sábado, 6 de septiembre de 2008
Los Saicos
Por: Carlos Torres Rotondo
DRAMATIS PERSONAE
ERWIN FLORES, "EL LOCO": voz y segunda guitarra.
ROLANDO CARPIO, "EL CHINO": primera guitarra y coros.
CÉSAR CASTRILLÓN, "PAPI": voz y bajo.
PANCHO GUEVARA: batería y coros.
INTRO: TELARAÑA PUNK
Fines de 1964. Hay electricidad en las conexiones neuronales de los adolescentes, que se refugian en garages de los cinco continentes para enchufarse, originando el punk y la psicodelia al mismo tiempo. The Sonics en Seattle, The Seeds en Los Angeles, The Godz en Nueva York, The Monks en Hamburgo y Los Saicos en el limeño distrito de Lince –todas bandas con sonido similar y sin haberse nunca escuchado entre ellas- forjaron secreta y paralelamente la base de la gran inyección de adrenalina que resucitaría al rock en el Londres de 1977. La contracultura es una red, una telaraña de escenas locales con extrañas conexiones. Por eso, que Los Saicos hayan estado en la primera vanguardia proto punk, garagera, proto psicodélica y psychobilly (siempre sobran las etiquetas) con actitud oscura y anarquista no despierta en mí ningún sentimiento de orgullo nacional: era algo que tenía que haber sucedido, era un fenómeno necesario según las leyes de la Historia Universal. Músicos con autoridad moral como Lux Interior (The Cramps) o Rob Younger (Radio Birdman) han elogiado a Los Saicos con mayor elocuencia. Extrañas conexiones sonoras en el tiempo: los álbumes de la historia del rock que tienen un sonido más parecido al de sus 45s son el Songs the Lord Taught us (1980), de The Cramps, producido además por Alex Chilton (ex Big Star) y el Here are The Sonics (1965). El sonido de Los Saicos parecía salido de una caverna donde alrededor de una fogata hombres primitivos celebraban un sacrificio a las fuerzas primordiales. Era rabia pura y brutal, en otras palabras, actitud salvaje, pero con ritmo: voz ronca y psicótica, guitarras sin fuzztone pero chillonas y agresivas en extremo, bajo preciso como un reloj, batería troglodita. Todas las canciones repartidas en sus seis 45s son obra de la sociedad creativa Erwin Flores-Rolando Carpio. Podemos rastrear sus influencias, pero los tiros no van por ahí. Rolando escuchaba a Elvis, The Beatles, Paul Anka, The Ventures y Gerry and the Pacemakers. Erwin, por su parte, escuchaba a Elvis, Bill Halley, Lucho Gatica, Antonio Prieto y Los Tres Diamantes, Dean Martin, Paul Anka, Los Teen Tops, The Rolling Stones, The Beach Boys y The Animals. No conocían a Screamin Jay Hawkins, con quien compartían obsesiones oscuras, ni a Link Wray o Hasil Adkins, con quienes compartían groove. Su única influencia extramusical era la serie Hechizada, con Elizabeth Montgomery. ¡Al menos podrían haber sido fans de Roger Corman o Los Munsters! El sonido brutal de Los Saicos no nace ni de influencias determinadas, ni de los pésimos equipos de la época ni del hecho de que como músicos no sabían tocar. Eran la mayor leyenda urbana de Lima hasta su reaparición hace poco tiempo debido las entrevistas -primero en el fanzine Sótano Beat y luego en los periódicos y la televisión-, a la placa con su nombre en el distrito de Lince inaugurada por el alcalde, y sobre todo al reconocimiento continuo por parte de sus fans. Sacando fuera los chismes, las exageraciones, las contradicciones entre los mismos Saicos a la hora de contar su versión de los hechos y demás pistas falsas, esto es lo que más me ha quedado claro, lo que más precisamente significa para mí su historia. Tomemos la máquina del tiempo y retrocedamos a esa época mítica cuando Lince era la encarnación del rock y dio a luz el garage. Lince, un pequeño Liverpool, donde el rock era intrínseco e inseparable a la naturaleza de sus habitantes, en palabras de Erwin Flores.
