sábado, 6 de septiembre de 2008

Origen de la única saga del rock latinoamericano


New Juggler Sound

Por: Carlos Torres Rotondo

1. NEW JUGGLER SOUND
A principios de los años 60 la Lima actual surgía desde las arenas como una criatura inmensa. Las nuevas urbanizaciones -construidas desde la dictadura de Odría- se convertían en barrios, en geografías urbanas autosuficientes donde crecían y se desarrollaban las familias y las primeras relaciones sociales. La ciudad mutaba en el apogeo de una gran explosión demográfica. Los nuevos colonos eran familias de clase media con cierta estabilidad laboral. Lima empezaba a expandirse hasta el puerto del Callao y Maranga fue la primera urbanización de su tipo en una época en la que la periferia era un escenario de asépticas viviendas cercadas por unos acantilados que por su aridez y desolación fueron bautizados espontáneamente como "El paraíso de los suicidas". Sin embargo, había vida de barrio, chicas guapas y los jóvenes escuchaban rock and roll. Y si continuamos volando bajo el banco de neblina que cubre La Ciudad de los Reyes tomaremos la avenida La Marina, nos desviaremos hacia el fundo Pando y llegaremos a la Ciudad Universitaria de San Marcos. Justo al costado se encuentra la Unidad Vecinal número 3, un lugar tan aparte que por momentos parece una burbuja, un pueblo enclavado en la urbe. Sus edificios simétricos, sus escaleras y sus recovecos, sus espacios cerrados, sus patios y sus jardines, sus tiendas y sus habitaciones solitarias fueron el escenario en el que los hijos adolescentes de los vecinos conocieron la música e hicieron movidas a lo largo del tiempo. Muchas bandas han salido de la Unidad y seguirán haciéndolo durante bastante tiempo más, pero los juglares fueron los primeros: los hermanos Saúl y Manuel Cornejo.
Nacieron a caballo entre los 40 y los 50, cuando ya se había afirmado por completo el nuevo orden político consecuencia del reparto del botín de áreas de influencia que fue la II Guerra Mundial. Desde pequeños se criaron escuchando música clásica en la radiola de sus padres. A los 7 años Saúl comenzó a tomar unas aburridas –aunque luego se revelaron muy fructíferas- clases de piano en el conservatorio. Luego se pasó al violín. La guitarra la aprendió por intuición, observando cómo tocaban los amigos en las escaleras. Que Manuel -su hermano menor- también hiciera música de manera espontánea determinó que ambos tuvieran el privilegio de un aprendizaje común. Cuando era niño Manuel tocaba las cajas y alucinaba con Elvis, Little Richard y The Everly Brothers. Y luego los hermanos empezaron a escuchar más conscientemente a los negros: James Brown, Sam Cooke, Four Tops, el sonido Motown y Wilson Pickett, a quien alguna vez pillaron en la tele. Pero la invasión inglesa fue un corte absoluto con lo anteriormente aprendido. Y Saúl y Manuel, como muchos músicos en el planeta durante aquellos momentos, empezaron a sumarlo todo.
Un mediodía a principios de los 60 los hermanos Cornejo se sentaron a almorzar en el comedor de su apartamento y encendieron el televisor. Estaban tocando los Krep's, un grupo melódico integrado por tres galanes: Lalo Bisbal, Tito Morales y Alejandro Palma, que años después se casaron, cada uno de ellos, con diversas reinas de belleza. Intuitivamente compararon a la seminal banda peruana con lo que estaban comenzando a emitir los programas musicales enlatados como Shindig y Hullaballoo. Al mismo tiempo que tantas personas en el mundo inconformes con la vida real, los hermanos decidieron entonces formar una banda y crear su propio mundo.
En 1964 Saúl tenía 16 años y Manuel 14 pero ya no pensaban en tocar individualmente para unos pocos amigos. Ahora el proyecto era formar una banda, como hacían los ingleses. Tenían un amigo de la infancia llamado Eduardo Zarauz y le dijeron que aprendiera a tocar el bajo, ya que Saúl estaba totalmente abocado a la guitarra y Manuel a la batería. Comenzaron los ensayos conjuntos e hicieron lo que todo el mundo cuando recién aprende: practicar haciendo versiones de otros grupos. Fue un salto cualitativo que dieran rienda suelta a los sonidos que iban surgiendo, experimentando tímidamente con algunas composiciones propias. Un amigo común llamado Alberto Miller se integró pronto en la guitarra y en la voz. Era más alto que los demás y tenía más presencia escénica. Pronto, escuchando a The Byrds y a The Beatles, la banda comenzó a tocar con guitarras de 12 cuerdas y a crear arreglos especiales para los juegos de voces.
