domingo, 30 de junio de 2013

Nilo Espinosa: Shaken, not stirred (antología)



No deja de ser gratificante rastrear las huellas sonoras de músicos e industria discográfica en paisajes musicales poco frecuentados, tarea complicada por la escasez de datos e información para la aproximación, pero sumamente atractiva por las sorpresas con las que uno se encuentra en el intento. Una de ellas es la obra del exquisito y del todo vigente flautista y saxofonista, Nilo Espinosa. Más allá de coartadas estéticas, a varios años ya del boom comercial del lounge elegantón, las grabaciones de Nilo permanecen, básicamente, por tres motivos: actitud, calidad y frescura. Si los sesenta fueron para él, años de aprendizaje, los setenta le permitieron desarrollar su talento y consolidar su preferencia por los ritmos ascendentes… con mucho groove, porque en su obra caben por igual, música tropical, bossa nova, boogaloo, latin soul, jazz funk, rock, rumba y disco. Música bailable: mestiza e instantánea.

Aunque de sólida formación académica, su carrera siempre ha estado ligada a la música popular. En 1959 ingresa en el Conservatorio de Lima y en 1962 debuta con la orquesta del Neptuno, un club nocturno ubicado debajo de la pantalla del Drive-in, el auto cine ubicado en el barrio de San Isidro. Paralelamente estudia por correspondencia el curso de arreglo y composición del Berklee College of Music de Boston y en 1963, junto a Miguel Reyna (piano), Roberto Raffaeli (bajo) y Cocho Arbe (batería), integra la banda estable del Astoria Jazz Club, local que en aquella época seminal era el único de su tipo en Lima, ubicado cerca al malecón de Miraflores, una de las zonas atractivas para la bohemia de la capital. En ese local tocan todas las semanas hasta 1965, año en el que se separan. Comienza entonces la búsqueda de un estilo propio y crea su propia banda, Los Hilton´s, asumiendo la dirección musical. El grupo estaba conformado también por Otto de Rojas en piano y órgano, José ‘Pepe’ Hernández en contrabajo, Roberto ‘Tito’ Cruz en batería, Charlie Palomares en percusión y Pedro Guajardo en guitarra, mas una cantante femenina que hacía coros en algunos temas. Principia, también, su amplio legado de grabaciones, y no solo con su banda, ya que además trabaja como músico de estudio para el sello MAG y otras casas discográficas de Lima, escribiendo arreglos y participando en grabaciones y conciertos junto a grandes talentos como Alex Acuña, Lolet Molina, Coco Lagos, o Jaime Delgado Aparicio, con quienes también actúa en shows de televisión y teatro. Con Los Hilton´s graba en 1967 el LP Aquí vienen los Hilton´s y tocan habitualmente en el Sky Room del Hotel Crillón.

Nilo da un nuevo paso en su carrera disolviendo Los Hilton´s con la intención de hacer una música que pudiera dar salida a sus inquietudes del momento, siempre bajo la influencia del jazz. En las oficinas del sello El Virrey conoce a Carmen Rosa Basurco, una afroperuana de personalidad magnética que podía cantar en portugués, inglés y castellano y que además tenía un buen dominio de escena. Es así que forma el grupo Bossa 70, en el que participan Enrique Suescum en trompeta y trombón, Otto de Rojas en teclados, Roberto Raffaeli en bajo y Roberto ‘Tito’ Cruz en batería. Graban un EP de cuatro canciones (Si você pensa / El gato / Las mariposas / Por amor a Ivy) y en 1970, celebrando el aniversario del grupo, graban el LP homónimo, contando con la colaboración de músicos invitados como el guitarrista Enrique ‘Pico’ Ego Aguirre, líder de los Shain´s y Pax, Víctor Cuadros en piano, Manuel Marañón en percusión y Antonio Ginocchio en la trompeta. A finales de ese año Nilo viaja a Alemania para perfeccionar sus estudios en el Conservatorio de Berlín. Bossa 70 continúa sin él hasta su separación definitiva en 1973 bajo la dirección musical de Cocho Arbe, compañero de la época en el Astoria Jazz Club. Nilo Espinosa se queda en Europa hasta 1974, “ahí empezó realmente todo para mi… viajé por toda Europa (menos España) con un quinteto berlinés. Tocábamos de todo, estuve en un crucero por el Mediterráneo, norte de África, y Mar Negro… toda Alemania, Escandinavia… fue la universidad de La Vida”. A su vuelta al Perú forma la Nil´s Jazz Ensemble, compuesta por Pancho Sáenz en trompeta, Miguel ‘Chino’ Figueroa en teclados, Oscar Stagnaro en bajo, Andrés Silva en batería y percusión, Jorge Montero, Richie Zellon y Ramón Stagnaro en guitarras. En 1976 graban para el sello MAG su único álbum, dejando un testimonio de química, feeling y sentido musical que ha quedado para la posteridad. El impacto fue tal que se llegó a formar una Nil´s Big Band Jazz Ensemble, colectivo por el que pasaron prácticamente todos los músicos de jazz de la Lima de entonces, y que tocaban todas las semanas en clubes, teatros, conciertos. Probablemente aquella época fue muy especial para los músicos peruanos. Hubo una relación fluida entre músicos de jazz y rock. Nilo recuerda que “Jaime Delgado Aparicio empezó a llevar a sus conciertos a Manuel Sanguinetti y los Traffic Sound como teloneros”. Había cierta aproximación entre ambas escuelas, el propio Espinosa hizo muchos conciertos, una fusión de jazz y rock, con Gerardo Manuel (Shain´s, Pepper Smelter, El Humo).  Es también la época de Black Sugar, banda conformada por colaboradores habituales de Nilo como Miguel ‘Chino’ Figueroa, Coco Lagos, Antonio Ginocchio y otros nuevos talentos como Víctor ‘Coco’ Salazar, Carlos ‘Pacho’ Mejía, Roberto Valdez, Luis Calixto o José ‘Arrocito’ Cruz. Es un ir y venir de músicos que participan en un sinnúmero de proyectos paralelos (El Ayllu, Kabul, Conjunto Frutas Verdes, Richie Zellon Blues Band, Elemental Music Group, Image, Dr. Wheat, Pepper, Zulú, Daniel ‘Kiri’ Escobar, Beto Villena, Rafael ‘Pocho’ Purizaga). Muchos de ellos formaron parte, bajo la dirección de Nilo Espinosa, de la banda que junto a la Love Unlimited Orchestra acompañó a Barry White en una memorable actuación en la Hacienda Villa de Lima, en 1977.
 
En la actualidad Nilo continúa en activo, actuando en diversos escenarios limeños y grabando como en los viejos tiempos. Han pasado muchos años, bastantes, desde sus primeras grabaciones, pero como pasa en ciertos casos, mirar atrás no es sinónimo de nostalgia, sino de admiración porque lo primero que a uno le pide el cuerpo escuchando esta antología es dar nuevamente al play y repetir, otra más… shaken, not stirred.

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