1. LAS PANDILLAS DE LINCE
Verano de 1960. Cuatro años antes de empezar a demoler, Erwin Flores, César Castrillón y Pancho Guevara se conocieron en una pandilla rocanrolera de Lince llamada Los Cometas, coordinada por Sergio Vergara, un discjockey chileno que trabajaba en Radio Victoria haciendo unas Sesiones de Rock and roll que luego llevó al antiguo canal 9. Al poco tiempo, Los Cometas se unieron a Los Sokis y formaron una superpandilla de 200 miembros. Los tres futuros Saicos eran estudiantes de secundaria aficionados a la música y alguna vez fueron a bailar al programa de Sergio. Como pandilla eran en ese entonces bastante sanos y nada violentos. Se hacían llamar clubes de rocanroleros y eran chicos de clase media que utilizaban el grupo como espacio de socialización con gente de intereses comunes, y de paso salir en la tele. Erwin Flores vivía en el distrito de San Isidro, cerca de la tienda Sears y estudiaba en la GUE (Gran Unidad Escolar) Alfonso Ugarte. Pancho y Rolando estudiaban en la GUE Melitón Carvajal y también eran de Lince. En ese centro de estudios tenían la mejor banda de música escolar, dirigida por el profesor Smith, hermano de la mítica y malograda Lucy Smith, protagonista de un poderoso vals que cantaban Los Embajadores Criollos. Por su parte, César Castrillón estudiaba en el Rímac, aunque paraba en el barrio. Lince era en ese entonces el epicentro del rock en el Perú: en las mismas calles se cruzaban chibolos que a la vez eran integrantes de Los Belkings, Los Mad´s, Los Zanys, Los Steivos (Soviets al revés) y muchas otras bandas. Todo un escenario que podría salir directamente de El Atravesado, la genial nouvelle del colombiano Andrés Caicedo.
En un principio no paraban con Rolando. La primera vez que César, Pancho y Erwin se encontraron fue en un parque. Se habían escapado del colegio. César estaba tocando un rondín y tenía una voz muy melódica. Pancho lo acompañaba tocando el ritmo en un automóvil con un par de palos que hacían la vez de baquetas. Erwin los miró sorprendido, se acercó y, cuando acabaron de tocar, entabló conversación. Descubrieron una mutua obsesión por la música, pero Erwin no tenía el talento de los otros dos, sólo interés, actitud e hiperactividad. Pronto empezaron a frecuentarse, Pancho trajo a Rolando y comenzaron a reunirse en su casa para escuchar música. En el año 1962 Erwin se fue a estudiar agronomía en Brasil y aprendió torpemente algunos acordes de guitarra. Como no podía hacer punteos decidió continuar únicamente con la rítmica. Regresó a Perú en 1964 con una guitarra eléctrica en su equipaje y con todas las intenciones de formar una banda de rock & roll. Lo que no tenía en talento melódico lo tenía en ritmo, pero a lo bestia. Se reunió con Pancho y César y se dedicaron a conseguir equipo para tocar. Era la época de la guerra de Vietnam y del boom de la pesca, lo que significa que estaban en el tiempo preciso, cuando recién iniciado el periodo presidencial de Belaúnde los barrios de clase media vivieron su mayor esplendor. Tenían las posibilidades y las redes adecuadas para desarrollar su proyecto musical. Para empezar, con los amplificadores no tuvieron problemas. El padre de Erwin importaba equipos electrónicos y se los vendía a compañías pesqueras y a radioaficionados. Los amplificadores caseros de 50 watts que le consiguió a su hijo estaban hechos para manifestaciones, lo que definió por completo el impactante sonido lo-fi de la nueva banda. Una mañana, los tres amigos fueron al almacén del señor Flores y se llevaron cargados los amplificadores hasta Lince. Como era técnico, el padre de Erwin se los arregló. Le puso unos twiters a los parlantes que mejoraron el sonido, aunque no demasiado. Las guitarras y el bajo eran Fender. Las compraron en Sterling, una tienda de la avenida Larco, pero de sus instrumentos lo que resaltaba era una batería Roxy, con unos tomtones de la pitri mitri que alucinaban al personal del barrio que empezaba a frecuentar sus ensayos.
