa: mira qué bestial, el primer sencillo de los Beatles. Comentó a Alex que había un lugar donde se podía encontrar material relacionado: la librería Época, en la calle Belén. Una tarde quedaron en ir. El recinto tenía un rincón repleto de pósters y revistas de música. A la salida fueron al barrio de Manuel, la Unidad Vecinal número 3. Había bastante gente en el depa. Y comenzaron a conversar y luego a tocar. Escuchaban una canción y le encontraban el ritmo, la afinación, las escalas armónicas. Entonces, espontáneamente, Alex entró al grupo para tocar refuerzos rítmicos, es decir, diversos instrumentos de percusión como maracas, bongós, pandereta, cencerro, voces, etc. La incorporación de Alex al conjunto le dio una dimensión rítmica sumamente compleja, pese a las limitaciones de los sucesivos bajistas. En cierta ocasión –cuarenta años después de acaecidos estos sucesos- bromeábamos en Madrid con Paul Hurtado de Mendoza, llamando a Alex Abad el Brian Jones peruano, debido a los detalles esenciales que le aportaba a la canción. Lo único que hacíamos era exagerar una verdad evidente: desde el principio la banda conformada por Saúl Cornejo y Alberto Miller en guitarra y voz, Eduardo Zarauz en el bajo, Manuel Cornejo en la batería y Alex Abad en la percusión destacaba por sus rítmicos arreglos barrocos. Debían tener un nombre y empezaron a presentarse como New Juggler Sound a partir de 1965 en conciertos escolares. Eran conscientes de lo que hacían y tenían pretensiones, ya que consideraban juglares, es decir, artistas, payadores. Aquel fue un prolongado periodo de aprendizaje, pero ensayaban y tocaban tanto para los patas que a la hora de debutar oficialmente lo hicieron con mucha seguridad.
El pintor Rafael Hastings –residente en Inglaterra por aquellos tiempos- los había escuchado en una de sus presentaciones informales y les propuso debutar en su próxima exposición. La noche del vernissage los muchachos transpusieron las puertas del Instituto de Arte Contemporáneo, ubicado en el Centro de Lima y vieron una serie de pinturas basadas en colores grises, fuera de lo común, alucinantes. La galería era un recinto completamente almidonado y tradicional, pero ellos eran jóvenes y hacían buena música. Impresionaron. Si en la audiencia hasta estaba la niña prodigio de la televisión peruana: Chachita Hormazábal. Acabada su actuación se les acercaron pintores como Enrique Zamalloa, José Carlos Ramos o Emilio Hernández. Todos querían que tocaran en sus exposiciones. La prensa, en su ignorancia ante la novedad, colgó todas las etiquetas posibles: eran hippies, ye-yes, go-gos, brujos… Se empezó a hablar de los happenings, de las experiencias artísticas irrepetibles, de la psicodelia…
Casi no llegaron a tocar en las matinales. Alguna vez se presentaron en el cine Tauro junto a Los Shain's y Los Dolton's. Realizaban recitales en el Casino Náutico haciendo música especial para desfiles de moda. Su inconsciente era como un pararrayos, como una antena que captaba y transmitía electricidad. No salían de su barrio mental pero lo poblaban con el sonido infinito. Alguien que los vio en la exposición de Rafael Hastings los invitó al teatro de la AAA (Asociación de Artistas Aficionados), mítico colectivo histriónico limeño. Era 1967 y llegó una delegación de actores europeos con una pieza llamada "La flor carnívora", en la que el público participaba más activamente que en las representaciones tradicionales. Los actores les pidieron ayuda con la música. No sólo para componerla, sino también para tocarla en vivo durante la representación… New Juggler Sound podría haber sido la gran banda arty de la primera escena del rock en el Perú, pero decidieron ser decentes, al menos por el momento. Se concentraron en la música y se preocuparon por grabar. Gracias a las obras de teatro conocieron a Oswaldo Iriarte, locutor y gerente de la RCA - Víctor, multinacional representada por FTA en el Perú.
Grabaron su primer 45en la segunda mitad de 1968, mientras en un apartamento de la calle Marsano en Miraflores un grupo de coroneles escribía el manifiesto y el estatuto revolucionario que constituía el proyecto nacional que sustentó el golpe de estado del general Juan Velasco Alvarado el 3 de octubre de ese año. El disco sencillo estaba constituido por las canciones Baby baby / I must go, ambas compuestas por Saúl Cornejo y Alberto Miller, responsables de las guitarras eléctricas, de las guitarras electroacústicas de 12 cuerdas y de las voces. Sonaba a una mezcla entre The Byrds y The Beatles, pero los temas eran propios y contaban con armonías y arreglos exquisitos.
La disquera les propuso sacar a la venta un segundo 45, pero con canciones en español. Tuvieron que traducir un par de temas propios en inglés y se metieron a grabarlos en los estudios de Sono Radio, ya que en ese entonces RCA no tenía sala de grabación. El resultado fue Mil millas de amor/Sonrisa de cristal, disco muy difícil de encontrar y jamás reeditado, que parece no tuvo grandes resultados artísticos. Culminó entonces la primera etapa de la banda. Alberto Miller se alejó y fue reemplazado por Davey Levene, un gringo a quien Eduardo Zarauz había conocido mientras tiraba dedo hacia Tumbes. A su regreso lo describió como el Jimi Hendrix que necesitaban.
Laghonia
2. LAGHONIA
A estas alturas de mi narración debo aclarar que no estoy mintiendo ni exagerando. Las grabaciones hablan por ellas mismas: son pruebas frente al tribunal de la posteridad. Llego ahora a uno de los momentos más gloriosos de esta historia. Davey Levene era un virtuoso de la guitarra e hizo que el grupo ascendiera ocho millas en la estratosfera psicodélica y progresara hacia un estilo más ácido, posiblemente luego de escuchar los primeros experimentos con wah wah y fuzz que un joven Eric Clapton ejecutaba en los Yardbirds y luego desarrolló en Cream. Con Davey Levene encuentran su mejor sonido y empieza realmente la agonía, la pasión, el salir fuera del tiempo cuanto haces música. Con esta formación sacaron a la venta tres 45s grabados en 1969 con el sello MAG, con las canciones Glue/Billy Morsa, And I saw her walking/Trouble Child, y Bahia/The Sandman. En estos testimonios del ritmo los nuevos juglares alcanzan su plenitud inimitable y empiezan a cambiarse el nombre a Laghonia. La sensibilidad melódica de Saúl Cornejo logra química inmediata con el talento ácido de Davey Levene, y se plasma en improvisaciones mágicas cercanas al soul y el rhythm & blues. Estos tres 45s son algunas de las joyas más hermosas que jamás hayan surgido no solo en la psicodelia peruana, sino en la psicodelia a secas.