Manuel todavía era chibolo y cursaba sus últimos años de secundaria en el San Antonio de Bellavista, un colegio de curas donde la enseñanza del inglés era muy importante. Un compañero de su clase se llamaba Alex Abad y también era aficionado a la música clásica y a The Beatles. Cierta vez intercambiaron algunos comentarios sobre los Dave Clark Five, a quienes Alex sólo conocía de oídas. Un día Manuel llevó al salón el 45 de Love Me Do en la edición original inglesa: mira qué bestial, el primer sencillo de los Beatles. Comentó a Alex que había un lugar donde se podía encontrar material relacionado: la librería Época, en la calle Belén. Una tarde quedaron en ir. El recinto tenía un rincón repleto de pósters y revistas de música. A la salida fueron al barrio de Manuel, la Unidad Vecinal número 3. Había bastante gente en el depa. Y comenzaron a conversar y luego a tocar. Escuchaban una canción y le encontraban el ritmo, la afinación, las escalas armónicas. Entonces, espontáneamente, Alex entró al grupo para tocar refuerzos rítmicos, es decir, diversos instrumentos de percusión como maracas, bongós, pandereta, cencerro, voces, etc. La incorporación de Alex al conjunto le dio una dimensión rítmica sumamente compleja, pese a las limitaciones de los sucesivos bajistas. En cierta ocasión –cuarenta años después de acaecidos estos sucesos- bromeábamos en Madrid con Paul Hurtado de Mendoza, llamando a Alex Abad el Brian Jones peruano, debido a los detalles esenciales que le aportaba a la canción. Lo único que hacíamos era exagerar una verdad evidente: desde el principio la banda conformada por Saúl Cornejo y Alberto Miller en guitarra y voz, Eduardo Zarauz en el bajo, Manuel Cornejo en la batería y Alex Abad en la percusión destacaba por sus rítmicos arreglos barrocos. Debían tener un nombre y empezaron a presentarse como New Juggler Sound a partir de 1965 en conciertos escolares. Eran conscientes de lo que hacían y tenían pretensiones, ya que consideraban juglares, es decir, artistas, payadores. Aquel fue un prolongado periodo de aprendizaje, pero ensayaban y tocaban tanto para los patas que a la hora de debutar oficialmente lo hicieron con mucha seguridad.
El pintor Rafael Hastings –residente en Inglaterra por aquellos tiempos- los había escuchado en una de sus presentaciones informales y les propuso debutar en su próxima exposición. La noche del vernissage los muchachos transpusieron las puertas del Instituto de Arte Contemporáneo, ubicado en el Centro de Lima y vieron una serie de pinturas basadas en colores grises, fuera de lo común, alucinantes. La galería era un recinto completamente almidonado y tradicional, pero ellos eran jóvenes y hacían buena música. Impresionaron. Si en la audiencia hasta estaba la niña prodigio de la televisión peruana: Chachita Hormazábal. Acabada su actuación se les acercaron pintores como Enrique Zamalloa, José Carlos Ramos o Emilio Hernández. Todos querían que tocaran en sus exposiciones. La prensa, en su ignorancia ante la novedad, colgó todas las etiquetas posibles: eran hippies, ye-yes, go-gos, brujos… Se empezó a hablar de los happenings, de las experiencias artísticas irrepetibles, de la psicodelia…
Casi no llegaron a tocar en las matinales. Alguna vez se presentaron en el cine Tauro junto a Los Shain's y Los Dolton's. Realizaban recitales en el Casino Náutico haciendo música especial para desfiles de moda. Su inconsciente era como un pararrayos, como una antena que captaba y transmitía electricidad. No salían de su barrio mental pero lo poblaban con el sonido infinito. Alguien que los vio en la exposición de Rafael Hastings los invitó al teatro de la AAA (Asociación de Artistas Aficionados), mítico colectivo histriónico limeño. Era 1967 y llegó una delegación de actores europeos con una pieza llamada "La flor carnívora", en la que el público participaba más activamente que en las representaciones tradicionales. Los actores les pidieron ayuda con la música. No sólo para componerla, sino también para tocarla en vivo durante la representación… New Juggler Sound podría haber sido la gran banda arty de la primera escena del rock en el Perú, pero decidieron ser decentes, al menos por el momento. Se concentraron en la música y se preocuparon por grabar. Gracias a las obras de teatro conocieron a Oswaldo Iriarte, locutor y gerente de la RCA - Víctor, multinacional representada por FTA en el Perú.
Grabaron su primer 45en la segunda mitad de 1968, mientras en un apartamento de la calle Marsano en Miraflores un grupo de coroneles escribía el manifiesto y el estatuto revolucionario que constituía el proyecto nacional que sustentó el golpe de estado del general Juan Velasco Alvarado el 3 de octubre de ese año. El disco sencillo estaba constituido por las canciones Baby baby / I must go, ambas compuestas por Saúl Cornejo y Alberto Miller, responsables de las guitarras eléctricas, de las guitarras electroacústicas de 12 cuerdas y de las voces. Sonaba a una mezcla entre The Byrds y The Beatles, pero los temas eran propios y contaban con armonías y arreglos exquisitos.
La disquera les propuso sacar a la venta un segundo 45, pero con canciones en español. Tuvieron que traducir un par de temas propios en inglés y se metieron a grabarlos en los estudios de Sono Radio, ya que en ese entonces RCA no tenía sala de grabación. El resultado fue Mil millas de amor/Sonrisa de cristal, disco muy difícil de encontrar y jamás reeditado, que parece no tuvo grandes resultados artísticos. Culminó entonces la primera etapa de la banda. Alberto Miller se alejó y fue reemplazado por Davey Levene, un gringo a quien Eduardo Zarauz había conocido mientras tiraba dedo hacia Tumbes. A su regreso lo describió como el Jimi Hendrix que necesitaban.