Paralelamente, Rolando Carpio guitarreaba con Frank Privette – líder de Los Steivos- en los portales de Lince; era mucho más técnico que ellos –de los cuatro era el único que sabía leer algunas notas-, pero aceptó tocar en el grupo porque tenían equipos. Este factor es muy importante para un músico y no tiene nada de interesado, ya que le permite una estabilidad en su desarrollo. Al fin y al cabo, los Rolling Stones aceptaron a Bill Wyman porque tenía amplificador de bajo propio. Rolando era la pieza que faltaba para lograr la química necesaria en toda banda de rock. Aún no tenían nombre, pero pronto Erwin llegó a un ensayo con una propuesta brillante: que se llamaran "Los Sádicos". Como era demasiado directo, y en aquel entonces ya existían los relojes Seiko, le volaron la "D" y quedaron como Saicos. De esa manera, jugaban además con la fonética de la palabra inglesa psycho, tan importante para entender aquella época. Eran una conjunción cósmica que hizo nacer el rock en el Perú. Pese a que previamente existían Los Millonarios, Los Kreps, Los Incas Modernos, Los Zodiacs, los Astoria Twisters y muchas otras bandas que hasta hoy son una de las zonas más oscuras de esta historia (¡Qué difícil es encontrar sus vinilos!), Los Saicos, gracias a esa química, se convirtieron en la primera banda importante que desbancó a las orquestas que tocaban rock, sacaron a la superficie el discurso de una generación naciente, inspiraron toda una escena de grupos y prefiguraron el sonido de casi todo el rock peruano importante, sobre todo el que desarrollaría la movida subte en los años 80. Eran todos unos muchachos locumbetas, Rolando Carpio dixit. Veamos cómo salieron a la luz y se convirtieron en los primeros músicos peruanos que realmente rockearon.
2. INTENSAMENTE
Todo fue muy rápido. Es muy difícil reconstruir la cronología exacta de los hechos. El que tenía voz más entonada era César "Papi" Castrillón, pero no podía cantar y tocar bajo a la vez porque recién estaba aprendiendo. Por eso, poco antes de sus primeras actuaciones, comenzaron a ensayar ocasionalmente con un amigo del barrio, un sujeto apellidado Ballón, que cantaba en uno de los innumerables grupos de Lince llamado Los Belton´s, imitaba a Elvis y no le parecía bien cantar en castellano. Lo cierto es que la influencia de los Teen Tops y Enrique Guzmán estaba menguando y los más rockeros abandonaban el castellano. La presencia paralela de la beatlemanía y de la Nueva Ola hizo que, para diferenciarse, muchos rockeros peruanos creyeran que cantar en inglés era la quintaesencia del purismo, es decir, exactamente lo contrario a lo que pensaban los subtes a principio de los 80. Los Saicos estuvieron en medio de esa disputa por el idioma que se debe utilizar para rockear. Y tomaron una importante decisión estética al cantar en castellano y de esa manera, es decir, gritándolo. En ese sentido hay que decir que de las 12 canciones que se conservan sólo dos son en inglés, y además son temas de temprana composición: Come On y Lonely Star.