Siempre habían aspirado a incluir un teclado en la banda. Conocieron a Carlos Salom en La Punta, cuando acababa de llegar de Barranco, por lo que la gente se refería a él con el apodo "Barranquino". Era un hombre grueso y de gafas, con el cabello largo tan rizado que era casi un african look. No tenía influencias rockeras -más bien tocaba jazz y bossa nova- pero en vivo era un extraordinario pianista. Sin embargo, se decidieron por utilizar un órgano Hammond. En la Feria del Pacífico vieron a Marshmellow Soup Group, un grupo que había venido a Lima a tocar para el pabellón de Canadá. En el concierto los muchachos se volvieron locos porque vieron un verdadero órgano Hammond B2 con su Leslie. Con la idea en la cabeza de adquirir ese tesoro se hicieron amigos de la banda canadiense, los llevaron a la Unidad Vecinal y les propusieron que les vendieran el precioso instrumento. Quedaron en un precio de 3000 dólares que ascendía a 5000 con el impuesto. Sin embargo, como los Marshmellow Soup Group había venido con la embajada canadiense a través de canales diplomáticos no se les permitía vender nada y debían llevarse todo lo que habían traído. Siguieron buscando, esta vez por medio de los anuncios clasificados del diario El Comercio. Luego de visitar a varias personas, dieron con un Hammond B2 con su Leslie y no con el parlante abajo, como era más común.
Lo estrenaron grabando dos temas 2 temas: Neighbor y My love, en los que anuncian la nueva orientación del grupo, con un mayor predominio de los teclados y la creación de atmósferas, probablemente influidos por el abanico sonoro abierto por Todd Rundgren con su grupo Nazz. Es entonces que sacan a la venta, ya definitivamente bajo el nombre Laghonia, "Glue", un primer LP que en realidad es una compilación de New Juggler Sound, con la excepción de los dos nuevos temas con Salom. Dicho sea de paso, montaron una parte con Hammond sobre la versión de la canción Glue, que apareció originalmente en un 45.
Si bien Neighbor y My love son temas de transición, su nuevo sonido se muestra en todo esplendor en su siguiente 45, con las canciones World full of nuts y We all. Los grabaron en los estudios de MAG, ubicados junto a su fábrica de discos en la avenida 2 de mayo. Eran unas sesiones increíbles donde los seis jóvenes músicos se hallaban en una etapa de creatividad fuera de lo común. Cuando cerraban la puerta del estudio se apreciaba un silencio que nunca antes habían sentido, era como si les taparan las orejas. Se escuchaba hasta sus cuerpos deslizándose por el aire. Como tenían varias horas de ensayo y los músicos se escuchaban entre ellos y tenían un elevado nivel de comunicación, normalmente sólo montaban los instrumentos, hacían la cuenta de tres y la canción quedaba a la primera o a las muy pocas tomas.
Cierta vez encontraron un aparato rarísimo, una especie de desfazador que distorsionaba la voz. Inspirados por las canciones I am The Walrus de The Beatles y 21st century Schizoid man, de King Crimson, utilizaron el efecto para la grabación de World Full Of Nuts. Cuando llegó el ingeniero Carlos Manuel Guerrero al estudio y revisó las cintas les dijo que todo había salido mal: "Pero por qué ha salido la voz así, con ese defecto que no se entiende". Los chicos le explicaron que la canción trataba sobre un mundo de locos y que la intención era que sonara raro. Fueron a buscar el efecto para demostrarle que todo había sido a propósito, pero no lo volvieron a ver. Aquel objeto mágico y misterioso había desaparecido para siempre.
Su música era barroquismo puro, rizo, superposición de estilos, capas y colores. Sus canciones fueron perfeccionándose con arreglos cada vez más complejos; eran más largas y constaban de varias partes, en las que experimentaban con los tiempos más que con la improvisación. A fines de 1970 Eduardo Zarauz se fue a vivir al Cusco y a Bolivia, y fue reemplazado por Ernesto "La Bestia" Samamé en el bajo. Con esta formación grabaron su segundo LP, que salió a la venta en 1971, "Etcétera". Las 8 canciones que conforman el disco son el clímax de Laghonia. Es recomendable escucharlo varias veces para poder captar la complejidad de su belleza. Comienza con Someday, un tema de riff poderoso y épico que suena a una mezcla entre King Crimson y Led Zeppelin, es decir, palabras mayores. La última canción, It's marvelous, composición de Manuel, prefigura el giro melódico que su música adoptará en la próxima encarnación de esta saga.
En el estudio conocieron a Carlos Guerrero, hijo del dueño de MAG, que se entusiasmó bastante con el grupo. Comenzaron a alternar y como el disco Etcétera ya estaba casi completo pero faltaban los coros, Carlos se ofreció para hacerlos, ya que entonaba bien y sabía inglés.
La carátula del Etcétera es un collage obra de Manuel Cornejo, en el que se mezclan fotografías con dibujos en un diseño tremendamente psicodélico. Sin embargo, cuando el disco salió a la calle, empezaron las dificultades. Alex Abad se fue a tocar con El Polen y Davey Levene se fue a vivir a Estados Unidos. Sólo quedaban los hermanos Cornejo, Samamé y Salom, que decidieron que pese a las dificultades seguirían haciendo música.
We All Together
3. WE ALL TOGETHER, FRAGMENTACIÓN Y RETORNO
A fines de 1971 Saúl Cornejo aceptó una propuesta de Carlos Guerrero e integró al colectivo de músicos en un proyecto para hacer versiones y recrear el sonido de bandas como The Iveys/Badfinger o The Wings. Grabaron un par de canciones y el ingeniero Carlos Manuel Guerrero, al verlas, les dijo que no se andaran con experimentos y pruebas. Mandó prensar los discos y los sacó a la venta. El sencillo contenía dos temas de Paul y Linda McCartney: Some people never know y Tomorrow. Para presentar la nueva etapa eligieron el nombre We All Together porque ya tenían un tema llamado We all y The Beatles cantaban All together now. Era un nombre en inglés largo y difícil, pero las radios empezaron a pasar una y otra vez al grupo. Las primeras grabaciones eran éxitos comerciales, suceso extraño en un ambiente en el que el rock se estaba replegando. Lo cierto es que ya casi no se hacían grabaciones del género, y lo que salía era o cosas que se le escapaban a la disquera –como el LP de Tarkus- o discos hechos con una explícita función comercial. En medio de las versiones ponían temas propios y, pese a las limitaciones, lograron hacer un buen trabajo en estudio y redujeron sus presentaciones públicas al mínimo. Estaban todos juntos, pero sus siluetas se iban difuminando. Escucharlos en esa época es escuchar a una generación desorientada, que quiere seguir haciendo música pero que ha perdido la originalidad y se aferra al profesionalismo, así sea dulzón. Y es que hay que reconocer que si bien el grupo ganaba a nivel vocal, recuperando el tiempo fundacional en el que escuchaban a The Byrds (véase su interpretación de Carry On till tomorrow y Walk in the rain mucho más finas que las originales), a nivel creativo y conceptual sufrieron un apreciable descenso. Durante New Juggler Sound y Laghonia sólo habían grabado composiciones propias.