Laghonia

2. LAGHONIA
A estas alturas de mi narración debo aclarar que no estoy mintiendo ni exagerando. Las grabaciones hablan por ellas mismas: son pruebas frente al tribunal de la posteridad. Llego ahora a uno de los momentos más gloriosos de esta historia. Davey Levene era un virtuoso de la guitarra e hizo que el grupo ascendiera ocho millas en la estratosfera psicodélica y progresara hacia un estilo más ácido, posiblemente luego de escuchar los primeros experimentos con wah wah y fuzz que un joven Eric Clapton ejecutaba en los Yardbirds y luego desarrolló en Cream. Con Davey Levene encuentran su mejor sonido y empieza realmente la agonía, la pasión, el salir fuera del tiempo cuanto haces música. Con esta formación sacaron a la venta tres 45s grabados en 1969 con el sello MAG, con las canciones Glue/Billy Morsa, And I saw her walking/Trouble Child, y Bahia/The Sandman. En estos testimonios del ritmo los nuevos juglares alcanzan su plenitud inimitable y empiezan a cambiarse el nombre a Laghonia. La sensibilidad melódica de Saúl Cornejo logra química inmediata con el talento ácido de Davey Levene, y se plasma en improvisaciones mágicas cercanas al soul y el rhythm & blues. Estos tres 45s son algunas de las joyas más hermosas que jamás hayan surgido no solo en la psicodelia peruana, sino en la psicodelia a secas.
Siempre habían aspirado a incluir un teclado en la banda. Conocieron a Carlos Salom en La Punta, cuando acababa de llegar de Barranco, por lo que la gente se refería a él con el apodo "Barranquino". Era un hombre grueso y de gafas, con el cabello largo tan rizado que era casi un african look. No tenía influencias rockeras -más bien tocaba jazz y bossa nova- pero en vivo era un extraordinario pianista. Sin embargo, se decidieron por utilizar un órgano Hammond. En la Feria del Pacífico vieron a Marshmellow Soup Group, un grupo que había venido a Lima a tocar para el pabellón de Canadá. En el concierto los muchachos se volvieron locos porque vieron un verdadero órgano Hammond B2 con su Leslie. Con la idea en la cabeza de adquirir ese tesoro se hicieron amigos de la banda canadiense, los llevaron a la Unidad Vecinal y les propusieron que les vendieran el precioso instrumento. Quedaron en un precio de 3000 dólares que ascendía a 5000 con el impuesto. Sin embargo, como los Marshmellow Soup Group había venido con la embajada canadiense a través de canales diplomáticos no se les permitía vender nada y debían llevarse todo lo que habían traído. Siguieron buscando, esta vez por medio de los anuncios clasificados del diario El Comercio. Luego de visitar a varias personas, dieron con un Hammond B2 con su Leslie y no con el parlante abajo, como era más común.
Lo estrenaron grabando dos temas 2 temas: Neighbor y My love, en los que anuncian la nueva orientación del grupo, con un mayor predominio de los teclados y la creación de atmósferas, probablemente influidos por el abanico sonoro abierto por Todd Rundgren con su grupo Nazz. Es entonces que sacan a la venta, ya definitivamente bajo el nombre Laghonia, "Glue", un primer LP que en realidad es una compilación de New Juggler Sound, con la excepción de los dos nuevos temas con Salom. Dicho sea de paso, montaron una parte con Hammond sobre la versión de la canción Glue, que apareció originalmente en un 45.