A fines de 1964 los cuatro Saicos se presentaron una noche en el Negro-Negro -la legendaria boite del Centro de Lima que fue inmortalizada por Mario Vargas Llosa en Conversación en la Catedral-, cuando ya eran semi-famosos. La madre de Erwin era una bohemia que frecuentaba esos ambientes. Entre el público se encontraba Juan Gonzalo Rose y otros conspiradores del lenguaje. El finado Troglodita, que en esa época se hacía llamar solamente Jean Paul (su nombre real es Enrique Tellería) cantó esa noche con Enrique Pastor en la guitarra. Ahí fue cuando se conocieron y empezaron a frecuentarse. Luego, Enrique Pastor sería baterista de Los Steivos, cuando Rolando Carpio ya se había retirado completamente de esa banda. Los Steivos editarían posteriormente cuatro 45s. Dos para el sello Riko: Por tu amor/ Dame un besito, y G.T.O./Soy tu hombre. Y dos para Sono Radio: Los ojos del diablo/Marionetas en la cuerda y Muchacho ser Beatle o Rolling/ Más te veo. Aquella noche en el Negro-Negro los Saicos comenzaron a tender las redes. Y mejor que Spiderman. Por un lado conocieron el ambiente literario limeño y ganaron un buen amigo: el poeta Juan Gonzalo Rose, a quien comenzaron a visitar en su oficina, además de volver a cruzarse en cantinas. Por otro, empezaron a parar con los rockeros que en aquel entonces hacían la música más interesante: gente de los Steivos, el Troglo. Poco tiempo después empezarían a verse también con los Golden Boys y con unos jovencísimos Shain's. También establecieron contacto con gente que hacía una música más melódica como Los Dolton´s, o con nuevaoleros como Danny Valdy (nombre artístico del economista Dennis Falvy), Kike Martino, Enzo Roldán y Pepe Cipolla.
Harry Flores era el hermano de Erwin y hacía las veces de manager. Se movía como pez en el agua entre la gente de los medios de comunicación. Y tenía un gran amigo: Humberto Monteverde, hermano de uno de los discjockeys más famosos de la escena. Por aquel entonces Guido Monteverde conducía un programa de música en Canal 9. Harry Flores le había recomendado fervorosamente un nuevo grupo de rock en el que Erwin, su hermano, cantaba y tocaba la segunda guitarra.
-No hay problema, -dijo el animador-, que vengan que les haré una entrevista.
Aquel día, en su oficina, se presentó un grupo de muchachos limpios, simpáticos y con el cabello corto. Necesitaba grupos para el programa y lo convencieron porque irradiaban química. Tenían un espíritu alegre y pendenciero.
-Debutan en el próximo programa, -les prometió sin haberlos escuchado tocar previamente.
El día de su primera oportunidad en televisión los muchachos se presentaron en el local de canal 9 en la avenida José Gálvez correctamente uniformados con pantalones negros, bolsillos rojos, camisa fucsia y un pañuelo amarrado en el cuello. Empuñaron sus instrumentos y arremetieron con "Come On", la única canción que habían ensayado bien hasta ese momento. Aquel día, algo asustados, convirtieron su adrenalina en furia. Conectaron sus amplificadores al máximo volumen (apenas 50 watts, que saturaban). No estaban descuadrados y la voz ronca de Erwin, que gritaba con las venas saliéndosele del cuello, provocó que la gente bailara y se dejara contagiar por su locura. Al final de su actuación recibieron una copa simbólica con el lema: "Lo mejor de la semana". Comenzaban bien. Ni siquiera habían debutado oficialmente. No estaba nada mal para un debut televisivo. Obviamente, no queda registro audiovisual ni de ésta ni de ninguna de las actuaciones de Los Saicos. Pero mucha gente los vio, entre ellos, el poeta Róger Santiváñez, que me contó la anécdota refiriéndose a ella como un suceso determinante en su imaginario, cosa que le pasó a muchos otros rockeros.