Como We all together grabaron su primer LP en 1972. El disco contó con la participación de Beto Villena y Andrés D'Colbert -también colaborador de Los Belkings-, que hizo los arreglos de cuerdas. Justo después empezaron a sufrir nuevos cambios. Carlos Salom se retiró de la banda y se fue a vivir a Venezuela. En el segundo LP, editado entre 1973 y 1974, incorporaron al ex Traffic Sound Willie Thorne y al teclista Félix Varvarande como músicos de sesión. Este disco contiene muchas más canciones propias, la mayoría de Carlos Guerrero. Se separaron en 1975, luego de grabar un mini LP y algunos temas inéditos.
Lo cierto es que durante este periodo varios músicos de la saga se prodigaron en grabaciones. A principios de la década Saúl, Manuel y Levene habían participado como músicos de sesión en Vudú, el impresionante segundo LP de Jean Paul, el Troglodita. Por su parte, Ernesto Samamé fundó Smog, un grupo paralelo en compañía de Manuel Guerrero en guitarra y voz y Eduardo Vásquez en la batería. Grabaron un 45 brillante y se disolvieron. El colectivo musical también tocó e hizo arreglos en el 45 de Monik y acompañó a Roxana Valdivieso en algunas presentaciones. Félix y Ernesto grabaron con Jerikó (nombre artístico de Marcelo Reátegui) en un 45 llamado Fe 59, porque 59 es LIX en números romanos, Fe-LIX.
Dentro del amplio y caótico legado discográfico de la época inmediatamente posterior a We All Together destaca un 45 sacado a la venta bajo el nombre Sudamérica, en el que los hermanos Cornejo, Ernesto Samamé y Félix Varvarande hacen rock en castellano. Editaron sólo un 45, que contenía las canciones Yo no sé señor y Contaremos las estrellas. El sencillo salió a la venta en febrero de 1975 cuando la huelga de la policía y los saqueos en Lima pusieron en jaque a la dictadura revolucionaria de Juan Velasco Alvarado.
Era tiempo de tiroteos, confiscación de todos los medios de comunicación y toques de queda. La crisis política concluyó con el contragolpe del general Francisco Morales Bermúdez, que durante 5 años hizo una transición hacia la derecha, la Asamblea Constituyente y luego a un precario interregno de democracia a partir de 1980. Durante la segunda mitad de los 70 una parte importante de músicos y público derivó políticamente hacia la militancia izquierdista –tal fue el caso de mis padres, con quienes fui a vivir de niño a una comunidad campesina en el valle del Canipaco, a partir de 1977, con el objetivo de colaborar con los comuneros a recuperar sus minas-. Bastante gente enrollada empezó a escuchar música latinoamericana y folklore. Alex Abad, por ejemplo, tocaba charango y guitarra en conjuntos como Inkakenas, Grupo Perú y Grupo Chaski. Todo en el país había cambiado debido a lo radical de las reformas de Velasco. Tiempos de miseria para la música nacional, años de plomo. Bastantes miembros de la primera escena del rock en el Perú, por otro lado, habían emigrado, iniciando un ritual para la clase media limeña en el que yo también me he visto directamente involucrado en la actualidad. En 1980 cuando Belaúnde tomó nuevamente el poder y Sendero Luminoso pasó a la acción ya nada volvería a ser igual.
He adelantado todos estos acontecimientos históricos sólo para subrayar que en 1975 la saga continuaba en su mundo privado, en una burbuja musical autónoma, como si la historia llegara a través de extraños filtros. En la vida real no existe un tiempo lineal, conviven varios mundos simultáneamente, al contrario de lo que sucede con el lenguaje, que es por naturaleza estrictamente sucesivo en sus más pequeñas unidades. A mediados de los 70 colectivo musical construido alrededor de los hermanos Cornejo vio a su alrededor que el rock había muerto en el Perú. Y se dedicaron a hacer disco, aprovechando la fiebre de sábado por la noche. Sacaron unos 45s bajo el nombre Etc y luego un LP como The Rollets. Este disco fue un éxito de ventas gracias a la canción Patinando y quizás constituye la única excepción dentro del concepto musical que manejaba la saga. Cuando menguó la fiebre disco, siguieron tocando y grabando, esta vez sin mucha repercusión comercial y bajo los nombres You y Amigos.
Félix Varvarande, además, formó el grupo Illicit junto a Mario Rivas y Dante Piaggio. Dante fue mi profesor de música cuando yo cursaba a principios de los 80 mis primeros años de primaria en "La Ronda", un colegio experimental para hijos de intelectuales izquierdistas setenteros. Cuando Dante me enseñaba música a principios de los 80 yo sólo sabía que tocaba bajo con un cantautor llamado Juan Luis Dammert, compositor de una canción sobre un viaje en microbús llamada Acho-Abancay, que nos enseñaron en el colegio. Años después, Dante se convirtió en un destacado fotógrafo del periódico El Comercio. Recuerdo habérmelo encontrado más de una vez en la avenida del Ejército, cerca a la Pera del Amor, esperando la combi. Aquellas ocasiones yo estaba por ahí porque iba a visitar a mi amigo Giancarlo Leveroni, también conocido como El Moco, que era vecino de Dante y tocaba batería en una banda hard core llamada Sentido Común.
Entre fines de los 80 y comienzos de los 90 yo era un activista de la escena hard core peruana, que tenía como centro de operaciones el que quizás fuera el primer Squatt de América Latina, la mítica "Jato Hard Core de Barranco". Como el resto de mi generación, que los conoció a su regreso a mediados de los 80, esta vez sin los hermanos Cornejo, mi opinión sobre We All Together era que se trataba de la banda más dulzona, comercial, patética y odiosa del mundo.
