miércoles, 13 de julio de 2011

Pancho Guevara: El sonido de Los Saicos se creó por nuestra ignorancia

Pancho Guevara, baterista de Los Saicos (Foto: Low Fi Woman)




Entrevista por Gonzalo Pajares Cruzado

Ofertas para volver sobraban. Cuando apareció lo de España vimos que era tiempo de regresar”, nos dice el gran ‘Pancho’ Guevara, el baterista de Los Saicos, banda que mañana, después de 44 años, alégrese, reaparece en un escenario. Apénese, lo hará en España y no en Lima.

"En mi casa se escuchaba mucha ópera, mucha zarzuela, mucho tango; pero en la calle, mucha guaracha. Yo era pésimo bailando. Cuando aparece Elvis, en el 56, yo trataba de imitar sus pasos, pero no me salía”. Así empieza nuestra charla musical con Francisco ‘Pancho’ Guevara, el baterista de la más legendaria y entrañable banda que ha producido el rock peruano. Tan grande y universal es su leyenda –y su legado– que mañana, después de 44 años, sus integrantes vuelven a reunirse para ofrecer un concierto de verdad (no como las tocaditas puro feeling que dieron en 2006 en Mochileros y hace unos meses en el Británico) en el Funtastic Dracula Fest (Valencia, España). Vendería mi alma al diablo por estar allí.

¿Ver a Elvis también significó el inicio de su etapa como músico?

Siempre he sido melómano. Empecé en la percusión imitando a los vendedores de humitas, quienes las ofrecían tocando una tumba. Los escuchaba y salía disparado a verlos.

Dicen que los percusionistas son los menos músicos de una banda…

(Ríe). Al contrario. Yo tengo buen oído. Eso sí, yo me he vuelto sordo de tanto tocar, el volumen que usan estos compadres (y señala a sus músicos) es impresionante (ríe).

¿Cuál era su estilo en la batería?

No tenía (risas). Intentaba tocarla como el bongó, como la tumba, pero la agarraba a palazos (risas). Traté de ingresar al Conservatorio y me botaron (risas). Yo agarré la batería y me dediqué a darle, nada más.

¿Cómo conoció a Rolando Carpio (guitarrista), a ‘Papi’ Castrillón (bajista) y Erwin Flores (cantante)?

Todos vivíamos en Lince. Tuve la desgracia de ser vecino de Erwin en Breña. Felizmente no lo conocí (ríe). Ellos eran unas bestias, unos salvajes, yo era el sano, el tranquilo al lado de esos animales (ríe). Eran inquietos, movidos, avezados, muy intrépidos: caminaban por los precipicios, arriesgaban la vida por cualquier motivo. Y mire que no tomaban (ríe).

Sin alcohol, ¿cómo se salvajeaban?

La salvajada estaba en nuestros genes (ríe). Admirábamos a James Dean. Nosotros éramos unos rebeldes sin causa, pero tratábamos de encontrar una para justificar nuestra rebeldía (ríe).

¿Cogió alguna vez una guitarra?

Siempre hice percusión. Castrillón tenía un rondín y cantaba. Erwin era un cero, un negado, no tocaba ni cantaba. Pero en Brasil aprendió a tocar guitarra. A su regreso, según ‘Papi’, Erwin y yo nos acercamos a él y le dijimos: “Papi, estamos haciendo una banda. ¿Quieres tocar?”. “Ya”. “¿Quieres cantar?”. “Ya”. “¿Quieres tocar el bajo?”. “Ya”. No lo recuerdo, pero si ‘Papi’ lo dice debe ser cierto.

Así armaron la banda…

No sé cómo la armamos. ‘Papi’ y yo parábamos juntos. Erwin era un nerd (ríe), no jugaba fútbol, cometa, bolitas; no paraba trompo; todo el día leía. Más que inteligente era chancón (ríe). Pero si ha llegado a la Nasa y a ser físico, algún talento debe tener. Que haya chocado un satélite en Saturno no es su culpa (ríe).

¿Cómo nació el sonido ‘Saicos’?

Por ignorancia. La música bacán, la música linda no nos salía. Lo que nos salió fue ruido, fuerza... algo que es muy bacán. El papá de Erwin tenía un negocio de transmisores. En su taller había un par de amplificadores botados, de perifoneo; los tomamos, les dimos un poco de potencia y listo. Es más, la primera guitarra de Rolando, siendo ingeniero mecánico, solito se la fabricó. Debió estar mal hecha porque nuestra música tiene notas raras, que inventó Rolando. Años después, cuando el Chino (Rolando) veía tocar a su hijo ‘Rolo’, le decía: “¿Qué nota estás haciendo?”. Rolando se había olvidado de tocar (risas).

¿Y eran una banda ‘disciplinada’?

Durante un año ensayamos todos los días. Aprendimos a tocar ensayando. Así fueron apareciendo nuestras canciones; en ellas metíamos lo vivido: el Chino metía un par de notas y Erwin le ponía alguna vivencia. Demolición nace de su bronca por la estación del tren de Matucana. Yo me había mudado por allí y siempre les hablaba de lo bacán que era el tren. Al ‘Loco’ (Erwin) le jodían estas historias y puso la letra. En Camisa de fuerza hay locura y romance, es un zafarrancho, nuestro lado salvaje.

¿Los Saicos es una deformación de Los Sádicos?

Esa es una leyenda que se le ocurrió a un periodista. ¿Rolando dijo que el nombre venía de ‘sádicos’? Yo no la tengo clara. Yo creo que viene más de ‘Psycho’. Erwin y Castrillón están equivocados cuando hablan del nombre de la banda. Todos tenemos una versión rara, propia (ríe).

¿Alguna vez le dijeron a Erwin “canta bien”?

No, más bien le dijimos “no cantes” (risas). El cantante era Castrillón, quien tenía una voz melodiosa, pero cuando agarró el bajo se cruzó: no podía cantar y tocar. Y como Erwin era el inútil, ya, pues, cantó. Al inicio le dijimos: “Mientras aprendemos a tocar, tú gritas” (risas). No teníamos idea de lo que hacíamos. Nuestra inutilidad y nuestro talento nos llevaron a hacer lo que hacíamos. Grabamos 12 canciones, pero nuestro repertorio era de 25. Hemos rescatados tres –Mercenario, Poquito de pena y Viejo y enfermo– para tocarlas en España.

Guido Monteverde los eligió el Mejor Grupo de Nueva Ola…

¿Qué es eso? Oiga, eso es un insulto (ríe), se siente extraño.

¿Por qué se separaron?

Es que los otros tres eran insoportables (risas). Durante varios años vivimos casi juntos y era muy complicado soportarnos. Nuestro ego creció mucho. Llegamos a ganar unos siete mil soles por día, que hoy serían unos 20 mil soles. ¿Qué hacíamos con la plata? Ni idea. Además, siempre supimos que la música era nuestro hobby.

Publicado el 9/10/2010 en Perú 21

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