Si bien Neighbor y My love son temas de transición, su nuevo sonido se muestra en todo esplendor en su siguiente 45, con las canciones World full of nuts y We all. Los grabaron en los estudios de MAG, ubicados junto a su fábrica de discos en la avenida 2 de mayo. Eran unas sesiones increíbles donde los seis jóvenes músicos se hallaban en una etapa de creatividad fuera de lo común. Cuando cerraban la puerta del estudio se apreciaba un silencio que nunca antes habían sentido, era como si les taparan las orejas. Se escuchaba hasta sus cuerpos deslizándose por el aire. Como tenían varias horas de ensayo y los músicos se escuchaban entre ellos y tenían un elevado nivel de comunicación, normalmente sólo montaban los instrumentos, hacían la cuenta de tres y la canción quedaba a la primera o a las muy pocas tomas.
Cierta vez encontraron un aparato rarísimo, una especie de desfazador que distorsionaba la voz. Inspirados por las canciones I am The Walrus de The Beatles y 21st century Schizoid man, de King Crimson, utilizaron el efecto para la grabación de World Full Of Nuts. Cuando llegó el ingeniero Carlos Manuel Guerrero al estudio y revisó las cintas les dijo que todo había salido mal: "Pero por qué ha salido la voz así, con ese defecto que no se entiende". Los chicos le explicaron que la canción trataba sobre un mundo de locos y que la intención era que sonara raro. Fueron a buscar el efecto para demostrarle que todo había sido a propósito, pero no lo volvieron a ver. Aquel objeto mágico y misterioso había desaparecido para siempre.
Su música era barroquismo puro, rizo, superposición de estilos, capas y colores. Sus canciones fueron perfeccionándose con arreglos cada vez más complejos; eran más largas y constaban de varias partes, en las que experimentaban con los tiempos más que con la improvisación. A fines de 1970 Eduardo Zarauz se fue a vivir al Cusco y a Bolivia, y fue reemplazado por Ernesto "La Bestia" Samamé en el bajo. Con esta formación grabaron su segundo LP, que salió a la venta en 1971, "Etcétera". Las 8 canciones que conforman el disco son el clímax de Laghonia. Es recomendable escucharlo varias veces para poder captar la complejidad de su belleza. Comienza con Someday, un tema de riff poderoso y épico que suena a una mezcla entre King Crimson y Led Zeppelin, es decir, palabras mayores. La última canción, It's marvelous, composición de Manuel, prefigura el giro melódico que su música adoptará en la próxima encarnación de esta saga.
En el estudio conocieron a Carlos Guerrero, hijo del dueño de MAG, que se entusiasmó bastante con el grupo. Comenzaron a alternar y como el disco Etcétera ya estaba casi completo pero faltaban los coros, Carlos se ofreció para hacerlos, ya que entonaba bien y sabía inglés.
La carátula del Etcétera es un collage obra de Manuel Cornejo, en el que se mezclan fotografías con dibujos en un diseño tremendamente psicodélico. Sin embargo, cuando el disco salió a la calle, empezaron las dificultades. Alex Abad se fue a tocar con El Polen y Davey Levene se fue a vivir a Estados Unidos. Sólo quedaban los hermanos Cornejo, Samamé y Salom, que decidieron que pese a las dificultades seguirían haciendo música.