Mi percepción comenzó a cambiar una década después, cuando empecé a recobrar la consciencia histórica. Ya embarcado en esta investigación, un veterano rockero de Maranga -a quien había me había presentado Julio Chávez Cabello, antiguo miembro de los Shain's y los Drag’s, en una de las jam sessions a la chicha morada que se hacían en su casa- me grabó un par de canciones de New Juggler Sound con Levene en la guitarra. Aluciné. Pocos meses después entrevisté a Ernesto "La Bestia" Samamé, junto al poeta José Carlos Yrigoyen. Hablamos también con Carlos Guerrero, a quien abordamos cierta noche en la avenida Benavides y empezamos a sacarle información de la manera más impetuosa posible, en parte debido a nuestra calidad de neófitos. Nunca pudimos concretar una conversación grabada. Supongo que se asustó.
Ya en España, empecé a colaborar con la casa discográfica Electroharmonix, división de Munster Records. Uno de los primeros proyectos que desarrollé junto a Paul Hurtado de Mendoza fue el disco definitivo de la época dorada de la saga. Trouble Childs compilaba lo mejor con Alberto Miller y Davey Levene. Nos encargamos de trabajar el texto y conseguir las grabaciones y las imágenes para su posterior edición en vinilo. Fue un buen lanzamiento pero, como le sucede a tantas personas en el comienzo de la aventura de la inmigración, eran para mí tiempos de precariedad. Recuerdo haber contactado con los hermanos Cornejo, gracias a los buenos oficios de Hugo Hobbit, de Sótano Beat. Saúl y Manuel tuvieron la amabilidad de concederme una larguísima entrevista. Yo les hablaba desde una cabina telefónica que había encontrado cerca de la estación de Atocha, desde donde se podían hacer llamadas gratis debido a algún desperfecto técnico que jamás pude explicar. Lo que copié desesperadamente en mi cuaderno celeste pronto se vio complementado por la exhaustiva entrevista que Sótano Beat hizo a Saúl, Manuel, Eduardo Sarauz y Alex Abad. Paul Hurtado de Mendoza, por su parte, me reenvió varios correos que Davey Levene le envió a Iñigo Munster, el dueño de Electroharmonix. Es así como he reconstruido esta historia.
Su trascendencia a nivel continental, creo yo, radica en que New Juggler Sound es el principio de la única saga coherente en la historia del rock latinoamericano. Sus competidores más cercanos –Los Gatos, de Argentina- cambiaron de estilo varias veces, la brasileña Rita Lee también. Spinetta y Charly García son camaleones que difícilmente regresan al sonido anterior. El Tri de México sólo cambió de nombre una vez, por lo que no es una saga. Los cambios en la obra de los hermanos Fattorusso son demasiado radicales, en un momento dado dejan de hacer rock. En fin, invito a los lectores a que busquen un contraejemplo.
Interrumpo aquí mi relato, aunque continúa en la vida real. Muchas de las personas mencionadas en esta narración siguen haciendo música. Ernesto Samamé, sin embargo, murió hace algunos meses. Descansa en paz, magnífico y transparente pata de barrio.
(Este artículo apareció en el blog "Zona de noticias")
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Los Saicos
Por: Carlos Torres Rotondo
DRAMATIS PERSONAE
ERWIN FLORES, "EL LOCO": voz y segunda guitarra.
ROLANDO CARPIO, "EL CHINO": primera guitarra y coros.
CÉSAR CASTRILLÓN, "PAPI": voz y bajo.
PANCHO GUEVARA: batería y coros.
INTRO: TELARAÑA PUNK
Fines de 1964. Hay electricidad en las conexiones neuronales de los adolescentes, que se refugian en garages de los cinco continentes para enchufarse, originando el punk y la psicodelia al mismo tiempo. The Sonics en Seattle, The Seeds en Los Angeles, The Godz en Nueva York, The Monks en Hamburgo y Los Saicos en el limeño distrito de Lince –todas bandas con sonido similar y sin haberse nunca escuchado entre ellas- forjaron secreta y paralelamente la base de la gran inyección de adrenalina que resucitaría al rock en el Londres de 1977. La contracultura es una red, una telaraña de escenas locales con extrañas conexiones. Por eso, que Los Saicos hayan estado en la primera vanguardia proto punk, garagera, proto psicodélica y psychobilly (siempre sobran las etiquetas) con actitud oscura y anarquista no despierta en mí ningún sentimiento de orgullo nacional: era algo que tenía que haber sucedido, era un fenómeno necesario según las leyes de la Historia Universal. Músicos con autoridad moral como Lux Interior (The Cramps) o Rob Younger (Radio Birdman) han elogiado a Los Saicos con mayor elocuencia. Extrañas conexiones sonoras en el tiempo: los álbumes de la historia del rock que tienen un sonido más parecido al de sus 45s son el Songs the Lord Taught us (1980), de The Cramps, producido además por Alex Chilton (ex Big Star) y el Here are The Sonics (1965). El sonido de Los Saicos parecía salido de una caverna donde alrededor de una fogata hombres primitivos celebraban un sacrificio a las fuerzas primordiales. Era rabia pura y brutal, en otras palabras, actitud salvaje, pero con ritmo: voz ronca y psicótica, guitarras sin fuzztone pero chillonas y agresivas en extremo, bajo preciso como un reloj, batería troglodita. Todas las canciones repartidas en sus seis 45s son obra de la sociedad creativa Erwin Flores-Rolando Carpio. Podemos rastrear sus influencias, pero los tiros no van por ahí. Rolando escuchaba a Elvis, The Beatles, Paul Anka, The Ventures y Gerry and the Pacemakers. Erwin, por su parte, escuchaba a Elvis, Bill Halley, Lucho Gatica, Antonio Prieto y Los Tres Diamantes, Dean Martin, Paul Anka, Los Teen Tops, The Rolling Stones, The Beach Boys y The Animals. No conocían a Screamin Jay Hawkins, con quien compartían obsesiones oscuras, ni a Link Wray o Hasil Adkins, con quienes compartían groove. Su única influencia extramusical era la serie Hechizada, con Elizabeth Montgomery. ¡Al menos podrían haber sido fans de Roger Corman o Los Munsters! El sonido brutal de Los Saicos no nace ni de influencias determinadas, ni de los pésimos equipos de la época ni del hecho de que como músicos no sabían tocar. Eran la mayor leyenda urbana de Lima hasta su reaparición hace poco tiempo debido las entrevistas -primero en el fanzine Sótano Beat y luego en los periódicos y la televisión-, a la placa con su nombre en el distrito de Lince inaugurada por el alcalde, y sobre todo al reconocimiento continuo por parte de sus fans. Sacando fuera los chismes, las exageraciones, las contradicciones entre los mismos Saicos a la hora de contar su versión de los hechos y demás pistas falsas, esto es lo que más me ha quedado claro, lo que más precisamente significa para mí su historia. Tomemos la máquina del tiempo y retrocedamos a esa época mítica cuando Lince era la encarnación del rock y dio a luz el garage. Lince, un pequeño Liverpool, donde el rock era intrínseco e inseparable a la naturaleza de sus habitantes, en palabras de Erwin Flores.