Harry había convencido a Vlady Artieda, un discjockey bastante popular de Radio El Sol para que la banda tocara en el festival CACODISPE (Cadena de comentaristas de discos del Perú) en el cine Tauro a manera de debut oficial. Era una oportunidad muy importante: iba a estar todo el periodismo peruano de espectáculos. Inmediatamente el grupo se puso nervioso y se prodigó en excusas. Le dijeron a Harry que no podían tocar porque Ballón (con quien nunca tocaron en vivo y no fue un quinto Saico ni mucho menos) no había ensayado con ellos, no estaban listos y el festival se venía en dos días. Harry, asado, les respondió muy peruchamente: OK, Erwin, tú gritas, que al menos te sabes las canciones, a la qué chucha. Y Erwin se convirtió en el frontman de la banda y sus pocas cualidades musicales derivaron en actitud volcánica. Ballón sobró y se mereció un chote definitivo y debutaron en la televisión y en el teatro con la formación con la que grabarían sus seis 45s. Entonces edificaron su leyenda urbana, la más sólida que en las últimas décadas ha visto Lima, la Ciudad de los Reyes.
En CACODISPE se reunía la industria entera (radio, TV, discos) para premiar a los mejores artistas y productores del año. El grupo todavía no estaba del todo listo, pero tenía cojones. Se presentaron con el único tema bien ensayado, Come On, que escuchado hoy tiene un sonido similar al del segundo LP de la Velvet Underground, disco revolucionario grabado en 1967. Cuando terminaron de tocar su única canción, el auditorio quedó estupefacto. Un silencio de muerte cayó sobre la platea. Nadie movía un músculo. Los músicos sintieron el fracaso en el ambiente. De pronto, un rugido de aplausos y gritos se levantó en el teatro.
El éxito atronador de la primera presentación de Los Saicos en el festival CACODISPE tuvo resultados imprevisibles. Por un lado, la enamorada de Erwin lo abandonó porque se dio cuenta de que era un forajido y muchos amigos del colegio y del barrio dejaron de hablarles y les hicieron hielo. Pero a la vez se les acercó una bella chica beat de 21 años que trabajaba como gerente y administradora del sello discográfico Dis Peru. Rebeca Llave -entonces toda una chibola taipá- apostó desde el primer momento por ellos, los mimó, comenzó a frecuentar sus ensayos y les hizo un contrato en el que les pagaban un sol por disco vendido. En uno de sus ensayos, comenzaron a tocar un tema que hacían solo para divertirse, pero a Rebeca le encantó y los convenció para que lo grabaran. Fue su éxito más grande y llegó incluso al público no entendido. "Demolición" tiene una letra anarquista y está inspirada en el surf pero se ha convertido en el himno nacional para todos los rockeros peruchos.
Aunque el análisis de los cinco 45s grabados con DIS-Perú - el sencillo grabado para El Virrey lo comentaré brevemente al final de esta narración- merezca varias tesis universitarias, intentaré una sucinta aproximación. Los tres primeros discos son Come On /Ana, Demolición/Lonely Star, y Camisa de fuerza/Cementerio y tienen un esquema similar: lado A anarquista con voz principal de Erwin. Los lados B tienen a Papi en la voz principal y son la casi nuevaolera Ana, la melódica Lonely Star (por sus byrdianas voces) y la extraordinaria Cementerio (que abría todos sus conciertos en aquel tiempo), que prefigura toda la estética que The Misfits desarrollarían años después. En todos estos temas hay unos magníficos arreglos vocales, muestra de lo que en ese entonces empezaba a llamarse química musical.