We All Together

3. WE ALL TOGETHER, FRAGMENTACIÓN Y RETORNO
A fines de 1971 Saúl Cornejo aceptó una propuesta de Carlos Guerrero e integró al colectivo de músicos en un proyecto para hacer versiones y recrear el sonido de bandas como The Iveys/Badfinger o The Wings. Grabaron un par de canciones y el ingeniero Carlos Manuel Guerrero, al verlas, les dijo que no se andaran con experimentos y pruebas. Mandó prensar los discos y los sacó a la venta. El sencillo contenía dos temas de Paul y Linda McCartney: Some people never know y Tomorrow. Para presentar la nueva etapa eligieron el nombre We All Together porque ya tenían un tema llamado We all y The Beatles cantaban All together now. Era un nombre en inglés largo y difícil, pero las radios empezaron a pasar una y otra vez al grupo. Las primeras grabaciones eran éxitos comerciales, suceso extraño en un ambiente en el que el rock se estaba replegando. Lo cierto es que ya casi no se hacían grabaciones del género, y lo que salía era o cosas que se le escapaban a la disquera –como el LP de Tarkus- o discos hechos con una explícita función comercial. En medio de las versiones ponían temas propios y, pese a las limitaciones, lograron hacer un buen trabajo en estudio y redujeron sus presentaciones públicas al mínimo. Estaban todos juntos, pero sus siluetas se iban difuminando. Escucharlos en esa época es escuchar a una generación desorientada, que quiere seguir haciendo música pero que ha perdido la originalidad y se aferra al profesionalismo, así sea dulzón. Y es que hay que reconocer que si bien el grupo ganaba a nivel vocal, recuperando el tiempo fundacional en el que escuchaban a The Byrds (véase su interpretación de Carry On till tomorrow y Walk in the rain mucho más finas que las originales), a nivel creativo y conceptual sufrieron un apreciable descenso. Durante New Juggler Sound y Laghonia sólo habían grabado composiciones propias.
Como We all together grabaron su primer LP en 1972. El disco contó con la participación de Beto Villena y Andrés D'Colbert -también colaborador de Los Belkings-, que hizo los arreglos de cuerdas. Justo después empezaron a sufrir nuevos cambios. Carlos Salom se retiró de la banda y se fue a vivir a Venezuela. En el segundo LP, editado entre 1973 y 1974, incorporaron al ex Traffic Sound Willie Thorne y al teclista Félix Varvarande como músicos de sesión. Este disco contiene muchas más canciones propias, la mayoría de Carlos Guerrero. Se separaron en 1975, luego de grabar un mini LP y algunos temas inéditos.
Lo cierto es que durante este periodo varios músicos de la saga se prodigaron en grabaciones. A principios de la década Saúl, Manuel y Levene habían participado como músicos de sesión en Vudú, el impresionante segundo LP de Jean Paul, el Troglodita. Por su parte, Ernesto Samamé fundó Smog, un grupo paralelo en compañía de Manuel Guerrero en guitarra y voz y Eduardo Vásquez en la batería. Grabaron un 45 brillante y se disolvieron. El colectivo musical también tocó e hizo arreglos en el 45 de Monik y acompañó a Roxana Valdivieso en algunas presentaciones. Félix y Ernesto grabaron con Jerikó (nombre artístico de Marcelo Reátegui) en un 45 llamado Fe 59, porque 59 es LIX en números romanos, Fe-LIX.
Dentro del amplio y caótico legado discográfico de la época inmediatamente posterior a We All Together destaca un 45 sacado a la venta bajo el nombre Sudamérica, en el que los hermanos Cornejo, Ernesto Samamé y Félix Varvarande hacen rock en castellano. Editaron sólo un 45, que contenía las canciones Yo no sé señor y Contaremos las estrellas. El sencillo salió a la venta en febrero de 1975 cuando la huelga de la policía y los saqueos en Lima pusieron en jaque a la dictadura revolucionaria de Juan Velasco Alvarado.