1. LAS PANDILLAS DE LINCE
Verano de 1960. Cuatro años antes de empezar a demoler, Erwin Flores, César Castrillón y Pancho Guevara se conocieron en una pandilla rocanrolera de Lince llamada Los Cometas, coordinada por Sergio Vergara, un discjockey chileno que trabajaba en Radio Victoria haciendo unas Sesiones de Rock and roll que luego llevó al antiguo canal 9. Al poco tiempo, Los Cometas se unieron a Los Sokis y formaron una superpandilla de 200 miembros. Los tres futuros Saicos eran estudiantes de secundaria aficionados a la música y alguna vez fueron a bailar al programa de Sergio. Como pandilla eran en ese entonces bastante sanos y nada violentos. Se hacían llamar clubes de rocanroleros y eran chicos de clase media que utilizaban el grupo como espacio de socialización con gente de intereses comunes, y de paso salir en la tele. Erwin Flores vivía en el distrito de San Isidro, cerca de la tienda Sears y estudiaba en la GUE (Gran Unidad Escolar) Alfonso Ugarte. Pancho y Rolando estudiaban en la GUE Melitón Carvajal y también eran de Lince. En ese centro de estudios tenían la mejor banda de música escolar, dirigida por el profesor Smith, hermano de la mítica y malograda Lucy Smith, protagonista de un poderoso vals que cantaban Los Embajadores Criollos. Por su parte, César Castrillón estudiaba en el Rímac, aunque paraba en el barrio. Lince era en ese entonces el epicentro del rock en el Perú: en las mismas calles se cruzaban chibolos que a la vez eran integrantes de Los Belkings, Los Mad´s, Los Zanys, Los Steivos (Soviets al revés) y muchas otras bandas. Todo un escenario que podría salir directamente de El Atravesado, la genial nouvelle del colombiano Andrés Caicedo.
En un principio no paraban con Rolando. La primera vez que César, Pancho y Erwin se encontraron fue en un parque. Se habían escapado del colegio. César estaba tocando un rondín y tenía una voz muy melódica. Pancho lo acompañaba tocando el ritmo en un automóvil con un par de palos que hacían la vez de baquetas. Erwin los miró sorprendido, se acercó y, cuando acabaron de tocar, entabló conversación. Descubrieron una mutua obsesión por la música, pero Erwin no tenía el talento de los otros dos, sólo interés, actitud e hiperactividad. Pronto empezaron a frecuentarse, Pancho trajo a Rolando y comenzaron a reunirse en su casa para escuchar música. En el año 1962 Erwin se fue a estudiar agronomía en Brasil y aprendió torpemente algunos acordes de guitarra. Como no podía hacer punteos decidió continuar únicamente con la rítmica. Regresó a Perú en 1964 con una guitarra eléctrica en su equipaje y con todas las intenciones de formar una banda de rock & roll. Lo que no tenía en talento melódico lo tenía en ritmo, pero a lo bestia. Se reunió con Pancho y César y se dedicaron a conseguir equipo para tocar. Era la época de la guerra de Vietnam y del boom de la pesca, lo que significa que estaban en el tiempo preciso, cuando recién iniciado el periodo presidencial de Belaúnde los barrios de clase media vivieron su mayor esplendor. Tenían las posibilidades y las redes adecuadas para desarrollar su proyecto musical. Para empezar, con los amplificadores no tuvieron problemas. El padre de Erwin importaba equipos electrónicos y se los vendía a compañías pesqueras y a radioaficionados. Los amplificadores caseros de 50 watts que le consiguió a su hijo estaban hechos para manifestaciones, lo que definió por completo el impactante sonido lo-fi de la nueva banda. Una mañana, los tres amigos fueron al almacén del señor Flores y se llevaron cargados los amplificadores hasta Lince. Como era técnico, el padre de Erwin se los arregló. Le puso unos twiters a los parlantes que mejoraron el sonido, aunque no demasiado. Las guitarras y el bajo eran Fender. Las compraron en Sterling, una tienda de la avenida Larco, pero de sus instrumentos lo que resaltaba era una batería Roxy, con unos tomtones de la pitri mitri que alucinaban al personal del barrio que empezaba a frecuentar sus ensayos.
Paralelamente, Rolando Carpio guitarreaba con Frank Privette – líder de Los Steivos- en los portales de Lince; era mucho más técnico que ellos –de los cuatro era el único que sabía leer algunas notas-, pero aceptó tocar en el grupo porque tenían equipos. Este factor es muy importante para un músico y no tiene nada de interesado, ya que le permite una estabilidad en su desarrollo. Al fin y al cabo, los Rolling Stones aceptaron a Bill Wyman porque tenía amplificador de bajo propio. Rolando era la pieza que faltaba para lograr la química necesaria en toda banda de rock. Aún no tenían nombre, pero pronto Erwin llegó a un ensayo con una propuesta brillante: que se llamaran "Los Sádicos". Como era demasiado directo, y en aquel entonces ya existían los relojes Seiko, le volaron la "D" y quedaron como Saicos. De esa manera, jugaban además con la fonética de la palabra inglesa psycho, tan importante para entender aquella época. Eran una conjunción cósmica que hizo nacer el rock en el Perú. Pese a que previamente existían Los Millonarios, Los Kreps, Los Incas Modernos, Los Zodiacs, los Astoria Twisters y muchas otras bandas que hasta hoy son una de las zonas más oscuras de esta historia (¡Qué difícil es encontrar sus vinilos!), Los Saicos, gracias a esa química, se convirtieron en la primera banda importante que desbancó a las orquestas que tocaban rock, sacaron a la superficie el discurso de una generación naciente, inspiraron toda una escena de grupos y prefiguraron el sonido de casi todo el rock peruano importante, sobre todo el que desarrollaría la movida subte en los años 80. Eran todos unos muchachos locumbetas, Rolando Carpio dixit. Veamos cómo salieron a la luz y se convirtieron en los primeros músicos peruanos que realmente rockearon.