Desde el principio quedó establecida la sociedad creativa Flores-Carpio, a imagen y semejanza de Lennon-McCartney, a quienes imitaban en secreto. El núcleo en directo eran Erwin-Papi. Pancho, por su parte, soldaba todo el sonido. Tanto querían parecerse a The Beatles que jamás aceptaron un quinto miembro, pese a que muchos amigos del barrio que frecuentaban los ensayos se lo pidieron. Las grabaciones a las que les sometía Rebeca Llave eran terribles. Se amanecían en el cine El Coloso, de La Victoria, con ingenieros que no sabían grabar instrumentos eléctricos. Estaban acostumbrados a las guitarras acústicas de los músicos de valses criollos y a las quenas de los folkloristas. Cuando metían los amplificadores se armaba un escándalo. Ponían el micro al parlante de la guitarra y se producía una distorsión terrible. Entonces anulaban los amplificadores y los conectaban directamente a la grabadora. En el momento preciso en el que registraban su sonido Los Saicos no escuchaban la música que tocaban, solo la batería en el fondo y tenían que tocar de memoria y ver luego qué había resultado. No había audífonos de ningún tipo y debían tocar todos juntos en vivo. Ni siquiera se grababa por pistas. Eran grabaciones prehistóricas, y el sonido resultante era obviamente prehistórico, cavernícola, de horror. Por cierto, todas las canciones las registraron en la APDAYC. Como no sabían escribir música, se las dictaban a un profesional llamado Eulogio Molina. Molina era un músico egregio y de amplio historial: antes había tocado en los Rock’n’rollers y acompañado a Mike Oliver, el primer solista del rock peruano en el fundacional 1957. En ese entonces tenía un gran éxito con "Señora la olla", que versionaba Julio Chávez Cabello con los primeros Shain´s. Los Saicos le cantaban la canción a Eulogio y él la escribía en un pentagrama como si le estuvieran dictando una carta dirigida a las generaciones futuras.
Las fotos para la promoción de Demolición/Lonely Star las hicieron en la estación de tren de Desamparados, la única de su tipo en Lima. Para ese entonces ya estaban completamente involucrados en la música. Paraban juntos todo el día. Los fines de semana realizaban varias matinales. Aparecían continuamente en programas de Panamericana Televisión. Eran habituales de El Hit de la Una, La Escalera del Triunfo y Cancionísima, con Pablo de Madalengoitia. No podían tocar en programas de América televisión como El clan del 4, ya que eran exclusivos de otras empresas. De todo esto tampoco queda registro audiovisual alguno. En un país sin memoria histórica como el Perú los programas no se grababan en videotape, y si esto se hacía, era para luego ser borrados para utilizar los videocassettes de nuevo.
Trabajar con una casa discográfica les permitió un mejor trabajo de promoción y de contactos. Los Cinco Latinos, de Argentina, acompañando a su cantante solista, Estela Rabal, se convirtieron en padrinos de la banda al llegar a Perú. En la misma conferencia de prensa estaban también Los Saicos. Era el verano de 1965 y el sudor pegaba los uniformes a sus cuerpos. Les propusieron ir a tocar a Argentina cuando se hubieran afianzado en el Perú. Posteriormente llegaron Los Cuatro Brillantes. También los conocieron y aprovecharon la promoción.
Los dos últimos 45s para Dis Perú son Te Amo/Fugitivo de Alcatraz y Salvaje/El entierro de los Gatos. Es aquí donde mejor desarrollan su narrativa y su poesía. Fugitivo de Alcatraz y El Entierro de los Gatos son narraciones que podrían haber sido firmadas por grandes maestros de la novela negra como David Goodis o William Riley Burnett. Esta última canción es quizás la más arriesgada que compusieron. Partió de un riff traído por el "Chino" Carpio. Con un sonido proto psicodélico y un clima de película de miedo cuentan la muerte de un pandillero durante una pelea por el liderazgo. Da miedo de verdad, objetivo de todo arte noble.