Era tiempo de tiroteos, confiscación de todos los medios de comunicación y toques de queda. La crisis política concluyó con el contragolpe del general Francisco Morales Bermúdez, que durante 5 años hizo una transición hacia la derecha, la Asamblea Constituyente y luego a un precario interregno de democracia a partir de 1980. Durante la segunda mitad de los 70 una parte importante de músicos y público derivó políticamente hacia la militancia izquierdista –tal fue el caso de mis padres, con quienes fui a vivir de niño a una comunidad campesina en el valle del Canipaco, a partir de 1977, con el objetivo de colaborar con los comuneros a recuperar sus minas-. Bastante gente enrollada empezó a escuchar música latinoamericana y folklore. Alex Abad, por ejemplo, tocaba charango y guitarra en conjuntos como Inkakenas, Grupo Perú y Grupo Chaski. Todo en el país había cambiado debido a lo radical de las reformas de Velasco. Tiempos de miseria para la música nacional, años de plomo. Bastantes miembros de la primera escena del rock en el Perú, por otro lado, habían emigrado, iniciando un ritual para la clase media limeña en el que yo también me he visto directamente involucrado en la actualidad. En 1980 cuando Belaúnde tomó nuevamente el poder y Sendero Luminoso pasó a la acción ya nada volvería a ser igual.
He adelantado todos estos acontecimientos históricos sólo para subrayar que en 1975 la saga continuaba en su mundo privado, en una burbuja musical autónoma, como si la historia llegara a través de extraños filtros. En la vida real no existe un tiempo lineal, conviven varios mundos simultáneamente, al contrario de lo que sucede con el lenguaje, que es por naturaleza estrictamente sucesivo en sus más pequeñas unidades. A mediados de los 70 colectivo musical construido alrededor de los hermanos Cornejo vio a su alrededor que el rock había muerto en el Perú. Y se dedicaron a hacer disco, aprovechando la fiebre de sábado por la noche. Sacaron unos 45s bajo el nombre Etc y luego un LP como The Rollets. Este disco fue un éxito de ventas gracias a la canción Patinando y quizás constituye la única excepción dentro del concepto musical que manejaba la saga. Cuando menguó la fiebre disco, siguieron tocando y grabando, esta vez sin mucha repercusión comercial y bajo los nombres You y Amigos.
Félix Varvarande, además, formó el grupo Illicit junto a Mario Rivas y Dante Piaggio. Dante fue mi profesor de música cuando yo cursaba a principios de los 80 mis primeros años de primaria en "La Ronda", un colegio experimental para hijos de intelectuales izquierdistas setenteros. Cuando Dante me enseñaba música a principios de los 80 yo sólo sabía que tocaba bajo con un cantautor llamado Juan Luis Dammert, compositor de una canción sobre un viaje en microbús llamada Acho-Abancay, que nos enseñaron en el colegio. Años después, Dante se convirtió en un destacado fotógrafo del periódico El Comercio. Recuerdo habérmelo encontrado más de una vez en la avenida del Ejército, cerca a la Pera del Amor, esperando la combi. Aquellas ocasiones yo estaba por ahí porque iba a visitar a mi amigo Giancarlo Leveroni, también conocido como El Moco, que era vecino de Dante y tocaba batería en una banda hard core llamada Sentido Común.