2. INTENSAMENTE
Todo fue muy rápido. Es muy difícil reconstruir la cronología exacta de los hechos. El que tenía voz más entonada era César "Papi" Castrillón, pero no podía cantar y tocar bajo a la vez porque recién estaba aprendiendo. Por eso, poco antes de sus primeras actuaciones, comenzaron a ensayar ocasionalmente con un amigo del barrio, un sujeto apellidado Ballón, que cantaba en uno de los innumerables grupos de Lince llamado Los Belton´s, imitaba a Elvis y no le parecía bien cantar en castellano. Lo cierto es que la influencia de los Teen Tops y Enrique Guzmán estaba menguando y los más rockeros abandonaban el castellano. La presencia paralela de la beatlemanía y de la Nueva Ola hizo que, para diferenciarse, muchos rockeros peruanos creyeran que cantar en inglés era la quintaesencia del purismo, es decir, exactamente lo contrario a lo que pensaban los subtes a principio de los 80. Los Saicos estuvieron en medio de esa disputa por el idioma que se debe utilizar para rockear. Y tomaron una importante decisión estética al cantar en castellano y de esa manera, es decir, gritándolo. En ese sentido hay que decir que de las 12 canciones que se conservan sólo dos son en inglés, y además son temas de temprana composición: Come On y Lonely Star.
A fines de 1964 los cuatro Saicos se presentaron una noche en el Negro-Negro -la legendaria boite del Centro de Lima que fue inmortalizada por Mario Vargas Llosa en Conversación en la Catedral-, cuando ya eran semi-famosos. La madre de Erwin era una bohemia que frecuentaba esos ambientes. Entre el público se encontraba Juan Gonzalo Rose y otros conspiradores del lenguaje. El finado Troglodita, que en esa época se hacía llamar solamente Jean Paul (su nombre real es Enrique Tellería) cantó esa noche con Enrique Pastor en la guitarra. Ahí fue cuando se conocieron y empezaron a frecuentarse. Luego, Enrique Pastor sería baterista de Los Steivos, cuando Rolando Carpio ya se había retirado completamente de esa banda. Los Steivos editarían posteriormente cuatro 45s. Dos para el sello Riko: Por tu amor/ Dame un besito, y G.T.O./Soy tu hombre. Y dos para Sono Radio: Los ojos del diablo/Marionetas en la cuerda y Muchacho ser Beatle o Rolling/ Más te veo. Aquella noche en el Negro-Negro los Saicos comenzaron a tender las redes. Y mejor que Spiderman. Por un lado conocieron el ambiente literario limeño y ganaron un buen amigo: el poeta Juan Gonzalo Rose, a quien comenzaron a visitar en su oficina, además de volver a cruzarse en cantinas. Por otro, empezaron a parar con los rockeros que en aquel entonces hacían la música más interesante: gente de los Steivos, el Troglo. Poco tiempo después empezarían a verse también con los Golden Boys y con unos jovencísimos Shain's. También establecieron contacto con gente que hacía una música más melódica como Los Dolton´s, o con nuevaoleros como Danny Valdy (nombre artístico del economista Dennis Falvy), Kike Martino, Enzo Roldán y Pepe Cipolla.
Harry Flores era el hermano de Erwin y hacía las veces de manager. Se movía como pez en el agua entre la gente de los medios de comunicación. Y tenía un gran amigo: Humberto Monteverde, hermano de uno de los discjockeys más famosos de la escena. Por aquel entonces Guido Monteverde conducía un programa de música en Canal 9. Harry Flores le había recomendado fervorosamente un nuevo grupo de rock en el que Erwin, su hermano, cantaba y tocaba la segunda guitarra.
-No hay problema, -dijo el animador-, que vengan que les haré una entrevista.
Aquel día, en su oficina, se presentó un grupo de muchachos limpios, simpáticos y con el cabello corto. Necesitaba grupos para el programa y lo convencieron porque irradiaban química. Tenían un espíritu alegre y pendenciero.
-Debutan en el próximo programa, -les prometió sin haberlos escuchado tocar previamente.
El día de su primera oportunidad en televisión los muchachos se presentaron en el local de canal 9 en la avenida José Gálvez correctamente uniformados con pantalones negros, bolsillos rojos, camisa fucsia y un pañuelo amarrado en el cuello. Empuñaron sus instrumentos y arremetieron con "Come On", la única canción que habían ensayado bien hasta ese momento. Aquel día, algo asustados, convirtieron su adrenalina en furia. Conectaron sus amplificadores al máximo volumen (apenas 50 watts, que saturaban). No estaban descuadrados y la voz ronca de Erwin, que gritaba con las venas saliéndosele del cuello, provocó que la gente bailara y se dejara contagiar por su locura. Al final de su actuación recibieron una copa simbólica con el lema: "Lo mejor de la semana". Comenzaban bien. Ni siquiera habían debutado oficialmente. No estaba nada mal para un debut televisivo. Obviamente, no queda registro audiovisual ni de ésta ni de ninguna de las actuaciones de Los Saicos. Pero mucha gente los vio, entre ellos, el poeta Róger Santiváñez, que me contó la anécdota refiriéndose a ella como un suceso determinante en su imaginario, cosa que le pasó a muchos otros rockeros.
Harry había convencido a Vlady Artieda, un discjockey bastante popular de Radio El Sol para que la banda tocara en el festival CACODISPE (Cadena de comentaristas de discos del Perú) en el cine Tauro a manera de debut oficial. Era una oportunidad muy importante: iba a estar todo el periodismo peruano de espectáculos. Inmediatamente el grupo se puso nervioso y se prodigó en excusas. Le dijeron a Harry que no podían tocar porque Ballón (con quien nunca tocaron en vivo y no fue un quinto Saico ni mucho menos) no había ensayado con ellos, no estaban listos y el festival se venía en dos días. Harry, asado, les respondió muy peruchamente: OK, Erwin, tú gritas, que al menos te sabes las canciones, a la qué chucha. Y Erwin se convirtió en el frontman de la banda y sus pocas cualidades musicales derivaron en actitud volcánica. Ballón sobró y se mereció un chote definitivo y debutaron en la televisión y en el teatro con la formación con la que grabarían sus seis 45s. Entonces edificaron su leyenda urbana, la más sólida que en las últimas décadas ha visto Lima, la Ciudad de los Reyes.
En CACODISPE se reunía la industria entera (radio, TV, discos) para premiar a los mejores artistas y productores del año. El grupo todavía no estaba del todo listo, pero tenía cojones. Se presentaron con el único tema bien ensayado, Come On, que escuchado hoy tiene un sonido similar al del segundo LP de la Velvet Underground, disco revolucionario grabado en 1967. Cuando terminaron de tocar su única canción, el auditorio quedó estupefacto. Un silencio de muerte cayó sobre la platea. Nadie movía un músculo. Los músicos sintieron el fracaso en el ambiente. De pronto, un rugido de aplausos y gritos se levantó en el teatro.