Pero en sus vidas cotidianas lo principal eran las matinales. Y eran muchas, entre cinco y diez cada domingo. Tenían una camioneta pick up donde llevaban los instrumentos. En la puerta estaba escrito "Los Saicos" con grandes brochazos de pintura. Cuando terminaban de hacer su bulla tenían que salir por la puerta trasera del teatro porque la gente se trepaba al escenario. Y luego debían tocar en otro cine. Y en la tarde, a reventarse el dinero ganado cerrando chifas y restaurantes. Normalmente acababan en un garito entre la Colmena y Tacna llamado Mario's, que en la parte trasera tenía un escenario donde hacían shows privados acompañados por Los Shain's y Los Golden Boys. Cuando terminaba la actuación se quedaban tocando hasta altas horas de la noche haciendo jam sessions entre todos. ¿Es posible una gloria superior?
3. DEMASIADO, DEMASIADO PRONTO
En su escaso año de existencia, Los Saicos sólo salieron de gira por el interior del país dos veces. En la primera ocasión tocaron en Toquepala a 5000 metros de altura. Rolando corrió apenas llegaron y casi se desmayó por la falta de aire. Luego fueron a Piura, llevados por un empresario llamado Mariano Lizul, dueño de un bar miraflorino llamado el Astoria, cuna de los Astoria Twisters y de gran parte del jazz en el Perú. En esa gira llegaron a tocar en un coliseo de huaynos, y la reacción del público fue un silencio total. Cuando salió a cantar El Jilguero del Huascarán se volvieron locos. No podían competir con el Elvis andino, el autor de La Flor de papa. Los cholos estaban viviendo el futuro y éste era intenso y diferente. En sus inicios ya se notaba que el rock en el Perú iba a chocar contra la Historia Local, en mayúsculas, claro está.
Cuando acabó su contrato con Dis Perú, pensaron que una compañía más grande les sentaría bien. Fue el principio de una serie de desaciertos que los condujeron al fin. Le hicieron una mala jugada a Pepe Carrasco, del sello IEMPSA, que anunció su contratación en una conferencia de prensa. Acabaron firmando para El Virrey, lo cual fue desastroso, ya que no había nadie que se encargara personalmente de ellos, al contrario del trabajo realizado por Rebeca Llave en Dis Peru.
En el verano de 1966 Erwin se casó y tuvo una hija llamada Tabatha, como la hija de Elizabeth Montgomery en Hechizada. Sus padrinos de matrimonio fueron Pablo de Madalengoitia y Fernando Casán conductor y director del programa Cancionísima, respectivamente. Antes de la boda, Erwin paraba todo el tiempo con Pancho, César y Rolando, pero su nuevo estado civil empezó a separarlos.
Una mañana salieron de grabar toda la noche Besando a otra/Intensamente, -su último 45- en los estudios de El Virrey. Estaban buscando una salida comercial a su vanguardia. Unas chicas que salían camino al colegio Teresa González de Fanning se les acercaron. Ellos creían que iban a pedirles autógrafos, pero les dijeron con voz aflautada "Los Dolton's son mejores".
El Chino Carpio acababa de terminar su carrera en la UNI, era ingeniero y quería dedicarse a su profesión. Para ese entonces la fama se les había subido a la cabeza y nadie quería dar su brazo a torcer. En marzo de 1966 repentinamente se acabó el grupo. No hicieron concierto de despedida ni ninguno de los miembros volvió a tocar en otra banda de rock que destacara.
El único que volvió a grabar fue Erwin que hizo un 45 que jamás fue editado en un pequeño sello de Lima. La canción tenía su actitud habitual. Se llamaba "El Mercenario", y las radios no quisieron ponerla porque era demasiado agresiva: "Pelié en Kampala, maté a los negros, saquié sus ciudades, violé a sus mujeres pero perdí un brazo…". Años después un cura interrumpió a Erwin en un festival en Washington mientras tocaba el tema… Era demasiado, demasiado pronto, como reza el título del segundo LP de los New York Dolls… Sin embargo toda esa energía acabaría canalizándose de alguna manera…
En 1971 Erwin viajó a Estados Unidos. Empezó a cantar en bares mientras estudiaba física. Luego se puso a trabajar en la NASA en el transbordador espacial… Sólo estaba continuando su carrera… En 1980 César "Papi" Castrillón también emigró a Estados Unidos. Empezaron a ensayar en casa y a tocar música melódica para los amigos en la ciudad de Washington. Como tantos inmigrantes y exiliados –me incluyo-, ignoraban saludablemente el Perú… En 1995 Erwin grabó un disco de salsa y ritmos tropicales llamado "Caramelo". El vinilo nunca llegaría a editarse porque la compañía discográfica juzgó que Erwin era demasiado viejo para promocionarlo. Los Saicos estaban incomunicados y nadie sabía de ellos -ni músicos ni fans-, lo que los convirtió en una leyenda urbana.