Entre fines de los 80 y comienzos de los 90 yo era un activista de la escena hard core peruana, que tenía como centro de operaciones el que quizás fuera el primer Squatt de América Latina, la mítica "Jato Hard Core de Barranco". Como el resto de mi generación, que los conoció a su regreso a mediados de los 80, esta vez sin los hermanos Cornejo, mi opinión sobre We All Together era que se trataba de la banda más dulzona, comercial, patética y odiosa del mundo.
Mi percepción comenzó a cambiar una década después, cuando empecé a recobrar la consciencia histórica. Ya embarcado en esta investigación, un veterano rockero de Maranga -a quien había me había presentado Julio Chávez Cabello, antiguo miembro de los Shain's y los Drag’s, en una de las jam sessions a la chicha morada que se hacían en su casa- me grabó un par de canciones de New Juggler Sound con Levene en la guitarra. Aluciné. Pocos meses después entrevisté a Ernesto "La Bestia" Samamé, junto al poeta José Carlos Yrigoyen. Hablamos también con Carlos Guerrero, a quien abordamos cierta noche en la avenida Benavides y empezamos a sacarle información de la manera más impetuosa posible, en parte debido a nuestra calidad de neófitos. Nunca pudimos concretar una conversación grabada. Supongo que se asustó.
Ya en España, empecé a colaborar con la casa discográfica Electroharmonix, división de Munster Records. Uno de los primeros proyectos que desarrollé junto a Paul Hurtado de Mendoza fue el disco definitivo de la época dorada de la saga. Trouble Childs compilaba lo mejor con Alberto Miller y Davey Levene. Nos encargamos de trabajar el texto y conseguir las grabaciones y las imágenes para su posterior edición en vinilo. Fue un buen lanzamiento pero, como le sucede a tantas personas en el comienzo de la aventura de la inmigración, eran para mí tiempos de precariedad. Recuerdo haber contactado con los hermanos Cornejo, gracias a los buenos oficios de Hugo Hobbit, de Sótano Beat. Saúl y Manuel tuvieron la amabilidad de concederme una larguísima entrevista. Yo les hablaba desde una cabina telefónica que había encontrado cerca de la estación de Atocha, desde donde se podían hacer llamadas gratis debido a algún desperfecto técnico que jamás pude explicar. Lo que copié desesperadamente en mi cuaderno celeste pronto se vio complementado por la exhaustiva entrevista que Sótano Beat hizo a Saúl, Manuel, Eduardo Sarauz y Alex Abad. Paul Hurtado de Mendoza, por su parte, me reenvió varios correos que Davey Levene le envió a Iñigo Munster, el dueño de Electroharmonix. Es así como he reconstruido esta historia.
Su trascendencia a nivel continental, creo yo, radica en que New Juggler Sound es el principio de la única saga coherente en la historia del rock latinoamericano. Sus competidores más cercanos –Los Gatos, de Argentina- cambiaron de estilo varias veces, la brasileña Rita Lee también. Spinetta y Charly García son camaleones que difícilmente regresan al sonido anterior. El Tri de México sólo cambió de nombre una vez, por lo que no es una saga. Los cambios en la obra de los hermanos Fattorusso son demasiado radicales, en un momento dado dejan de hacer rock. En fin, invito a los lectores a que busquen un contraejemplo.
Interrumpo aquí mi relato, aunque continúa en la vida real. Muchas de las personas mencionadas en esta narración siguen haciendo música. Ernesto Samamé, sin embargo, murió hace algunos meses. Descansa en paz, magnífico y transparente pata de barrio.

(Este artículo apareció en el blog "Zona de noticias")

1 comentario:

mauricio dijo...

Excelente texto.

¿Se publicó originalmente aquí?
¿De dónde está tomado?

Saludos de un chileno.