El éxito atronador de la primera presentación de Los Saicos en el festival CACODISPE tuvo resultados imprevisibles. Por un lado, la enamorada de Erwin lo abandonó porque se dio cuenta de que era un forajido y muchos amigos del colegio y del barrio dejaron de hablarles y les hicieron hielo. Pero a la vez se les acercó una bella chica beat de 21 años que trabajaba como gerente y administradora del sello discográfico Dis Peru. Rebeca Llave -entonces toda una chibola taipá- apostó desde el primer momento por ellos, los mimó, comenzó a frecuentar sus ensayos y les hizo un contrato en el que les pagaban un sol por disco vendido. En uno de sus ensayos, comenzaron a tocar un tema que hacían solo para divertirse, pero a Rebeca le encantó y los convenció para que lo grabaran. Fue su éxito más grande y llegó incluso al público no entendido. "Demolición" tiene una letra anarquista y está inspirada en el surf pero se ha convertido en el himno nacional para todos los rockeros peruchos.
Aunque el análisis de los cinco 45s grabados con DIS-Perú - el sencillo grabado para El Virrey lo comentaré brevemente al final de esta narración- merezca varias tesis universitarias, intentaré una sucinta aproximación. Los tres primeros discos son Come On /Ana, Demolición/Lonely Star, y Camisa de fuerza/Cementerio y tienen un esquema similar: lado A anarquista con voz principal de Erwin. Los lados B tienen a Papi en la voz principal y son la casi nuevaolera Ana, la melódica Lonely Star (por sus byrdianas voces) y la extraordinaria Cementerio (que abría todos sus conciertos en aquel tiempo), que prefigura toda la estética que The Misfits desarrollarían años después. En todos estos temas hay unos magníficos arreglos vocales, muestra de lo que en ese entonces empezaba a llamarse química musical.
Desde el principio quedó establecida la sociedad creativa Flores-Carpio, a imagen y semejanza de Lennon-McCartney, a quienes imitaban en secreto. El núcleo en directo eran Erwin-Papi. Pancho, por su parte, soldaba todo el sonido. Tanto querían parecerse a The Beatles que jamás aceptaron un quinto miembro, pese a que muchos amigos del barrio que frecuentaban los ensayos se lo pidieron. Las grabaciones a las que les sometía Rebeca Llave eran terribles. Se amanecían en el cine El Coloso, de La Victoria, con ingenieros que no sabían grabar instrumentos eléctricos. Estaban acostumbrados a las guitarras acústicas de los músicos de valses criollos y a las quenas de los folkloristas. Cuando metían los amplificadores se armaba un escándalo. Ponían el micro al parlante de la guitarra y se producía una distorsión terrible. Entonces anulaban los amplificadores y los conectaban directamente a la grabadora. En el momento preciso en el que registraban su sonido Los Saicos no escuchaban la música que tocaban, solo la batería en el fondo y tenían que tocar de memoria y ver luego qué había resultado. No había audífonos de ningún tipo y debían tocar todos juntos en vivo. Ni siquiera se grababa por pistas. Eran grabaciones prehistóricas, y el sonido resultante era obviamente prehistórico, cavernícola, de horror. Por cierto, todas las canciones las registraron en la APDAYC. Como no sabían escribir música, se las dictaban a un profesional llamado Eulogio Molina. Molina era un músico egregio y de amplio historial: antes había tocado en los Rock’n’rollers y acompañado a Mike Oliver, el primer solista del rock peruano en el fundacional 1957. En ese entonces tenía un gran éxito con "Señora la olla", que versionaba Julio Chávez Cabello con los primeros Shain´s. Los Saicos le cantaban la canción a Eulogio y él la escribía en un pentagrama como si le estuvieran dictando una carta dirigida a las generaciones futuras.
Las fotos para la promoción de Demolición/Lonely Star las hicieron en la estación de tren de Desamparados, la única de su tipo en Lima. Para ese entonces ya estaban completamente involucrados en la música. Paraban juntos todo el día. Los fines de semana realizaban varias matinales. Aparecían continuamente en programas de Panamericana Televisión. Eran habituales de El Hit de la Una, La Escalera del Triunfo y Cancionísima, con Pablo de Madalengoitia. No podían tocar en programas de América televisión como El clan del 4, ya que eran exclusivos de otras empresas. De todo esto tampoco queda registro audiovisual alguno. En un país sin memoria histórica como el Perú los programas no se grababan en videotape, y si esto se hacía, era para luego ser borrados para utilizar los videocassettes de nuevo.
Trabajar con una casa discográfica les permitió un mejor trabajo de promoción y de contactos. Los Cinco Latinos, de Argentina, acompañando a su cantante solista, Estela Rabal, se convirtieron en padrinos de la banda al llegar a Perú. En la misma conferencia de prensa estaban también Los Saicos. Era el verano de 1965 y el sudor pegaba los uniformes a sus cuerpos. Les propusieron ir a tocar a Argentina cuando se hubieran afianzado en el Perú. Posteriormente llegaron Los Cuatro Brillantes. También los conocieron y aprovecharon la promoción.
Los dos últimos 45s para Dis Perú son Te Amo/Fugitivo de Alcatraz y Salvaje/El entierro de los Gatos. Es aquí donde mejor desarrollan su narrativa y su poesía. Fugitivo de Alcatraz y El Entierro de los Gatos son narraciones que podrían haber sido firmadas por grandes maestros de la novela negra como David Goodis o William Riley Burnett. Esta última canción es quizás la más arriesgada que compusieron. Partió de un riff traído por el "Chino" Carpio. Con un sonido proto psicodélico y un clima de película de miedo cuentan la muerte de un pandillero durante una pelea por el liderazgo. Da miedo de verdad, objetivo de todo arte noble.
Pero en sus vidas cotidianas lo principal eran las matinales. Y eran muchas, entre cinco y diez cada domingo. Tenían una camioneta pick up donde llevaban los instrumentos. En la puerta estaba escrito "Los Saicos" con grandes brochazos de pintura. Cuando terminaban de hacer su bulla tenían que salir por la puerta trasera del teatro porque la gente se trepaba al escenario. Y luego debían tocar en otro cine. Y en la tarde, a reventarse el dinero ganado cerrando chifas y restaurantes. Normalmente acababan en un garito entre la Colmena y Tacna llamado Mario's, que en la parte trasera tenía un escenario donde hacían shows privados acompañados por Los Shain's y Los Golden Boys. Cuando terminaba la actuación se quedaban tocando hasta altas horas de la noche haciendo jam sessions entre todos. ¿Es posible una gloria superior?
3. DEMASIADO, DEMASIADO PRONTO
En su escaso año de existencia, Los Saicos sólo salieron de gira por el interior del país dos veces. En la primera ocasión tocaron en Toquepala a 5000 metros de altura. Rolando corrió apenas llegaron y casi se desmayó por la falta de aire. Luego fueron a Piura, llevados por un empresario llamado Mariano Lizul, dueño de un bar miraflorino llamado el Astoria, cuna de los Astoria Twisters y de gran parte del jazz en el Perú. En esa gira llegaron a tocar en un coliseo de huaynos, y la reacción del público fue un silencio total. Cuando salió a cantar El Jilguero del Huascarán se volvieron locos. No podían competir con el Elvis andino, el autor de La Flor de papa. Los cholos estaban viviendo el futuro y éste era intenso y diferente. En sus inicios ya se notaba que el rock en el Perú iba a chocar contra la Historia Local, en mayúsculas, claro está.