En los 80 "Demolición" se erigió en el himno del Rock Subterráneo. Los primeros en hacer un cover fueron Kola Rock –con el finado Edgar "Killowatt" Barraza en la primera voz – y luego Leuzemia, en 1984. La semilla de Los Saicos había florecido veinte años después, pero pocos habían escuchado las versiones originales. Los 45s de los Saicos fueron imposibles de encontrar hasta que en los 90 ElectroHarmonix editó en España un disco de vinilo donde aparecían todas sus canciones. Pronto se lo pudo encontrar en Perú pirateado en CD. Ahora puede bajarse de Internet, y recomiendo a los lectores que lo hagan. Ya en el nuevo milenio, el equipo editorial de Sótano Beat (Arturo Vigil, Diego García, Lucho Berrocal y Ricardo García, todos ellos egregios arqueólogos del pop) entrevistó a Rolando Carpio y a Erwin Flores (la responsabilidad de esta última conversación recayó en un gran músico: Gonzalo Alcalde, cerebro de los Manganzoides, los más autorizados portadores de la antorcha de Los Saicos), en una acto de decisivo acto de arqueología rockera digno de Julio C. Tello o Max Uhle, y que constituye gran parte de la información de base de este texto. Y aunque en esta historia secreta de la contracultura peruana se revele nuevamente aquel fugaz y mágico 1965, el misterio renace cada vez que se coloca la aguja sobre los surcos de vinilo de cualquiera de sus 45s.
Los Saicos significaron mucho para mí. En el año 2003 yo había naufragado en Madrid. Paraba con el Chato Malo –un artista plástico expulsado de Casa de América- y con Chicharra –un erudito que se ganaba la vida ofreciendo artesanías con la más absoluta parsimonia-. Todos trabajábamos como ambulantes. Vendíamos cervezas en la esquinas de Malasaña para podernos comprar los spaguettis del día. Una noche llegaron unos paisanos y empezamos a hacer música. En algún momento llegó el Diablo Azul Andrés Parodi y cogió la guitarra: tocó Demolición, el único tema común en nuestra identidad de peruanos rabiosos y exiliados. Todos empezamos a bailar y a corear. Un español gordo se desnudó, contribuyendo al caos. Era una gran juerga, en mi momento más hondo de perdición. Y es que Los Saicos son absolutamente peruanos: aunque no llegan al extremo de los chicheros, que dedican sus canciones en plena grabación, sí mencionan su propio nombre en el tema.
En el momento de escribir estas líneas Erwin y César viven en Washington, mientras Pancho permanece en Lima. No tienen intenciones de reformar la banda, auque Erwin haya cantado "Demolición" con mi amigo Rafo Briceño, de Manganzoides, Cesar N. y Chivi en el Mochileros. Rolando falleció en febrero del 2005 y sus restos fueron velados en el Hospital del Empleado. No tengo que llorar o que enunciar la importancia del ceremonial que ha sido el escribir estas palabras sobre una banda que ha hecho tanto por mi identidad y por la de muchos otros. Que lo cuente Lovecraft. Let´s rock with Los Saicos, amigos míos.
(Este artículo apareció en el blog "Zona de noticias")
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