Cuando acabó su contrato con Dis Perú, pensaron que una compañía más grande les sentaría bien. Fue el principio de una serie de desaciertos que los condujeron al fin. Le hicieron una mala jugada a Pepe Carrasco, del sello IEMPSA, que anunció su contratación en una conferencia de prensa. Acabaron firmando para El Virrey, lo cual fue desastroso, ya que no había nadie que se encargara personalmente de ellos, al contrario del trabajo realizado por Rebeca Llave en Dis Peru.
En el verano de 1966 Erwin se casó y tuvo una hija llamada Tabatha, como la hija de Elizabeth Montgomery en Hechizada. Sus padrinos de matrimonio fueron Pablo de Madalengoitia y Fernando Casán conductor y director del programa Cancionísima, respectivamente. Antes de la boda, Erwin paraba todo el tiempo con Pancho, César y Rolando, pero su nuevo estado civil empezó a separarlos.
Una mañana salieron de grabar toda la noche Besando a otra/Intensamente, -su último 45- en los estudios de El Virrey. Estaban buscando una salida comercial a su vanguardia. Unas chicas que salían camino al colegio Teresa González de Fanning se les acercaron. Ellos creían que iban a pedirles autógrafos, pero les dijeron con voz aflautada "Los Dolton's son mejores".
El Chino Carpio acababa de terminar su carrera en la UNI, era ingeniero y quería dedicarse a su profesión. Para ese entonces la fama se les había subido a la cabeza y nadie quería dar su brazo a torcer. En marzo de 1966 repentinamente se acabó el grupo. No hicieron concierto de despedida ni ninguno de los miembros volvió a tocar en otra banda de rock que destacara.
El único que volvió a grabar fue Erwin que hizo un 45 que jamás fue editado en un pequeño sello de Lima. La canción tenía su actitud habitual. Se llamaba "El Mercenario", y las radios no quisieron ponerla porque era demasiado agresiva: "Pelié en Kampala, maté a los negros, saquié sus ciudades, violé a sus mujeres pero perdí un brazo…". Años después un cura interrumpió a Erwin en un festival en Washington mientras tocaba el tema… Era demasiado, demasiado pronto, como reza el título del segundo LP de los New York Dolls… Sin embargo toda esa energía acabaría canalizándose de alguna manera…
En 1971 Erwin viajó a Estados Unidos. Empezó a cantar en bares mientras estudiaba física. Luego se puso a trabajar en la NASA en el transbordador espacial… Sólo estaba continuando su carrera… En 1980 César "Papi" Castrillón también emigró a Estados Unidos. Empezaron a ensayar en casa y a tocar música melódica para los amigos en la ciudad de Washington. Como tantos inmigrantes y exiliados –me incluyo-, ignoraban saludablemente el Perú… En 1995 Erwin grabó un disco de salsa y ritmos tropicales llamado "Caramelo". El vinilo nunca llegaría a editarse porque la compañía discográfica juzgó que Erwin era demasiado viejo para promocionarlo. Los Saicos estaban incomunicados y nadie sabía de ellos -ni músicos ni fans-, lo que los convirtió en una leyenda urbana.
En los 80 "Demolición" se erigió en el himno del Rock Subterráneo. Los primeros en hacer un cover fueron Kola Rock –con el finado Edgar "Killowatt" Barraza en la primera voz – y luego Leuzemia, en 1984. La semilla de Los Saicos había florecido veinte años después, pero pocos habían escuchado las versiones originales. Los 45s de los Saicos fueron imposibles de encontrar hasta que en los 90 ElectroHarmonix editó en España un disco de vinilo donde aparecían todas sus canciones. Pronto se lo pudo encontrar en Perú pirateado en CD. Ahora puede bajarse de Internet, y recomiendo a los lectores que lo hagan. Ya en el nuevo milenio, el equipo editorial de Sótano Beat (Arturo Vigil, Diego García, Lucho Berrocal y Ricardo García, todos ellos egregios arqueólogos del pop) entrevistó a Rolando Carpio y a Erwin Flores (la responsabilidad de esta última conversación recayó en un gran músico: Gonzalo Alcalde, cerebro de los Manganzoides, los más autorizados portadores de la antorcha de Los Saicos), en una acto de decisivo acto de arqueología rockera digno de Julio C. Tello o Max Uhle, y que constituye gran parte de la información de base de este texto. Y aunque en esta historia secreta de la contracultura peruana se revele nuevamente aquel fugaz y mágico 1965, el misterio renace cada vez que se coloca la aguja sobre los surcos de vinilo de cualquiera de sus 45s.
Los Saicos significaron mucho para mí. En el año 2003 yo había naufragado en Madrid. Paraba con el Chato Malo –un artista plástico expulsado de Casa de América- y con Chicharra –un erudito que se ganaba la vida ofreciendo artesanías con la más absoluta parsimonia-. Todos trabajábamos como ambulantes. Vendíamos cervezas en la esquinas de Malasaña para podernos comprar los spaguettis del día. Una noche llegaron unos paisanos y empezamos a hacer música. En algún momento llegó el Diablo Azul Andrés Parodi y cogió la guitarra: tocó Demolición, el único tema común en nuestra identidad de peruanos rabiosos y exiliados. Todos empezamos a bailar y a corear. Un español gordo se desnudó, contribuyendo al caos. Era una gran juerga, en mi momento más hondo de perdición. Y es que Los Saicos son absolutamente peruanos: aunque no llegan al extremo de los chicheros, que dedican sus canciones en plena grabación, sí mencionan su propio nombre en el tema.
En el momento de escribir estas líneas Erwin y César viven en Washington, mientras Pancho permanece en Lima. No tienen intenciones de reformar la banda, auque Erwin haya cantado "Demolición" con mi amigo Rafo Briceño, de Manganzoides, Cesar N. y Chivi en el Mochileros. Rolando falleció en febrero del 2005 y sus restos fueron velados en el Hospital del Empleado. No tengo que llorar o que enunciar la importancia del ceremonial que ha sido el escribir estas palabras sobre una banda que ha hecho tanto por mi identidad y por la de muchos otros. Que lo cuente Lovecraft. Let´s rock with Los Saicos, amigos míos.
(Este artículo apareció en el blog "Zona de noticias")
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